A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Cambio en nuestras vidas

Hacía poco tiempo que vivíamos en este pueblo de Granada, para mí era una experiencia nueva. Yo tenía 9 años y siempre había vivido en grandes ciudades. Estaba acostumbrada a madrugar mucho, debido a que mis padres trabajaban. A las 7 de la mañanaza tenía que estar preparada, para que me dejaran en una guardería. Ahora que había crecido era en un colegio privado en el que me dejaban, y después, a las 8 de la noche me recogían, por lo que yo a mis padres casi no los veía. En Urisa, así se llamaba el pueblo, mi vida dio un giro completo. No tenía que madrugar para ir al colegio, mis padres estaban conmigo a las horas de las comidas e incluso algunos días tenían tiempo para pasear conmigo. Muy pronto tuvimos amigos, podíamos hacer planes juntos y realizarlos, una cosa que para mí siempre había sido muy difícil conseguir, por el trabajo de mis padre.
Tito era el clásico cotilla del pueblo, se enteraba de todo y más tarde contaba las cosas que había visto o escuchado a su manera inventándoselas cuando quería. También tenía fama de guardarse lo que le parecía. Cuando nosotros llegamos al pueblo fue la primera persona que conocimos y en poco tiempo se metió en nuestras vidas. Era como si todo lo que nosotros queríamos hacer él lo acaparaba y se presentaba como algo prescindible. Mi padre se dio cuenta y puso sobre aviso a mi madre, pero ella lo ignoró y le dijo:
-a las personas siempre hay que darles una segunda oportunidad, no juzgarlos por lo que la gente diga de ellos.
De estas palabras pronto tuvo que arrepentirse. Cierto día mis padres planearon subir a la montaña, pasando todo el día allí. Mi madre era aficionada a coger plantas, con las que luego hacía bálsamos y cremas que eran medicinales. Nosotros en casa nunca teníamos ninguna clase de medicinas que no fueran estas que ella fabricaba. Este día era un 23 de Junio, cogimos nuestras cosas y nos pusimos de camino. Por no perder la costumbre nos acompañaba Tito, que no me explico de que manera se nos coló. Cuando ya habíamos ascendido bastante por la montaña, nos encontramos con un paisaje precioso: había un río, una casita de campo… pero lo más maravilloso de todo era que podías ver todos los pueblos de la comarca. Yo me puse a correr de un lado a otro, no me dí cuenta de la gran piedra que había en el medio del camino y me caí. Mis padres se asustaron, mi madre gritando llamó a Tito:
- Alcánzame la bolsa, haz el favor, que tengo ahí la crema.
-Yo te la busco -dijo él.-No; no me curiosees -lo cogía por un brazo-. Dame esa bolsa, Tito.-Me divierte fisgar. ¿Tienes secretos, Luci?
-No es momento de juegos, dámela rápido que la necesito.
Luci mi madre, abrió la bolsa rápidamente y me dio la crema por la pierna que yo no podía mover. La nariz me sangraba, yo lloraba sin parar, y poco a poco todos nos fuimos tranquilizando. Así dimos por terminada la excursión. Con todo este jaleo, ninguno nos dimos cuenta de lo que hizo Tito. A la semana siguiente, mi padre fue a por dinero al banco y entonces descubrimos que no teníamos nada de dinero. Tito había cogido la tarjeta del bolso de mi madre cuando fuimos a la montaña y se había llevado todos nuestros ahorros.
Así fue como descubrimos la auténtica personalidad de Tito y porqué la gente del pueblo le daba de lado.

