A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

viernes, 30 de octubre de 2009

ZAS, en toda la... nalga


Era un domingo del mes de agosto.
Estábamos subidos mis primos y yo en un canchal que está justo delante de la casa de mi abuela.
En el pueblo de mi madre no somos los más queridos, tenemos un grupo pequeño de amigos y poco más. Estamos haciendo planes de hacer un peña llamada "Los no vendidos", pero de momento estamos en trámites. A lo que iba, teníamos una casa que estaba en frente nuestra, justo donde vive uno de los chicos con el que peor nos llevamos. Él estaba con sus amigos. Empezaron a vacilarnos, y nosotros pasamos de ellos, ya que no queríamos meternos en peleas.
Comenzaron a tirarnos piedras y cubos de agua, pero no nos daban, en ese momento dijimos que eso era la guerra.
Mi primo Emilio y yo teníamos algo para atacarlos a ellos, pero no queríamos utilizarlo, ya que los podíamos hacer daño, ya ves lo que nos importaba a nosotros, pero de momento no era necesario.
Seguimos dándoles un poco de mecha y picarlos un poquito, ya que queríamos que saliesen de la casa para que se enfrentaran a nosotros.
De repente, vemos que se acerca uno de ellos con un cubo de agua para tirarnosle, y salimos corriendo, yo tenía una de las armas de la mochila en mi bolsillo, y nada más que vino me puse a pegarle tiros con la pistola de bolas.
Él salió corriendo como un poseso y nosotros nos pusimos a reír.
En la mochila teníamos cuatro pistolas de bolas y un rifle-ametralladora de bolas. Dos de las pistolas eran mías y el rifle y las otras dos eran de Emilio. Seguidamente salió otro con un patinete, pero no lo disparamos, ya que no teníamos bolas en el cargador.
Lo peor es que nos vio mi padre como le disparábamos, ya que no di un tiro, sino que vacié el cargador en tres segundos. El chico se fue corriendo casi llorando y con la mano en el trasero, con cara de dolor. Mi padre me dijo un día: "Te dejo que utilices, pero nunca contra una persona".
Entonces me la quitó y me dijo: "Pero mira que te lo dije".

Luego nos fuimos al campo con mi padre y los de la "peña". Estuvimos una hora hablando y dando vueltas entre los árboles.
Cuando volvimos, nos preparamos para irnos, ya que eran los ocho de la tarde e iba a empezar a hacerse tarde. Recogimos las maletas, nos despedimos de mi abuelo y nos fuimos.
Según entramos en el coche, me pareció ver como ellos estaban haciendo un arma bastante bestia, era como una catapulta que lanzaba una cosa naranja.
No se si estaba alucinando o es que lo soñé pero eso es lo que vi.
Espero que el próximo día que vallamos no nos estén esperando con eso.



¡Carrerón!

Ya estamos aquí, tras un largo y pesado viaje llegamos a Torrejón de Ardoz, bueno al circuito de karting que está a las afueras de Torrejón. Estiramos las piernas, ya que habíamos ido todo el camino sin parar. Paco y yo bajamos de la furgoneta el kart. Mientras que Fran(el piloto) se prepara, nosotros ponemos a punto el kart. Ya esta todo preparado para salir a entrenar. Fran se pone el casco y sale a pista. Al cabo de dos vueltas sale de pista no muy contento. Está enfadado porque al día siguiente es la carrera y el kart no funciona como tiene que hacerlo. Revisamos casi todos los componentes, nos damos cuenta de que la bujía no funciona bien. Cambiamos la bujía y todo va perfecto. Estamos comiendo y Fran nos dice: ¡Mira que os lo dije! esa bujía no me gustaba. Con el estómago lleno lo único que se puede hacer es dormir, pero nosotros no podemos dormir. Después de una tarde calurosa de largas pruebas al kart, nos vamos a descansar. Nos despierta Paco a las seis de la mañana, cantando "quinto levanta".Todos estamos nerviosos, son los entrenamientos libres, Fran nos dice que el kart va perfecto. Damos los últimos retoques al kart para la clasificación. Tras hacer el mejor tiempo de la parrilla, nuestro piloto Fran, hace la pole(salir en primer puesto). Estamos en la linea de meta y los motores empiezan a rugir, después de realizar una salida espectacular, Fran aguanta en primera posición durante unas interminables veinticinco vueltas. Con el banderillazo final, Fran acaba en primer puesto. En unas hora tendrá lugar la entrega de premios, todos estamos esperando ese momento tan deseado. Por fin, Fran tiene que subir a lo mas alto del podium.

jueves, 29 de octubre de 2009

Jajaja.
La canción está bien, pero se parece a la de los Sims...
Oye el comentario se hace aquí o en nuestro blog

lunes, 26 de octubre de 2009

Mate: "Normal"



Os invito a escuchar una canción pinchando aquí y a que pongáis un comentario sobre su letra (y sobre la música también, si queréis, claro). El mejor comentario tendrá premio.

domingo, 25 de octubre de 2009

Un final feliz

“Mira que te lo tengo dicho, no vuelvas a coger nada del suelo”. Ésta fue la última frase que le dijo a su perra, cuando empezó a correr sin parar y se soltó de la correa. Era una perra grande de pelo corto, marrón claro, que tenía unos dos años, se llamaba Perla. Su dueña se llamaba Nuria, tenía diez años, el pelo rubio y los ojos verdes azulones. Nuria empezó a correr detrás de ella pero Perla corría demasiado y no la pudo alcanzar. Estaban al lado de su casa, en un jardín y a la perra ya no se la veía. Ella muy asustada y llorando se dirigió a su casa. Allí estaban sus padres y su hermanito, de cinco años. La preguntaron por Perla y ella se puso a llorar más aún y dijo que se la había escapado. Sus padres la dijeron que no pasaba nada que la buscarían entre todos. Para toda la familia Perla era muy importante porque desde que nació había estado en casa con ellos y la tenían un cariño muy especial. Los padres pusieron carteles por el barrio y se lo dijeron a la perrera municipal por si la habían visto. Pero nadie sabía nada de ella. Pasaron tres días y la niña muy triste se bajo al jardín que había cerca de su casa y de repente oyó ladrar a unos cachorritos, se quedó muy callada para ver de dónde venía el sonido. Vio que venía de unos cartones que había al lado de un árbol. Fue corriendo y allí estaba Perla con cuatro cachorros. La perra se puso muy contenta y se subió encima de Nuria. La niña estaba muy feliz y fue corriendo a decírselo a sus padres. Cogieron a Perla y a sus cuatro cachorros y se los llevaron a su casa. Allí los lavaron porque estaban sucios de la calle. Los padres veían que ella estaba muy ilusionada con los cachorros pero sabían que no se los podían quedar en casa. Así que tenían que pensar como decírselo. Pasaron los días y se lo dijeron, ella se puso muy triste porque los había cogido demasiado cariño. Buscó una forma para no separarse de ellos. Sus amigos y ella pusieron carteles de los cachorros poniendo sus fotos y el número de teléfono. Mucha gente les llamó y los niños iban a las casas para ver en qué familia les dejaban, y así asegurarse de que iban a estar bien. Todos los perritos fueron acogidos por gente del barrio. Y casi todas las tardes los perritos salían a pasear con sus dueños y se encontraban con su madre. Nuria se sintió muy orgullosa de que esos cuatro dueños pudieran disfrutar tanto como ella disfrutaba con su perrita Perla.

Capítulo especial de "Halloween"

Era una mañana de enero, el día de los Reyes Magos, y Pablo era un niño que como todos los demás estaba radiante de emoción y felicidad. Pero la familia de Pablo era una familia muy humilde, tan humilde que por no tener no tenían ni intemperie. Así que parecía que una vez más los padres de Pablo iban a tener que decirle que lo que pasaba era que se había portado mal para justificar la ausencia de regalos y no quitarle la ilusión. El padre era partidario de que iba siendo mayorcito y de que ya era hora de decirle que ellos eran los reyes magos o al menos si tuvieran más dinero: "Carmen, no crees que ya va siendo hora de decirle a Pablo que los reyes magos no existen, porque como siga así, se va a llevar un chasco cuando vea que a sus hijos tampoco les traen nada, lo que quiero decir es que ya tiene 17 años jopetas, es que es tonto o subnormal". A todo esto le dio tiempo a Pablo a entrar en el salón y oír el final de la conversación, pero como tenía menos luces que su propio árbol de navidad pensó que estaban hablando de otro Pablo que él no conocía a pesar de que tenía los mismos años que él. Pablo no obstante no solo era tonto, también era un patoso desastroso, cada vez que intentaba correr se tropezaba, y además siempre estaba deprimido porque los reyes nunca le traían nada. Desolado y desesperado decidió marchar al polo norte para descubrir las razones de la falta de regalos, y así de una vez por todas poner orden en su vida. Lo primero era hacer las maletas, que como mudas solo tenía una y maletas ninguna, no fue difícil; lo siguiente era ponerse en marcha, y como era de suponer, nadie le detuvo, ni siquiera sus padres lo cual sí le suponía un poco extraño, pero pensó que lo que pasaba era que sus padres sabían lo importante que era para él. Puesto en marcha, se puso a caminar indefinidamente por las estepas españolas, hasta que se dio cuenta que no sabía a donde iba, así que paró a un señor que olía a vino con "brandy" y que con un cinturón sacado del cable de un teléfono se sujetaba los pantalones sobre las costillas. Le preguntó por donde se iba al norte, a lo que le respondió que eso dependía de en que hemisferio estuvieras. Le dio las gracias de forma sarcástica, y siguió la carretera hasta llegar a un pueblo de la Mancha cuyo nombre era la Solana y al meterse en un bar a pedir algo de sustento vio al mismo hombre estrambótico que vio anteriormente y le fue a saludar y a pedirle algo de dinero para comer. El "mendigo" le exclamó que solo si era capaz de resolver una pregunta: ¿dónde está el polo norte, encima o debajo del polo sur?- señor lo único que tengo claro es que tengo hambre y de que he de ir al polo norte-sollozó Pablo- entonces necesitaras saber si vas arriba o si vas abajo ¿no?-le dijo el señor. Pablo se sentía perdido, así que salió corriendo, pero después de un rato pensó que lo más sensato sería volver y robarle el dinero al hombre borracho ya que le había dejado en ridículo. Llegó al bar y con sigilo se acercó al hombre que nada más verle le dijo que se tranquilizara, que era una pregunta trampa y que la solución depende del punto de vista. Además, dijo que aunque tenía dinero no se lo iba a prestar, porque era raro. Pablo, bastante irritado, le preguntó si se había mirado al espejo últimamente, esto no se lo tomó muy bien y le pego un puñetazo al pobre Pablo, que como patoso que era, se cayo por la ventana del local y romperse el brazo. Ya en el hospital, se encuentraba a solas con el mendigo y le preguntó ¿por qué esas ansias de llegar al polo norte?, a lo que el mendigo al oír la respuesta se ríe inevitablemente y le contesta con toda la verdad; Pablo se ve muy afectado por esto e intenta suicidarse agarrando unas tijeras y poniéndose a correr creyendo que las indicaciones de sus profesores y sus padres de no correr con tijeras es debido a que las consecuencia es la muerte; pero muy irónicamente debido a su patosidad consigue tropezar y tragarse las tijeras, lo que le mató casi de inmediato. El mendigo acude a su pueblo unos meses más tarde para comunicar la noticia, noticia que no parece importar a nadie, se contaba en los cotilleos como un suceso cotidiano y habitual. Cómo si hubieran pillado a un concejal comprándose un coche de marca o una historia sobre como eran mejor los tiempos anteriores a estos.

PD: Siento haber mentido, pero seguro que alguno al haber visto lo de Halloween se ha creído que era una historia de miedo y ha empezado ha leerlo. ¡Pero qué os tengo dicho sobre creer ciegamente en el título!

sábado, 24 de octubre de 2009

La playa

Era aquel mismo sillón, el de la casa solariega de la playa, donde nos solíamos sentar y nos contábamos historias. Me recorrió una extraña sensación de alegría y tristeza a la vez, al recordar aquel último día junto a la playa. Te sentaste en el sillón y te llevaste la mano a la frente, como preocupado. No tarde en seguirte, me senté a los pies del sillón, sabía que te estabas haciendo el duro. Pero no tardaste en sentarte a mí lado, a los pies del sillón. Me hiciste prometer que nos volveríamos a ver, en esa misma playa, que volveríamos a contarnos historias, bajo la luz de la Luna, que volveríamos a ver el atardecer, acurrucados a los pies de aquel sillón. Y yo respondí: te lo prometo. con lágrimas en los ojos. Me pasaste el brazo por los hombros y me abrazaste, enterrando tu cara en mi pelo. Estaba atardeciendo, tú acariciabas mi pelo, con aire ausente, yo cerraba los ojos y dejaba que la suave brisa del mar acariciase mi rostro, mientras deseaba que el tiempo se parase. Fue entonces cuando preguntaste: ¿En que piensas? Sonreí sin responderte, sabías perfectamente lo que pensaba.

Ahora miro el sillón, plantado en mitad de la terraza, acumulando polvo, patético y solitario, parecía burlarse de mí, tentándome a recordar lo olvidado.
El sol se estaba poniendo, y lanzaba mil destellos dorados y era un día idéntico a esos de hace 20 años. Y desde entonces te busco, para cumplir la promesa que te hice hace 20 años.

¡Menudo cambio!

Miguel fue al parque con su madre. Allí un grupo de niños jugaba con la arena y él quería jugar con ellos.
Esa mañana había llovido, la arena estaba húmeda y con charcos. Miguel se dirigió a jugar con los niños pero su madre le dijo que no fuera, que se iba a manchar. De todas maneras el niño fue, y efectivamente se manchó al caerse en un charco. La madre gritó enfadada: ¡mira que te lo tengo dicho! Le agarró del brazo y se fueron del parque. Miguel odiaba esa frase.
Al día siguiente, fueron otra vez al parque y allí estaban los niños del día anterior pero hoy no estaban jugando con la arena ¡estaban tocando a un perro! A Miguel le encantaban los perros pero su madre no le dejaba tener uno en casa. Preguntó que si podía ir a tocarlo y ella dijo que no, que se iba a ensuciar. Sin hacer caso se acercó al perro y no sabía si tocarlo o no, porque temía que su madre soltara la frase que tanto odiaba, pero se decidió y lo tocó. El perro saltó encima de él y le puso las huellas en la camiseta. Miguel estaba muy contento, esperó unos segundos a que su madre dijera esa frase pero sorprendentemente no la dijo. ¡No se lo podía creer! ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué ella no reaccionaba como siempre?
A la mañana siguiente Miguel se levantó y vio un regalo para él en el salón. No se lo esperaba ya que no era su cumpleaños, ni era navidad, ni se le había caído un diente. Su madre estaba en el sofá sonriendo y esperando a que abriera su regalo. El niño lo abrió y no se pudo creer lo que había dentro. ¡Era un perro! ¡Su madre le había regalado un perro! Se pasó todo el día jugando con él, enseñándoselo a sus amigos y también ensuciándose, pero su madre solo le sonreía sin decirle ni una sola vez esa odiosa frase.

martes, 20 de octubre de 2009

Mi nueva casa:

Era una gran mansión, sólida y graciosa a la vez, rodeada por un jardín silvestre. Se podía entrar sin dificultad alguna no habiendo cerradura ni aldaba en la puerta. Como se puede suponer, estoy hablando de una casa abandonada, pero no se me alcanza la razón definitiva y misteriosa de su abandono. Parecía que en esa casa nunca se hubiese cotado el césped. Parecía una selva por la que ni los monos se adentrarían. Esa casa me interesaba. Llevaba viviendo casi un mes en esa ciudad, pero quería estar alejado del centro urbano y alejarme un poco. Esa casa llevaba un cartel que ponía "se vende", el cartel era blanco ya que el sol se había comido el color amarillo.Quería conseguir esa casa como fuese, pero antes debía contactar con los dueños para tratar el caso. Llamé al número de teléfono que ponía en el cartel y me contestó una mujer. Tenía una voz muy suave y aterciopelada que se parecía a la de una joven. En realidad, tenía 63 años, según me había dicho por teléfono pero por el sonido de su voz no lo parecía. Quedé con ella en una cafetería cercana a la casa para intentar que me vendiese la casa a un buen precio.Era muy maja la mujer, tenía el pelo canoso y rizado. Parecía que estaba interesada en vender la casa, ya que se trajo todos los papeles como si fuésemos a quedar en algo allí mismo.
Yo la dije que estaba muy interesado y que me venía muy bien comprar esa casa, ya que era grande y tenía muy buenas vistas al monte.
Al día siguiente, quedamos en la casa para verla por dentro y así poder opinar sobre ella. La fachada era preciosa y tenía un hall precioso de piedra. Me encantaba.
A los diez minutos de observarla por fuera, nos dispusimos a entrar. Era preciosa. Tenía las paredes de color azul y tenía una entrada gigante. Las escaleras tenían un tono a madera de nogal precioso. Parecía una casa de cuento.
Tenía tres habitaciones, dos baños y una buhardilla bastante grande. Me parecía una casa bastante bonita en la que pensaba vivir por lo menos durante diez o doce años, ya que tenía un trabajo muy bueno, y me gustaba el entorno.
Compré la casa. Me salió bastante barata la casa, ya que tenía muchos años y llevaba muchos años sin venderse ni alquilarse. Espero que esté alegre y feliz en esta mansión, por que pienso quedarme por mucho tiempo. No se lo que me deparará el destino pero creo que si todo me va bien, quizás haga algo aquí como una piscinita o un pequeño garaje.