El paso del tiempo

Laura era una joven de 23 años. Nunca había tenido problemas de ninguna clase. Su infancia había sido muy tranquila y alegre. Los estudios siempre se le habían dado muy bien, y desde que ella recordaba, siempre había deseado ser periodista. Tenía unos padres a los que adoraba y dos hermanas más pequeñas que la idolatraban. Se podía decir que lo tenía todo en la vida. Una de las cosas que maás gustaba a Laura era observar a la gente, sentándose en un banco del parque. Podía pasarse horas enteras mirando o escuchando a la gente sin darse cuenta de que el tiempo pasaba. Este lunes era uno de esos días, estaba distraída pensando de que podía ser el trabajo que tenía que presentar, contaba mucho para la nota final del curso. Era su último año de periodismo, ya terminaba la carrera. Cuando algo llamó su atención, eran dos viejecitos que más que andar parecía que iban deslizándose. Arrastraban sus pies como si estuvieran pegados al suelo, pero a la vez iban muy agarrados el uno al otro y de vez en cuando se paraban a descansar soltando una gran sonrisa. Cuando llegaron a la altura de Laura se sentaron a su lado en el banco, dándola las buenas tardes. Al poco tiempo los viejecitos se pusieron a hablar de su vida, Laura los escuchaba con atención, pues el tema que sacaron le interesó. ¿Cómo los mismos años unas veces iban muy deprisa y otras muy despacio? Cuando Laura les hizo esta pregunta, los dos se miraron y sonrieron a la vez. Julia que era la anciana le dijo:
- mira jovencita, el tiempo puede pasar muy lento cuando uno lo pasa mal, no está a gusto con lo que hace o con lo que es. Pero si por el contrario, eres feliz, el tiempo no corre, más bien vuela, y cuando te das cuenta los años han pasado. Ya no eres la jovencita que crees ser, te miras al espejo y te ves arrugada y vieja. Mira joven yo muchas veces escucho o veo en televisión, “anciano de 80 años muere de infarto”, oigo decir “pobre hombre él ya ha vivido su vida”, pero yo por el contrario que tengo 84 años pienso “pobre hombre todavía le quedaba mucho por vivir o hacer, no quiero pensar que a mi me pueda suceder lo mismo”. Esto es igual que cuando encuentras un amigo que hace mucho que no ves, piensas “que viejo esta, en cambio yo no he cambiado tanto”, pero cuando coges el álbum de fotos de unos años atrás, ves como el tiempo también ha pasado para ti. Asíque jovencita mira siempre el lado bueno de las cosas y así serás muy feliz.
La tarde dio su fin, Laura les dio las gracias y descubrió que ya tenía tema para el trabajo, el tiempo.

La visita a Manuel

La luz del sol le arañó los ojos. Entraba por las persianas, afilada como hojas de guadaña. Miró con gesto dolorido e incrédulo el despertador. Ya eran las 9:30, hora de levantarse. En menos de media hora tendría que estar vestida, puesto que había quedado a las 10 de la mañana con su familia para visitar a su tío Manuel, que estaba en la residencia y apenas conocía. Los recuerdos que tenía de él eran muy vagos, puesto que solo le había visto tres veces en su vida. Aunque en realidad Manuel nunca se había olvidado de mandarla regalos para su cumpleaños y Navidad. Rosa pensó que le habían estropeado el fin de semana. Pues todos sus amigos estarían este día en su pueblo. Ya habían hecho planes para pasar el día del sábado juntos. Habían planeado ir a comer al campo y pasar allí todo el día. Lo que más le fastidiaba era no poder estar con Elena, su mejor amiga, que pocas veces podía ir al pueblo. Rosa estaba pensando en lo que se iba a perder este sábado, cuando sonó la voz de su padre. Ya estaban todos en el coche esperándola. El viaje no era largo, pero había mucha caravana y se le hizo muy aburrido y monótono. Cuando por fin llegó a la residencia se deprimió mas, pues nunca había estado en un lugar tan triste. Los ancianos que iba encontrando a su paso estaban enfermos y muy envejecidos. Sus miradas estaban perdidas y la mayoría estaban en sillas de ruedas. Al fin vieron a Manuel. Estaba en un pequeño sillón al lado de una ventana leyendo un libro. Cuando le llamaron, Manuel levantó la cabeza y sonrió. Rosa vio un rostro muy envejecido que no conocía, pero recordó su sonrisa y mirada que no habían cambiado. Como Manuel siempre había sido muy goloso, Rosa y su familia le habían comprado una caja de bombones. Manuel su lo agradeció mucho, puesto que en toda su vida no le habían hecho muchos regalos. La visita le alegró mucho porque en diez años que llevaba allí no había tenido ninguna visita. Rosa le preguntó que porqué en los últimos nueve años no habían tenido ninguna noticia suya. Manuel les contó que al año de entrar en la residencia hubo un gran incendio en el que muchos ancianos murieron. Él logró salvarse, pero el humo que respiró le hizo entrar en coma durante todos estos años. Rosa sintió mucha pena y se dio cuenta de lo egoísta que había sido pensando en que le iban a fastidiar el fin de semana que tenía planeado con sus amigos. Por lo que decidió aprovechar al máximo el día con su tío. Al terminar el día se dio cuenta que lo había pasado muy bien y se le había hecho muy corto. Rosa le prometió a su tío que no volvería a pasar tanto tiempo sin verse.