lunes, 19 de octubre de 2009

Vaya día. 2ª parte



Llegamos a una gran mansión, sólida y graciosa a la vez, rodeada por un jardín silvestre. Se podía entrar sin dificultad alguna no habiendo cerradura ni aldaba en la puerta. Nos decidimos a entrar, estábamos temblando de frío, o de miedo, no lo sabíamos. Abrimos la puerta, dimos unos pasos y logramos abrir las desgastadas ventanas de madera, entró la luz y conseguimos ver al fondo unas escaleras tenebrosas. Decidimos subir, las escaleras empezaron a temblar, nos tiritaba todo el cuerpo. Al llegar al piso de arriba encontramos una llave oxidada en una pequeña mesa de madera. Fuimos probándola en todas las puertas que estaban cerradas, la llave no pertenecía a ninguna de esas cerraduras. Salimos de la casa y nos dirigimos al garaje, abrimos la puerta a patadas, ya que solo estaba formada un par de tablas. Al entrar descubrimos un baúl, cerrado con un candado, entonces probamos la llave, ¡era de ese candado! Abrimos el baúl y nos cegó una luz de color verdoso que se iba desvaneciendo poco a poco, al cabo de unos segundos, cuando todo se volvió a quedar oscuro, escuche un grito y salí rápidamente del garaje, tenia miedo. Fui al jardín y escuché unos gritos en el piso de arriba, en ese momento se levantaron unos vientos terroríficos. La casa se tambaleaba de un lado a otro. Subí al piso de arriba y vi a una persona sentada en la oscuridad que no respondía a lo que le decía. Me dirigía a la ventana cuando esa persona se levantó, en ese momento los vientos cesaron. Le conseguí ver la cara, era el taxista me dijo que había matado a mi amigo, por no haberle pagado el trayecto en su taxi. Unos momentos mas tarde el taxista dijo: Eres el siguiente… en pagarme los destrozos del taxi.
(El taxista)

sábado, 17 de octubre de 2009

La leyenda del alma

El conde Alejandro Kulak nació en Bohemia el año 1755, y le intentaron bautizar un día que hacía un viento siniestro. Cayeron de los árboles un número insospechado de hojas secas y la comitiva del bautizo quedó atemorizada por el presagio. Las hojas que cayeron se colocaron de tal forma que se podía leer: VENGANZA. Todos los que estaban allí se quedaron boquiabiertos. No le bautizaron a Kulak y pusieron otra fecha para bautizarle. Los padres del niño sabían que no era una casualidad que las hojas se hubieran colocado de esa forma, porque desde que nació Kulak había sido un año de misterio. La habitación de Kulak estaba al lado de la de ellos y por la noche a veces escuchaban una voz de un hombre hablando, se asustaban e iban corriendo para ver lo que había pasado, pero nada, solo se veía al niño con los ojos abiertos. Kulak tenía ocho meses, era un niño con la piel clarita, de pelo liso moreno y con los ojos negros. Nadie le llamaba Alejandro, todo el mundo le llamaba Kulak, por su apellido, al no ser muy común. En la casa en la que vivían se decía de ella muchas cosas, que estaba encantada y que allí asesinaron a un hombre los antepasados de la familia Kulak y que aquel hombre se quería vengar de esta familia por haberle matado. Se aproximaba la nueva fecha de su bautizo pero una tarde que los padres iban a salir de paseo, el niño había desaparecido. Los padres estaban desconsolados y toda la gente del pueblo intantaban ayudarles buscandole. Durante diez meses, no pararon esta búsqueda. No sólo le buscaban la gente del pueblo, sino también gente importante, porque este niño iba a ser conde. Pero nadie vió ni rastro de él. Sus padres al no aguantar la ausencia de su hijo por tantos recuerdos se marcharon de la casa y se trasladaron a una más pequeña y acogedora. Pero una mañana, los padres se sentían más destrozados que nunca porque hacía dos años de la desaparición de su pequeño. Cuando de repente se abrió la puerta y dijo un niño de unos tres años:
-Papá, mamá.
Los padres llorando fueron a por él…no podían ni hablar, sólo le abrazaban llorando. Le preguntaron que dónde había estado todo este tiempo pero no sabía hablar mucho y no dijo nada. Los padres se fueron rápidamente a la policía. La policía no se lo podía creer porque habían estado 10 meses buscando. Le hicieron una serie de preguntas al niño pero él estaba muy asustado y no decía nada. Los padres todavía no se lo podían creer. Todos ellos se fueron a casa e intentaron seguir una vida normal…pero no podían. Seguían pasando cosas extrañas. Más tarde recordaron que al niño todavía no le habían bautizado. Lo hicieron sin que nadie se enterara porque estaban cansados de que la gente hablara de su pequeño. Por fin el niño estuvo bautizado y desde entonces no pasó nada más. Kulak después pudo hacer una vida normal y a los dieciocho años le nombraron conde. La gente que le conocía muchas veces le preguntaban que cómo pudo sobrevivir dos años perdido…pero él decía que no se acordaba. Sus padres toda la vida siguieron pensado en aquellas voces que todos los días escuchaban y que un día desaparecieron de repente…
La leyenda cuenta que el hombre que fue asesinado en aquella casa no le habían enterrado por lo tanto su alma se había quedado en aquella casa… y entró en el cuerpo del niño y por eso al bautizarlo su alma fue con Dios y no volvió a dar ningún problema. Por fin el hombre puedo descansar en paz. Con esta leyenda se podrían explicar muchos sucesos: el alma colocó las hojas y puso venganza; las voces de hombre en la habitación de Kulak; cuando el niño fue raptado; al cambiarse de casa los padres; les devolvió al niño (porque en el fondo era bueno) y en esos dos años el alma le cuidó. Pero todavía sigue siendo un gran misterio.

viernes, 16 de octubre de 2009

LA CASA

Éramos cuatro. Y no se por qué quisieron ir, pero yo, les seguí. No tenía realmente muchas ganas de hacerlo, pero cuando me quise dar cuenta, les seguía por una calle desierta. Hasta que nos paramos delante de una gran mansión, sólida y graciosa a la vez, rodeada por un jardín silvestre. Se podía entrar sin dificultad alguna no habiendo cerradura ni aldaba en la puerta. Como se puede suponer, estoy hablando de una casa abandonada, pero no se me alcanza la razón definitiva y misteriosa de su abandono. Procuré no pensar en eso, mientras atravesábamos el enorme jardín, lleno de zarzas, que nos separaba de la casa. Según nos acercábamos, me di cuenta de que era una noche demasiado oscura, una noche sin luna. Me recorrió un escalofrío. No teníamos linternas, a si que nos guiamos con la luz de nuestros móviles. El mío emitía una suave luz anaranjada, apenas suficiente para ver dónde pisaba. Avanzando lentamente, llegamos a las escaleras de entrada de la mansión. Los escalones crujieron. No había puerta, solo un gran agujero rectangular. Dentro, estaba aún más oscuro. Ya que la luz de la única farola que había en toda la calle, apenas se colaba por la abertura de la pared en la que debería haber una ventana. Durante largo rato, recorrimos, todos juntos, el piso de abajo. Estaba todo en ruinas. La casa, a medio construir. Los restos de los muebles, rotos, viejos, tirados por los suelos. De vez en cuando algún animal o quizá un espíritu perdido entre las paredes de aquel lugar, hacía algún que otro ruido que nos sobresaltaba de una manera que jamás habría creído posible. Había una gigantesca escalera de caracol de madera que ascendía al segundo piso. Subimos con lentitud. Parándonos cada vez que crujía una tabla de madera, lo que ocurría cada dos segundos. El segundo piso no estaba mejor que el primero. Hannah, dio un paso en falso y de repente una tabla se hundió bajo su pie derecho y cayó estrepitosamente al piso de abajo. Henry la apartó de un empujón evitando que su pie, corriera la misma suerte.
- Ten cuidado hermanita, que si no llega a ser por mí… -dijo con una sonrisita de suficiencia.
Hannah le miró con cara de pocos amigos. Entonces un ruido claramente de pasos se oyó en el tercer piso. Todos gritamos al mismo tiempo. Todos, menos Fede. Entonces miré a mí alrededor. No estaba. Me recorrió otro pequeño escalofrío. Estaba a punto de decirles a los demás que Fede no estaba, cuando su voz llegó desde lo alto de la escalera.
- ¡Chicos! Tenéis que ver esto… Es genial.
- ¿Qué haces ahí arriba?
Ignoró la pregunta. Subimos al tercer piso. Estaba un poco mejor que los dos anteriores. Pisábamos con cuidado, no queríamos romper otra tabla del suelo. Buscamos a Fede en varias habitaciones. En una en la que había un retrete roto, otra en la que dos sillas seguían aún en pie, aunque parecían talladas en polvo, y otra en la que había un espejo, solo eso en toda la habitación. Recordaba haber oído hacía años una vieja leyenda sobre aquel espejo. Pero eso había sido hacía mucho tiempo, demasiado. Había sido en una época de mi vida muy diferente a la actual. Deseché todos esos pensamientos de mi mente. Finalmente encontramos a Fede en una espléndida terraza desde la que se veían las montañas. Nuestras siluetas, bañadas por la suave luz de las estrellas, se quedaron allí paradas, observando el infinito. No tenía barandilla, a si que no nos acercamos mucho al borde, pero acabamos allí, tumbados, buscando estrellas fugaces, persiguiendo deseos que quizá algún día conseguiríamos. Entonces Henry, me tomó de la mano. Giré la cabeza para mirarle. Y me observó con un amor tan falso, que me dio miedo. ¿Qué nos había pasado? ¿Cómo habíamos llegado hasta aquí? Entonces recordé una antigua canción que solíamos escuchar.
“How did we get here, when I use to know you so well? How did we get here? Well, I think I know”. 
La verdad, le venía al pelo a esta ocasión. Él llevaba una camiseta gris, la misma que llevaba el día en que… Otro recuerdo se apoderó de mi cabeza. Otra canción resonó en mis oídos, aunque, solo era un producto de mi imaginación. O quizá no. Quizá, era Henry, que la estaba tarareando para mí.
“He said, the way my blue eyes shined, put those Georgia stars to shame that night, I said, thats a lie”.
Una lágrima resbaló por mi cara, me la sequé con el dorso de la mano. Entonces, tomé una decisión. Me levanté y tiré de su mano para que viniese conmigo. Hannah y Fede nos miraron, pero les hice un gesto, y nos dejaron ir. Subí las escaleras, hasta el último piso, amparada por la luz de mi móvil y con Henry detrás. Llegamos a una pequeña buhardilla, que solo tenía tres habitaciones, conectadas entre si. Entré en la primera que encontré. Estaba vacía, asique me senté en el suelo. Él permaneció de pie.
- Tenemos que hablar. –dije e inmediatamente, me sentí como dentro de una peli. Allí en una casa abandonada, diciendo aquella frase a Henry. Todo el mundo sabe lo que viene después de esa frase, hasta Henry lo sabía y su cara se tornó sombría. – Esto no funciona.
Me miró un minuto largo. Al final contestó.
- Muy bien. Como quieras.
Y se dio la vuelta, dispuesto a marcharse, aparentemente herido de amor. Aunque yo sabía que en realidad, le había herido en su orgullo. Supuse que jamás le habría dejado una chica a él, sino que él las dejó a todas. Pero, a mi me parecía que no tenía sentido continuar con aquello si ya no había sentimientos, cuando ya no nos unía nada más allá de la amistad. Una gran amistad, pero solo eso, al fin y al cabo.
- ¡Espera!
Se paró.
- Mírame, por favor.
Se dio la vuelta.
- ¿Tu me quieres?
- ¿Cómo?
- Que si me quieres, pero amor de verdad.
Pareció dudar.
- Se realista Henry, tu no me quieres y la verdad es, que yo a ti tampoco…
- Entonces, ¿por qué empezamos a salir?
- Por que antes sí tenía algún sentido.
Algo pareció cambiar en su expresión. La comprensión brilló en sus ojos. Vi que ahora, él también se había dado cuenta de lo que yo había notado antes. Asintió.
- Pero, yo quiero ser tu amiga. No quiero perderte, de verdad.
Se me hacía duro pensar cómo sería mi vida sin él. Nada sería igual. Volvió a asentir. Impulsivamente, le abracé y él suspiró.
-Pero…
Me separé de él y le miré con curiosidad.
- Si cambias de opinión…
Pensé en Víctor. De repente, sin previo aviso su imagen vino a mi mente. Miré a Henry y recordé a Víctor. Era extraño. Se me hizo un nudo en la garganta y traté de tragar, sin conseguirlo. Sentía que, ahora que conocía a aquel misterioso chico, jamás cambiaría de opinión sobre Henry. Y eso hizo que me preguntara muchas cosas respecto a lo que sentía. Henry seguía esperando mi respuesta. No quería hacerle daño, pero sabía que era lo mejor para los dos. En ese momento entraron en la habitación Hannah y Fede, riéndose sin parar, hasta que nos vieron allí. Me acerqué a ellos y secretamente me alegré de su intromisión.
- Todavía no hemos visto este piso. Vamos por aquella puerta. –dije.
Todos me siguieron mientras pasaba por otra abertura sin puerta. Entonces todos nos quedamos quietos en la entrada. Era la habitación de un bebé. Una vieja cuna de madera, era el mueble que estaba en mejor estado de toda la casa, aunque con el mismo polvo que los demás. En el suelo, tirada y rota había una pequeña mecedora y junto a ella, un feo oso de peluche azul. A Fede le entró la risa otra vez.
- ¡Eh, tíos! ¡Cómo mola! Jajaja.
Cogió el peluche y empezó a lanzarlo al aire y a hacer el tonto con él.
- ¡Pásamelo! –gritó Henry.
Empezaron a jugar con el osito como si fuese un balón. Y no me gustó que tocasen un objeto de aquella casa. Me dio un mal presagio y me recorrió un escalofrío, otra vez.
- ¡PARAD!
- Jajaja. Si no pasa nada Ísobel.
- En serio, parad. No toquéis nada.
- ¿Te da miedo?
Empezaron a hacer en idiota imitando a un supuesto “osito fantasma”.
Me enfadé y me di la vuelta para irme.
- Vale, vale. Lo siento.
Era Henry, que venía corriendo detrás de mí. Suspiré y salí de la casa lo más deprisa posible. Los demás, también me siguieron. Y de nuevo en el jardín, sentí un agudo dolor en la pantorrilla. Enfoqué el móvil en esa dirección y una suave línea roja, recorría mi pierna, unas pequeñas gotas de sangre caían hasta mis deportivas.
- Mierda. ¡Malditas zarzas! –murmuré. -No debería haber venido en pantalón corto…
En ese instante la luz del móvil, iluminó un trozo de suelo del jardín junto a mi pierna. Era el osito de peluche azul. Me levanté de golpe.
- Esto…chicos… ¿habéis tirado el osito por la ventana? Os dije que lo dejaseis.
- Nosotros no hemos tirado nada, lo hemos dejado donde estaba.
Empecé a temblar, había visto demasiadas películas, como para no asustarme de algo así. Todos se reunieron a mí alrededor. Miraron el osito alucinados.
- Eso es que había dos. Venga no pasa nada. –intentó infundirnos ánimo Hannah.
- Pues yo me voy de aquí. –dije. –Esto no tiene buena pinta. Soy un poco supersticiosa…
Hannah se rió un poco de mi, pero su risa era nerviosa. Caminamos hacia la salida, intentando no parecer asustados por una cosa así. Aunque caminábamos rápido, sin llegar a correr. Ya estábamos más cerca de la salida. Unos metros más, solo unos metros más…

Al otro lado de la calle, un hombre mayor, vestido con un pijama de rayas rojas y blancas, se levantó de la cama. Le había despertado un grito que helaba la sangre en las venas. Pero, al somarse a la ventana, no vio asolutamente nada.

martes, 13 de octubre de 2009

El conde Alejandro Kulak nació en Bohemia el año 1755, y fue bautizado un día que hacía un viento siniestro. Cayeron de los árboles un número insospechado de hojas secas y la comitiva del bautizo quedó atemorizada por el presagio. Sí, efectivamente, del presagio de un mal que se había dicho en tantas ocasiones que casi era como si ya hubiera pasado. No obstante la ceremonia seguía; a pesar de que a cada ruido, por pequeño que fuera, todos los asistientes se giraran violentamente para ver detrás de sus espaldas. Concluyó la ceremonia y la gente se fue con cierto alivio del dicho bautizo, aunque quedaba el asunto todavía en el aire. La gente no estaba segura de haberse librado del mal augurio. Pero de esto ya hace 18 largos años, en los que al conde ya le dio tiempo a crecer y a disfrutar, ya que no tenía que trabajar ni hacer nada gracias a su condición de conde. Para celebrar sus 18 años celebró una enorme fiesta, a la que invitó a toda Bohemia menos a el oráculo ya que se había equivocado con su manifiesto del futuro. La fiesta giró en torno a la comida a la que él era tan aficionado, había toneladas de carne, pescado y comida en general. A mitad del gran banquete el conde dijo que no de encontraba bien tras lo que que murió. Toda Bohemia celebró una gran fiesta para demostrar lo felices que estaban, porque este tal conde de Bohemia era muy aficionado a vaguear y dejar que su pueblo se arruinara sin hacer nada. A sí que en la fiesta se presentó el oráculo, y le dijeron que con 18 años de retraso, su profecía se había cumplido (el conde había muerto) a lo que él respondió que lo único que dijo es que moriría en una celebración grande, no en un bautizo. Y que además lo había matado él, por no haberle invitado a la fiesta (le había envenenado con una alita de pollo).