La inseguridad de Eva

Marina era una niña de 8 años. Vivía con su madre en una casa a las afueras de Galicia. Marina para ir al colegio tenía que coger un autobús que pasaba por su casa, pero el autobús era viejo y se rompía muchas veces. Eva, la madre de Marina, le tenía dicho que si se rompía el autobús la llamara, pero que nunca se montara en coches de desconocidos.
Un día de invierno, había mucha niebla y la noche anterior había nevado. Eva tuvo que llevar a Marina al colegio, porque el autobús no podía pasar con la nieve. Mientras Marina estaba en el colegio, empezó otra vez a nevar. Esta vez la nieve caía con mucha más rapidez que la noche anterior y rápido la carretera se vio cubierta por la nieve. Cuando salió del colegio, el autobús no vino a buscarla y Marina no llamó a su madre. Marina empezó a hacer autostop, aunque sabía que su madre no la dejaba. Paró un coche y Marina le preguntó que si le podía llevar a su casa. El conductor, muy amable, le dijo que si. Iban de camino hacia su casa cuando el coche se quedó atrapado en la nieve. Mientras tanto, Eva estaba preocupada porque su hija no llegaba a casa. Decidió coger el coche e ir a buscar a su hija al colegio. Por el camino iba muy preocupada y pensaba que alguien le había raptado. A lo lejos vió un coche atrapado entre la nieve y decidió ir, a ver que pasaba. Al llegar a la altura del coche, Eva vió a Marina con una persona que no conocía. Marina, al ver a su madre, se alegró mucho y le contó lo que había pasado. Eva le dijo a Marina:
- mira que te lo tengo dicho, que no montes en coches de desconocidos.
El conductor, salió del coche y le contó a Eva que se habían quedado atrapados. Eva le ayudó a sacar el coche.
Desde entonces el conductor y Eva se llevan muy bien.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Verdaderas amigas

-¿Pero a estas horas? -dijo Paulina-. Tú no estás bien de la cabeza. Yo creo que...-Más emocionante, ya verás.-Por mí desde luego -dijo Lucita-. Yo me apunto. Has tenido una gran idea.
- Paulina, ¿Te vas a rajar?- dijo Inés.
-Chicas es que mis padres confían en mí y no se…
-Nuestras madres se van a pensar que estamos dormiditas y nadie va saber nada-dijo Inés.
-A mí sí que me parece buena idea- dijo Lucita.