lunes, 12 de octubre de 2009

Alejandro Kulak

El conde Alejandro Kulak nació en Bohemia el año 1755, y fue bautizado un día que hacía un viento siniestro. Cayeron de los árboles un número insospechado de hojas secas y la comitiva del bautizo quedó atemorizada por el presagio.
Aquel extraño suceso no cabía en la mente de ninguno de los presentes.Era inexplicable.
La primavera estaba entrando pero aún así la hojas de los árboles seguían cayendo lentamente.
La familia de Alejandro convocó en palacio a los grandes sabios y filósofos de la época para que intentasen dar alguna explicación a aquel insólito suceso.
Estuvieron pensando días, semanas, incluso meses pero no consiguieron dar ninguna explicación lógica y fiable a aquel suceso que los mantenía tantas noches en vilo. Era algo extraño, la primavera no entraba. Parecía pleno invierno
Pasaron años y años y las hojas siguieron cayendo. Alejandro cumplió los 21 años y seguía viviendo en palacio. Las reservas de leña y comida escaseaban y el pueblo empezaba a pasar hambre
Un día cualquiera llamaron a la puerta. El sonido retumbó por todo palacio. El sirviente se aproximó a la puerta y la abrió con cierta ligereza. Al otro lado se encontraba una anciana a unos seis metros de distancia entre la tiniebla. Ésta se fue acercando poco a poco. A cada paso que daba se podía observar los horribles rasgos que la caracterizaban.
Preguntó por el señor Kulak y el sirviente con cierto aire burlón la invitó a pasar al salón principal. Allí se encontraba Alejandro y sus padres. La sala era inmensa. Tenía una mesa en el centro para unos cincuenta comensales. Ésta mesa se encontraba adornada con aparatosos candelabros que sostenían velas de múltiples colores que daban un aire lujoso a la sala.
La anciana tomó asiento y con voz vibrante anunció una trágica noticia a la familia. El Dios de los mares está realizando crueles acciones sobre los mortales ya que su alma siente nostalgia sobre el mar. Añadió que Alejandro era el elegido entre los mortales para calmar su furia y si no lo conseguía antes de que todas las hojas del árbol cayesen la humanidad moriría de frío y hambruna.
Doña Isabel, la madre, ordenó que aprisionaran a aquella mujer o posible bruja, pero al segundo la mujer desapareció.
Aquella fue una noche larga y de reflexión para Alejandro. A la mañana siguiente anunció a sus padres la decisión de ponerse en marcha e intentar solucionar el problema que amenazaba a la humanidad.
Ordenó la realización de un reloj de arena que le indicase cuando finalizaría con exactitud la caída de la última hoja.
Al siguiente amanecer se aprovisionó y se marchó al mar, ¿qué lugar mejor, para buscar algún recuerdo de éste mismo?. Pasaron varios meses y Alejandro consiguió llegar . Hizo una hoguera cerca de la playa para pasar la noche y al día siguiente comenzar a cavilar algo.
Se disponía a hacerse un bocadillo con algo de pan que le sobró del día anterior pero, ¡PLAS! algo le golpeó la cabeza y éste cayó como un plomo al suelo.
Pasaron meses y meses y Alejandro permanecía inconsciente. Un día por fin abrió los ojos y se puso en pie. No se acordaba de lo que había sucedido tras aquel altercado. Miró a su alrededor pero no había ni rastro de todas sus pertenencias, todo había desaparecido excepto el reloj que llevaba consigo. Lo cogió y temeroso de que la última hoja hubiese caído, lo miró. Suspiró aliviado. Aún quedaban unos granitos por caer pero a los pocos minutos sen dio cuenta que eso no era tiempo suficiente para encontrar aquello que ni siquiera sabía qué era.
Con aire deprimente decidió tumbarse en aquella arena de mantequilla de la playa y ver por última vez el ocaso.
Se tumbó de lado pero, algo le llamo la atención. Podía escuchar las olas del mar muy cerca. Más cerca aún que las que escuchaba a escasos metros de donde se situaba. Escarbó un centímetro y encontró una caracola. La pegó a su oído y efectivamente era aquello. Tuvo una gran idea . No le dio ni tiempo a formularla y la caracola ya había desaparecido por arte magia de sus manos.
De repente se encontraba en su cama rodeado de la gente más allegada a él. Todos cogieron una tremenda cantidad de aire y al expulsarla produjeron el típico sonido de alivio , como si lo malo hubiese pasado. Alejandro salió corriendo de la cama y miró el árbol. Estaba a rebosar de hojas y parecía que la primavera estuviese entrando.

'Quizás todo fuese un sueño, quizás fuese fruto de su imaginación o quizás todo lo ocurrido fuese verdad. Eso nunca se sabrá pero lo único cierto de ésta historia es que todos se encontraban sanos y salvos.'

En un mar de sombras

Cuenta la leyenda que el conde Alejandro Kulak nació en Bohemia el año 1755, y fue bautizado un día que hacía un viento siniestro. Cayeron de los árboles un número insospechado de hojas secas y la comitiva del bautizo quedó atemorizada por el presagio.
Días atrás la iglesia se había negado a la purificación de Alejandro, pero una sola mirada del conde Don Almagro Kulak bastó para hacerles cambiar de opinión. Todos sabían que estaban cometiendo un grave error, pero no tenían alternativa, nadie podía enfrentarse con Don Almagro a no ser que apreciara poco su vida. La ceremonia concluyó y Kulak, satisfecho, cogió a su hijo y lo llevó de vuelta al castillo. El mundo entero había oído hablar de Alejandro pero en realidad muy poca gente lo había visto. Se hacían especulaciones sobre su vida, había cientos de leyendas que hablaban sobre él y su existencia. Unos decían que estaba aprendiendo magia negra, otros pensaban que Alejandro era un monstruo deformado y que Almagro, al ser altamente respetado, no quería perder prestigio por culpa de su hijo.
***
El 6 de junio de 1855 empezó la catástrofe para Bohemia. Día tras día moría una persona diferente, pero todas lo hacían de un mismo modo: aparecían al pie de unas escaleras, con un reguero de sangre a lo largo de éstas, y con la cabeza fuertemente golpeada. Al ver que los crímenes no cesaban y se cometían aleatoriamente, sin seguir ningún tipo de criterio sobre las víctimas, el soberano del pueblo tomó una decisión: todo el pueblo permanecería unido y levantado durante un día entero, y si el asesino se decidía a realizar el crimen, alguien le vería fácilmente y por fin le atraparían. La mayoría pensaron que esto era una tontería y que, sin lugar a dudas, esa noche de ajetreo no actuaría, pero de todos modos aceptaron la propuesta.
***
Llegó el momento planeado y todos los habitantes de Bohemia salieron a la calle . El día transcurrió tranquilo. Antes de lo esperado, empezó a anochecer. La gente del pueblo se juntaba en grupos. Algunos hacían apuestas sobre si el asesino actuaría o no esa noche. La mayor parte de ellos se las daban de valientes pero, en realidad, ninguno estaba convencido de que el asesino no fuese a aparecer.
A media noche, con el cielo ya cubierto de nubes hacía unas horas, empezó a llover. No sabían qué hacer, se estaban empapando y sus huesos empezaban a entumecerse por el frío. Entonces, en el momento en que estaban intentando tomar la decisión acertada, sucedió:
Una sombra rápida y ágil salió de entre la oscuridad para arrojar por unas escaleras a cualquier ser que hubiese con vida. Cada vez había más sombras siniestras y menos gente en el pueblo; hasta que las sombras acabaron con la última vida de Bohemia.
Según la leyenda, la sombra responsable de los horrendos crímenes es el espíritu de Alejandro Kulak, quien maltratado y castigado severamente por su padre había decidido huir del castillo.
Dicen que pidió resguardo y comida a unos chicos que había en la calle, pero éstos, en vez de ayudarle, le escupieron en la cara. Probó suerte con unos ancianos y, esta vez, consiguió lo que pedía, aunque no por mucho tiempo, porque cuando los ancianos se enteraron de quién era hijo Alejandro creyeron que se estaban metiendo en problemas y le traicionaron entregándole a su padre, pensando que, de este modo, Almagro estaría en deuda con ellos. Ese día se produjo la pelea entre Almagro y Alejandro, que finalizó con la caída de Alejandro por las escaleras más largas y empinadas del castillo. Se dice que el espíritu de Alejandro revivió a los cien años de su nacimiento para vengarse de los sucesores de Bohemia. Cada vez que mataba a un ser humano, el alma de éste se convertía en una sombra maldita destinada a matar a todo aquél que se adentrase en el pueblo. Por ello, dicen que Bohemia es un pueblo maldito en el que no existe vida, sólo sombras que vagan por las calles esperando a que aparezca algún forastero para poder unirle a su dolor.

Se cumplió el presagio

El conde Alejandro Kulak nació en Bohemia en el año 1755 y fué bautizado un día que hacía un viento siniestro. Cayeron de los árboles un número insospechado de hoja secas y la comitiva del bautizo quedó atemorizada por el presagio. Todo el mundo se quedó callado unos minutos. De repente se abrieron todas las ventanas y el viento recorrió toda la sala, era un viento escalofriante. El niño estaba llorando y su madre lo cogió para calmarlo. Alejandro sonrió, el viento paró y los rayos del sol ocuparon la habitación.
Tiempo después Alejandro y sus padres iban de paseo por el pueblo y se encontraron a un señor de pelo gris y barba larga, que les miró un buen rato y les dijo con preocupación "Este niño es diferente a los demás". La madre le dijo que por qué y y el contestó "yo nunca me equivoco" Miró al niño por última vez y se fué rapido de ese lugar. Era una mañana soleada, se oían los pájaros cantar y todo estaba en calma. Los padres se quedaron un rato pensando en lo que había dicho ese hombre y se acordaron del día del bautizo pero luego no le dieron mucha importancia. Pasaron por los puestos que había a uno y otro lado de la calle y Alejandro pareció interesarse por un gato de peluche. Como no se lo compraron, empezó a llorar y llorar. Esa mañana estupenda se convirtió en una mañana fría y lluviosa.
Otro día, jugando con sus primos en el jardín de su palacio, se peleó con ellos por el columpio. Entonces hubo una gran tormenta y un rayo cayó cerca de allí quemando árboles y matando a algunos animales.
Cuando Alejandro cumplió 20 años sus padres organizaron una fiesta para la gente de los pueblos cercanos. A esa fiesta acudió una chica que a Alejandro le gustaba desde hacía tiempo. Esa noche fue a hablar con ella y le pidió que bailara con él, como ella no quiso, él se enfadó muchísimo, se puso en medo del salón y dio un fuerte grito. Entonces se apagó la luz, todo el edificio tembló, los árboles del jardín se arrancaron, empezó a llover y llover y tanto que todo aquello se hundió y poco a poco desapareció bajo el agua. Nunca se ha vuelto a saber nada del castillo ni de la gente de aquel lugar. Solo queda un señor de pelo blanco y barba larga que contaba la historia de aquel niño...

viernes, 9 de octubre de 2009

EL MISTERIOSO PALACIO




El conde Alejandro Kulak nació en Bohemia el año 1755, y fue bautizado un día que hacía un viento siniestro. Cayeron de los árboles un número insospechado de hojas secas y la comitiva del bautizo quedó atemorizada por el presagio.
Fue un día muy extraño. A las ocho de la mañana se despertó la niñera, para ir preparando a los tres hermanos de Kulak (Laixa,Turque y Forn) para la ceremonia que tendría lugar en la iglesia, a las doce de la mañana.
Les vistió con sus mejores galas hechas por su costurero francés François Guillème. Un precioso vestido para la dulce niña y dos smokins para los hermanos. Para Kulak un vestido beige con unos patucos a juego.
Los criados de palacio habían decorado y colocado todo, en especial, la sala donde tendría lugar el banquete.
Eran las once de la mañana cuando los condes y los niños se dirigían a la iglesia, los pequeños correteaban por los pasillos del palacio, con ganas de que llegasen los invitados.
Entraron a la iglesia, todos los invitados se giraron rápidamente al sentir el roce de la puerta, prestaron mucha atención al pequeño que se encontraba en brazos de su madre, envuelto en unas brillantes sábanas de seda dorada.
En el momento en el que entraron en la parroquia comenzaron unos aterradores vientos, que susurraban al comienzo de la ceremonia.
El padre Don Juan de Dios empezó con la misa. Cada vez el viento golpeaba las vidrieras con mucha más fuerza.
En el momento en el que el cura comenzó a bendecir el agua, una de las vidrieras se rompió haciéndose mil pedazos. Todos se asustaron y se apartaron de la zona más cercana a éstas, así la ceremonia continuo diez minutos después.
El pequeño Kulak lloró durante el resto de la misa, con más intensidad cuando iba a ser bautizado.
Después del bautizo fueron todos los comensales a la sala del banquete.
Sirvieron gran variedad de comida, desde legumbres provenientes de China hasta crêpes francesas con chocolate y nata.
Estaban disfrutando de los postres cuando sucedió una tragedia,
un noble invitado (Juan Luis Fèderec)fallece por una parálisis cardiovascular. Rapidamente llamaron al médico familar quién dió la trágica noticia.
La fiesta estaba arruinada, todos los invitados le conocían y decidieron no seguir con la fiesta para guardar luto.
Felicitaron a los condes y se fueron. Recogieron los postres y sobras de los comensales y trasladaron al fallecido a su casa en la que se veló.
Después de un largo día a las 4 de la tarde volvieron los condes a palacio. Los niños no estaban, fueron al jardín a jugar. Al llegar los padres vieron a Laixa y Turque llorando, señalaban con su dedo índice hacia el lago, al llegar encontraron a Forn ahogado.
Esta fue otra de las noticias repugnantes que la familia padeció el día del bautizo de su hijo.
Pasaron varias semanas y los otros dos hermanos de Kulac fallecieron, asfixiados en el sótano. Al mes siguiente los condes perdieron la vida por la peste que acechaba al reinado, poco a poco, de mes en mes, la gente del alrededor de Kulac fallecía sin control.
La niñera le cuidó como su hijo pero cuando este cumplió 6 años ella desapareció. Nunca más se supo de ella.
El conde creció solo, en aquel palacio abandonado, no se conoce nada más de él pero según cuenta la leyenda vivió solo varios años, se convirtió en una persona sin vida social, encerrado en su palacio intentando hacer fechorías.
Hace unos años en el 2006 un arqueólogo se preguntó cómo estaría el palacio, y se adentró en él sabiendo su historia,
no sabemos qué pasó pero no volvió jamás.¿Le capturó algún fantasma de la familia real?¿Sería Kulak?.

miércoles, 7 de octubre de 2009

El viaje



Era una tarde fría y gris, el cielo estaba cubierto por negras nubes que amenazaban con descargar una gran tormenta.
No había nadie de quien despedirme por lo que subí al tren sin entretenerme. Encontré mi compartimento en seguida y tuve la suerte de que estuviera vacío a pesar de que ya había muchos viajeros ocupando sus asientos. Me acomodé lo mejor que pude ya que el tren era bastante viejo e incómodo. Me había despertado muy temprano a causa de los nervios por el viaje y ahora empezaba a sentir cansancio, cerré los ojos para relajarme un poco y debí de quedarme dormida unos instantes pues cuando volví a abrirlos había en frente de mí un siniestro personaje al que no había oído llegar.
Era un hombre alto y flaco, de edad indeterminada, tal vez de sesenta o setenta años, tenía unas facciones angulosas y desagradables. Llevaba puesta una gruesa capa negra que casi le envolvía por completo y un sombrero también negro.
- Buenas noches –le saludé con timidez, a lo que él me respondió con una inclinación de cabeza y lo que parecía una sonrisa.
Bajé los ojos intimidada por su presencia y me di cuenta de que me observaba fijamente.
El tren traqueteaba con rapidez en medio de la noche, me sentía ligeramente mareada, quizá por la angustia de no tener mas compañía que la de ese hombre tan extraño, me levanté par ir al baño y refrescarme un poco.
No encontré a nadie por los pasillos, lo cual me extrañó, miré el reloj: eran solamente las nueve y diez. Con cuidado corrí la puerta de un compartimento: estaba vacío, abrí la puerta del siguiente y nada, ni maletas, ni abrigos, nadie…Sentí que el pánico se apoderaba de mí. Corrí pasillo adelante hasta el siguiente vagón abrí uno por uno todos los compartimentos, estaban vacíos…
No sabía qué hacer, volví sobre mis pasos y vi una escena terrorífica: mi compañero de viaje arrastraba el cuerpo de un hombre hasta una puerta abierta del tren y lo tiró a la vía.
Me quedé paralizada por el terror, él me vio y se dirigió hacia mí lentamente con una sonrisa maligna en su cara, quise echar a correr pero mis piernas no me obedecían, oía sus pasos cada vez más cerca, sentí cómo ponía su mano en mi hombro, parecía que de un momento a otro el corazón se me saldría del pecho y un sudor frío me bañaba la frente, oí cómo decía: -señorita, ya hemos llegado-, me sorprendió su voz, bondadosa y amable. -¿Llegado… a do… donde?- balbuceé, sabía que me respondería: “a la muerte”, sin embargo volvió a repetir: -ya hemos llegado- y un fuerte pitido del tren me sobresaltó, abrí aún más los ojos, despavorida, y vi cómo la luz de la mañana inundaba la estancia, inclinado a mi lado, vi al revisor, que con una sonrisa divertida volvía a repetirme, -vamos señorita, que ya hemos llegado…un viaje duro, eh?-.
¡Ay! No sabía bien lo duro que había sido, desperté por completo de mi pesadilla y recogí mis cosas apresuradamente deseando alejarme cuanto antes de ese tren.

domingo, 4 de octubre de 2009

La Estación

Cuando salimos de la estación, lo primero que vi fueron los montes, con las cúspides nevadas, majestuosas y enormes. Sentí una alegría inmensa y desproporcionada. No sabía el porque pero era exactamente un impulso alegre y magnífico. Finalmente había llegado, y allí estaba él, meneaba la cabeza, seguramente pensando que estaba loca, pero sonreía, y yo me arrojé a sus brazos y le bese una y mil veces, las rodillas me temblaron y me había convertido en un mar de lágrimas, y a él no sé porque le hacia gracia mi debilidad, y si hubiera podido le habría soltado un comentario sarcástico que le quitara esa sonrisa burlona del rostro, pero no pude decir nada, quizá fuera porque hacía mucho tiempo que no le veía o porqué él parecía tan seguro, y yo, en cambio era todo lo contrario.