Las tres chicas Paulina, Inés y Lucita se encontraban en casa de Paulina porque esa noche iban a dormirse juntas, sus padres no estaban, se habían ido de viaje por su trabajo. Paulina era una chica de quince años, era muy responsable y lista, estaba delgada con el pelo rizado moreno. Inés era una chica también de quince años muy alocada que la gustaba demasiado la fiesta y siempre estaba enfadándose con sus padres, era rubia de pelo muy largo liso. Y Lucita era una chica de dieciséis años, la más grande de las tres, que era buena chica pero la gustaba también mucho la fiesta, tenía el pelo rubio y rizado, lo que más se la veían eran sus ojos, los tenía enormes y azules. La idea que propuso Inés fue hacer una fiesta en la casa de Paulina al no estar sus padres e invitar a mucha gente. Como era normal Paulina estaba un poco asustada por lo que pudiera pasar al ser su casa y no la parecía muy buena idea, sin embargo a Inés y a Lucita las encantaba la idea. Al final después de mucho insistir decidieron preparar la fiesta. Era por la mañana y tenían que llamar a sus amigos, comprar bebida, comida y preparar todo. Inés se encargo de llamar a los amigos, Lucita de comprar bebida y comida y Paulina preparó la casa. Ya eran las diez de la noche y la gente llegaba. Al principio todo iba genial hasta que un amigo trajo una botella de alcohol, los que se creían los más grandes y mejores empezaron a beber. Después de unas horas, esos chicos iban demasiados borrachos y empezaron a romper cosas, no se les podía controlar, Pau se puso a llorar, Inés y Lucila estaban muy asustadas y echaron a todo el mundo de la casa. Pau estaba muy enfadada eran ya las dos de la mañana y se puso a recoger todos los trozos de jarrones caídos, vasos rotos, libros por el suelos… Inés y Lucita la pidieron mil veces perdón pero ella ni las miró, así que las dos se fueron a dormir cada una a su casa. Pau en ese momento se dio cuenta de que no tenía verdaderas amigas, se puso a llorar y no sabía lo que hacer. Después de organizar todo para que sus padres no pudieran sospechar nada se fue a la cama. Antes de dormirse miró el móvil y vio dos llamadas perdidas y un mensaje. Eran de Lucita y el mensaje decía: “ Pau lo siento muchísimo lo que ha pasado hoy en tu casa, te lo juro que no va a volver a pasar, no te cabrees por favor, eres mi mejor amiga… que sepas que te quiero.” En ese momento Pau no sabía lo que hacer estaba demasiado confuso, así que se quedo dormida con los ojos dolidos de llorar. A la mañana siguiente se despertó sobre las once de la mañana y llamó a sus padres para ver que tal les iba el viaje, todo iba muy bien. Tenía otro mensaje de Lucita este decía: “ Me tienes preocupada contéstame al mensaje…por la mañana voy a tu casa ¿vale?”. Justamente en ese momento llamaron al timbre, ella abrió la puerta:


-¿Puedo entrar? – dijo Lucita con la cabeza agachada.
-Sí…-respondió Pau.
- Te traigo unos regalitos por lo de ayer…
- No hacía falta, estas más loca, ¿El qué es?-dijo Pau con intriga.


Eran un paquete de vasos, por los que se habían roto la noche pasada, y dos jarrones muy parecidos a sus antiguos jarrones rotos. Pau se quedó boquiabierta porque no se lo esperaba. La dio un gran abrazo y una enorme sonrisa que decía:


-Ahora verdaderamente me doy cuenta de quién es mi amiga.
-Tú sabes perfectamente que eres mi mejor amiga… lo que no me gusta es que lo hayas dudado… espero que no se vuelva a repetir.


Inés se hechó nuevas amigas y no quiso saber nada más de ellas dos. Lucita y Pau ahora tienen dieciocho años y han tenido sus peleíllas como cualquier amiga pero nunca dejaron de quererse.