- Bienvenida a casa de nuevo -dijo.

Y como quien no quiere la cosa me plantó un beso en la mejilla, y me sonrojé, murmuré algo sin sentido que él entendió, porque él siempre me entendía, aunque yo no lo hiciera. Me abrazó, siempre con ese aire tan seguro que yo tanto admiraba. Y me dijo: Dime Clary ¿Te has escapado del orfanato solo para estar conmigo?
Durante una fracción de segundo pensé que si decía sí él me obligaría a volver a ese sitio, donde cada día que pasaba parecía un año, pero él jamás haría algo que me hiciera daño, y aun más sabiendo lo mal que lo había pasado allí, así pues asentí y él sonrío tal y como esperaba que hiciera y me apretó entre sus brazos.

- Ya no tendrás que volver a ese lugar, ahora yo podré cuidar de ti - dijo intentando consolarme

- Pero me buscarán.

- Entonces huiremos muy lejos de aquí y nunca nos encontrarán.

- Cuánto me alegro de estar aquí contigo.
- Lo sé.

Presionó sus labios contra los míos muy suave, y agarrándome la mano, cogió mi maleta con la otra que tenía libre, y así caminamos juntos hacia las montañas, nevadas, enormes y majestuosas, a las cuales recordaba con añoranza.

Profesor por tres meses


Cuando salimos de la estación, lo primero que vi fueron los montes, con las cúspides nevadas, majestuosas y enormes. Sentí una alegría intensa y desproporcionada.No sabía el porqué. Pero era exactamente un impulso alegre y magnífico. Me fui alejando poco a poco, a la vez que me adentraba en el bosque. Era un camino solitario y por el que sólo se oía el ruido de las hojas al caer.Sentía un frío intenso que me recorría todo el cuerpo, cómo si se tratase de un escalofrío. Estaba sólo y me preguntaba: -¿Cómo estará mi familia?- al tiempo en el que andaba. Acababa de llegar a Sobraderos.Un pueblecito gallego en el que tengo que dar clases de inglés durante este curso. Parece ser que este pueblo tiene muy pocos habitantes, y que sólo daré clase a seis niños de doce, trece y catorce años. Me acerco a mi casa. Un chalet alojado a las afueras del pueblo, donde estoy acompañado solo por el cantar de los pájaros, y el sonido del riachuelo. Me han dicho los propietarios de la vivienda, que la casa es de piedra pulida, intentando simular un aspecto rústico. Esta tiene un majestuoso águila negro en la entrada. Y así era. Veía la casa a lo lejos. Yo iba caminando lentamente para poder observar la belleza del paisaje. Me encontré con que la casa era más grande de lo que yo pensaba. Tenía un ventana al frente espectacular. Desde ella se veía el monte, el bosque y el pueblo. También se podía apreciar al fondo un gran lago, del que no estaba seguro de que fuese un lago, por que si lo mirabas desde otra perspectiva parecía el mar.
Estaba muy cansado y lo que más me apetecía era tumbarme en la cama, relajarme y descansar un poco, antes de empezar a deshacer la maleta. Me levanté dos horas después. Me apetecía dar una vuelta por el pueblo para conocer su entorno y sus alrededores. Al día siguiente tenía clase y también tendría que prepararla para no llegar y decir: -Good morning, - y decirles que hiciesen lo que los diese la gana. Encendí mi portátil y me puse a hacer un esquema, para saber por donde empezar y por donde guiarme. Me fui a dormir tarde y me levanté pronto. Eso era una combinación muy mala, pero al tratarse del primer día, con la emoción, casi ni lo noté. Conocí a mis alumno y a los profesores. Sólo había dos, el tutor que daba todas las asignaturas y el profesor de educación física. Me sentí como en casa. Fueron todos muy amable conmigo. A las doce tenía mi primera clase, con unos alumnos que parecían majos. Entré por la puerta y les saludé. Me presenté y pasé lista. Parecía que su nivel en inglés era muy alto. No me esperaba eso de unos chicos que según decían, no habían salido nunca del pueblo, ni siquiera de vacaciones ya que sus padres no podían salir, porque tiene sus establecimientos y no los pueden "dejar solos".
Había un niño en especial. Se llamaba Álvaro. Éste niño no tenía padres. Vivía con su abuela en una casa en ruinas. No se cómo se podía vivir en esas condiciones. La casa estaba sucísima y desprendía un olor infernal. Esa no era la forma de criar a un niño de doce años. Pensé en poner una denuncia a su abuela, ya que en los últimos días en los que le había estado observando, ella se iba por la noche y le dejaba sólo. No se iba a trabajar, no, se iba por el pueblo a hablar y no le prestaba nada de caso al niño.
Un día lo decidí. La puse una denuncia. Vinieron los de asuntos sociales para llevarse al niño, ya que no podía vivir en esas condiciones de salud. Al día siguiente decidí marcharme, ya que la gente me miraba mal después de "lo que había hecho". Yo no lo entendía. No le trataban bien, pues que se lo llevaran, pero el pueblo no estaba de acuerdo conmigo. Todos querían que me fuese. Pero yo pensé que hice lo correcto. En fin que en esos tres meses que estuve allí se me pasaron volando. Lo único que hecho de menos son los árboles y el los animales. Me gustaría volver para estar allí otra temporada pero me parece que eso va a ser imposible, ya que la gente no está conmigo.

Íbamos a ir de vacaciones a casa de Ana en la playa, pero en el último momento, cuando ya teníamos las maletas con ropa no muy de invierno , mi padre nos dijo que nos teníamos que ir a casa de los abuelos en las montañas porque era bueno para nosotros pasar una vacaciones en la montaña y respirar el aire fresco del bosque.
Llegamos a la calurosa estación de nuestra ciudad, donde había una familia muy parecida a la nuestra que parecía que también iba a coger el tren hacia las montañas, que según mi padre era lo mas bonito que había visto nunca y que teníamos que ir porque hacía mucho tiempo que no veíamos a los abuelos. Cuando llegó el tren nos subimos rápidamente y lo mismo hizo la otra familia. Cuando salimos a la estación, lo primero que vi fueron los montes, con las cúspides nevadas, majestuosas y enormes. Sentí una alegría intensa y desproporcionada. No sabía el porqué. Pero era exactamente un impulso alegre y magnífico.
Quizá era porque estaban mi abuelos esperando o quizá porque Samuel estaba allí con la luna aflojándose en su cara, dentro de la estación para que nadie le viera , mirándome con eso ojos azules suyos que hacia a cualquiera perderse en ellos. Mis abuelos nos abrazaron y subimos todos a la furgoneta del abuelo.
Me despertó un delicioso olor a pan recién hecho. No había nadie en ningún sitio excepto mis abuelo que ya estaban haciendo sus cosas, mi abuela había hecho pan para desayunar y el abuelo estaba el el huerto atendiendo sus cultivos. Desayuné despacio pero cuando me di cuenta de la hora que era, me di prisa, quería ver a Samuel. Bajé rápidamente por aquella cuesta de la que ya no me acordaba y al dar la vuelta a la fuente vi su casa . Cuando ya estaba llegando una mano familiar me cogió por la cintura y me llevó hasta la pared donde me besó rápidamente porque él no quería que nadie supiera lo nuestro. En ese momento se abrió la puerta de la casa donde estábamos, salió Blanca una chica muy guapa con la que había salido Samuel pero que la había dejado. Primero me miró a mí con desprecio y después a Samuel con odio. No la hicimos caso pero nos separamos y nos fuimos al pequeño lago que solo nosotros conocíamos. El lago estaba rodeado de flores silvestres y una pradera verde llena de margaritas y una pequeña rosa roja justo en el medio de la pradera. Nos echamos sobre la hierba y contamos lo que habíamos hecho en estos 2 años sin vernos,aunque algunas cosa nos las habíamos contado por el messenger por donde hablábamos casi todos los días.estuvimos en el lago hasta que fue oscureciendo y nos dimos cuenta de que no habíamos comido. Nos fuimos al pueblo y cuando llegamos a la fuente me besó y nos fuimos a casa.
Al día siguiente ni fui al lago porque mi abuela estaba muy enferma y me daba pena dejarla sola. Por la tarde llegó Samuel a preguntar como estaba mi abuela y yo salí un minuto con él a jardín donde le conté que íbamos a ir al día siguiente por la mañana y que nos íbamos a llevar a la abuela a la ciudad para poder cuidar de ella.
Por la mañana cuando estábamos montando en le¡a furgoneta del abuelo llegó Samuel, me dio una bolsita de terciopelo y me besó como nunca me había besado y además delante de todos mientras nos íbamos en el tren les dije adiós a las montañas que tantos recuerdos me iban a traer y abrí la bolsita de terciopelo, dentro había un colgante con las montañas dibujadas dentro de un corazón. En ese mismo momento me lo puse y creo que no me lo voy a quitar nunca.

sábado, 3 de octubre de 2009

HUIR

Cuando salimos a la estación, lo primero que vi fueron los montes, con las cúspides nevadas, majestuosas y enormes. Sentí una alegría intensa y desproporcionada. No sabía el porqué. Pero era exactamente un impulso alegre y magnífico. Quizá se debiese a estar allí, con él. Probablemente más por él, que por aquel lugar. No podía evitar que me asomase una pequeña sonrisa cuando le miraba de reojo y le veía a mi lado. No conseguía dejar de mirarle, tenía miedo de que de repente despareciera. Por eso necesitaba comprobar que continuaba allí cada rato. Aún no podía creer que fuese real, era demasiado perfecto, demasiado ideal. Pero ahí seguía, junto a mí. Ahora ya no podía abandonarme, ahora que habíamos llegado hasta allí los dos, no podía abandonarme. Y todavía flotaba ante la idea. La estación parecía mucho más bonita con él allí. Y es que, él brillaba con luz propia. Más que la blanca luna, que se mecía redonda sobre nuestras cabezas. Me agarró la barbilla y me obligó a mirarle a los ojos. Hubiera estado mirando esos ojos toda mi vida, y jamás me habría cansado. Había tantas cosas allí, detrás de aquellos preciosos ojos color miel, solo allí podría encontrar las respuestas a todas mis preguntas. Me besó. Y lo hizo de una manera que debería estar prohibida por la ley. Era la clase de beso por el que se cometen locuras. Locuras que una vez las has cometido, y a pesar de que sabes que es una tontería, no puedes arrepentirte de haberlas cometido. Como me ocurría a mí esa noche. No debería haber huido. No me parecía el mejor modo de solucionar los problemas, huir nunca sirve de nada, yo lo sabía. Por mucha tierra que pongas de por medio, tu mente es un celda de la que no puedes huir. Por eso es mejor enfrentar los problemas. Pero él me había pedido que huyésemos, que nos escapásemos. Y yo a él no podía negarle nada. No soportaba verle triste, ni siquiera por el más pequeño problema. Por eso me había subido con él a ese tren. Ahora teníamos que coger otro, daba igual el destino, simplemente que nos llevase lejos. Ya nunca regresaría a esa cama en el piso en el centro, donde unas horas más tarde, mis padres se levantarían y no encontrarían a nadie en mi habitación. Y jamás volvería a aquel instituto, al cual irían cada mañana aquella panda de adolescentes, que se preguntarían dónde se había metido esa chica tímida y pelirroja de cuarto curso. Nadie sabría qué había pasado conmigo, nadie sabría nada. Tampoco les importaría. Algunos solo me recordarían como un borrón que cruzó por sus vidas, y al cual no volvieron a ver. Otros ni siquiera sabrán que alguna vez estuve ahí. De hecho nadie me echaría de menos. Hacía unos días, incluso yo creía que no poseía nada digno de recordar, pero solo hasta que él apareció en mi vida. Volví a mirar a mi alrededor y me asombré otra vez de lo increible que era todo aquello, la emoción de la huída volvió a correr por mis venas, y él seguía ahí abrazándome, como si de verdad me quisiera. Quizá así fuese. Sentí una extraña calidez.

Me besó de nuevo y le eché los brazos al cuello. Si alguien nos hubiera estado observando desde detrás de una de esas sucias ventanas de la estación, solo habría visto a dos adolescentes, enamorados, esperando el próximo tren.



viernes, 2 de octubre de 2009

LA INSPIRACIÓN VIENE TRABAJANDO

Después del baño nos tendimos en la hierba y atrapamos algunas “mantis religiosa” y otros bichos. Luego se levantó un viento dulce y nos recorrió un delicioso escalofrío, ¿te puedes creer que me hayan mandado una redacción sobre eso? Cómo se supone que puedo escribir sobre eso -dijo Faemilo -bueno seguro que se te ocurre algo, al fin y al cabo todavía tienes tres días y te he visto hacer cosas más difíciles -dijo Eustaquio-y si no, mete alguna excusa, a mí me funciona siempre -rió Agustavio. En esto entró la tutora de la clase y dijo: ¿no sabéis que no se puede estar en las aulas en los recreos ?... pues entonces, anda y bajad para abajo, y ya que estáis, cerráis las ventanas. Una vez abajo decidieron hacer "pellas" para librarse de un examen. -vámonos a la casa abandonada de la avenida 7 -dijo Eustaquio -vale -dijeron al unísono todos. Y un ratito después llegaron a una fachada rosa y una puerta verde mal cerrada y carcomida. Dentro el aspecto era muy distinto, era todo muy elegante y señorial: había una lámpara de araña colgando de un techo de madera, muebles aterciopelados y en el centro una gran mesa de mármol. A la derecha se hallaba una escalera de caracol y a su lado un piano de cola. -Tíos, vámonos de aquí, que esto me da un mal rollo –balbuceó Agustavio - ¿porque? -dijo Faemilo -porque creo que no está abandonada, quiero decir, está impecable a pesar de no haber nadie aquí, y encima tiene una fachada hortera y un interior pijo. ¿Creéis que hay alguien? -solo hay una forma de saberlo -dijo Faemilo -subamos las escaleras. Nada más subir el último escalón, para su sorpresa, se encontraron con la mayor biblioteca que jamás hubieran visto (eran libros hasta la vista alcanzaba, y más, pero todos archivados con una forma muy interesante; estaban archivados de modo que la frase más extraña fuera el patrón de búsqueda). Y empezaron a buscar, con lo que Faemilo encontró uno que hablaba de la frase que le habían mandado, así que se lo llevó. Y el día de la exposición en clase, le dijo a su amigo Eustaquio que la inspiración viene trabajando, a lo que le respondió: tú eres un listo.
PD: Faemilo suspendió por copiar del libro del cual el profesor sacó la frase. Con el tiempo se olvidaron sobre la biblioteca ya que no eran aficionados a la lectura.

jueves, 1 de octubre de 2009

¡Vaya día!

Cuando salimos de la estación, lo primero que vi fueron los montes, con las cúspides nevadas, majestuosas y enormes. Sentí una alegría intensa y desproporcionada. No sabía el porqué. Pero era exactamente un impulso alegre y magnífico. Allí estábamos esperando el taxi que debería de haber llegado hacía dos horas, empezó a nevar de una manera impresionante y allí nos quedamos helados, no podíamos mover las manos…estábamos perdiendo la visión, pero entonces llegó el taxi. Después de varios minutos en el taxi, patinó y… nos salimos de la calzada, y sin parar de derrapar el taxi empezó a dar vueltas de campana. El taxista no nos dejaba de decir que nos tranquilizáramos, pero en esa situación en la que todo daba vueltas era algo imposible. Tras seis largos segundos un inmenso pino paró el taxi. Mi compañero y yo conseguimos salir del siniestrado taxi, estábamos completamente asustados ya que el taxista no respondía, decidimos caminar, pero nos paso algo terrible… continuará.

Remando al viento

En mi opinión la película era muy adecuada para el temario que estamos siguiendo, se ven reflejados muchos aspectos del romanticismo ( la facilidad que tenían para querer suicidarse enseguida, la falta de importancia a la autoridad como por ejemplo con los pasaportes, y se veía ese interés por la muerte y el extremismo de carácter progresista que a veces daba una imagen un poco estrafalaria de los personajes). Me ha parecido que tenía algunos momentos graciosos. En general creo que disfrute más el segundo día que lo vimos porque me enteré mejor. Aun así el final no me quedo muy claro puesto que no sabia si el "monstruo", frakestein o lo que fuera, era verdadero o imaginaciones de Mary. Pero supongo que se trataba de que el monstruo era la idea de como se iba desarrollando su obra mundialmente famosa en su entorno personal. Supongo que mi personaje favorito era lord Byron por su falta de premeditaciones y su forma de ser.