martes, 8 de diciembre de 2009

Las inseguridades de Luci

El sol se abría paso entre las nubes dando comienzo así a un día espléndido. La orilla de la playa empezó a llenarse de sombrillas y toallas multicolores. Ese día comenzaban las vacaciones de Tito, Luci y demás compañeros. Decidieron salir de la posada y explorar aquel magnífico entorno que les rodeaba: árboles paradisíacos, pájaros revoloteando de un lado para otro, graznando libremente, felices… se apreciaba un aire puro y limpio, lejos de la contaminación a la que estaban acostumbrados. Tras esos bosques y selvas se encontraba una playa inmensa, rodeada de acantilados y rocas peligrosas. Sin embargo, Taylor, el monitor, les prohibió rotundamente acercarse a ella; les dio instrucciones para llegar a playas más tranquilas, donde las olas del mar rompían de un modo más pacífico. Llegaron pues a playas en las que quien conseguía extender la toalla por completo era afortunado; estaban a rebosar de gente y les costó encontrar un hueco donde pudieran instalarse todos juntos, unos al lado de otros. Finalmente lo consiguieron. Todos querían darse un baño, excepto Luci, que puso la excusa de que prefería ponerse morena. Esto en cierto modo era verdad, ya que pensaba que así acabaría por interesarle al chico que le gustaba; pero la verdadera razón era que tenía la regla.
Luci era una chica tímida y poco popular. Los chicos apenas se fijaban en ella y, la verdad, es que su físico dejaba mucho que desear, pero es que su carácter introvertido no la ayudaba nada. Estaba llena de inseguridades y miedos y se avergonzaba por cualquier tontería. En realidad se sentía como una chica rara y un tanto ridícula.
-Alcánzame la bolsa, haz el favor, que tengo ahí la crema.
-Yo te la busco- dijo él.
-No; no me curiosees- lo cogía por un brazo-. Dame esa bolsa Tito…
-Me divierte fisgar. ¿Tienes secretos Luci?
-¡Tito, venga, no seas cotilla y pásame ya la maldita bolsa!- le pegó un empujón tan fuerte que Tito casi se golpea la cabeza contra el suelo.
La mayoría de las veces nadie entendía las reacciones de Luci, todos se preguntaban por qué se pondría tan nerviosa por una tontería como aquella.
-Tú lo has querido- Tito cogió la bolsa y la volcó sacudiéndola haciendo saltar por los aires todas las pertenencias de Luci.
El mp4, el móvil, las llaves de la habitación, la dichosa crema, un bikini seco, las gafas de sol y varias compresas acabaron esparcidos por la arena. Luci enrojeció al instante y le dedicó a Tito una mirada de odio.
-¡Eh, chicos, mirad la verdadera razón por la Luci no quiere bañarse!- el chico que le gustaba señaló las compresas.
Todos empezaron a soltar carcajadas, no por el hecho de que tuviera la regla, sino porque le daba vergüenza decirlo. Luci echó a correr avergonzada y no paró hasta que se encontró a salvo en la habitación del hotel.
Nada más cerrar la puerta se puso a llorar desconsoladamente. Se sentía humillada por todos, pero lo que más daño le hizo fue la burla de aquel chico que tanto le gustaba. Cuando se tranquilizó un poco pensó que no era más que un prepotente, un guaperas popular, chulo y artificial que sólo se fijaba en el cuerpo de las chicas, pero que le daba igual que fueran estúpidas o creídas. En realidad era como todos los demás, uno que busca la popularidad metiéndose con los más débiles. Pensó que la culpa era suya por fijarse en el chulo, en el prepotente, el insensible… y que en el fondo él no la merecía.
Pasó un rato, y Luci intentó convencerse de que no pasaba nada, que lo que había sucedido era una tontería sin importancia, pero lo cierto es que no paraba de darle vueltas a lo ocurrido. De repente los pensamientos de Luci se vieron interrumpidos por un golpe sobre su puerta. Luci decidió ignorarlo pero este volvió a repetirse. Se acercó a la puerta y preguntó que quién era.
-Soy un gilipollas que viene a pedirte perdón- le respondió una voz conocida al otro lado de la puerta.
Luci abrió la puerta; allí se encontraba Pablo, el chico que tanto le gustaba.
-Antes de que digas nada déjame pasar.
Luci tenía una expresión extraña: por un lado de sorpresa y a la vez timidez, pero por otro de emoción.
-Luci, lo siento de veras, me he comportado como un imbécil. No tienes por qué sentir vergüenza por esa clase de tonterías, ni mucho menos dejar que nadie te haga sentir mal por ello.
-Pablo, dime la verdad, ¿por qué has venido a disculparte?
-Bueno, yo…
-Te lo ha dicho Erika ¿no? ¿Es eso?- Erika era la única persona que sabía que a ella le gustaba Pablo.
- La verdad es que sí, pero no debes tomarla con ella, se ha comportado como una buena amiga- me respondió de un modo sincero.
- Ya, pero es que yo no quiero que nadie me pida perdón por lástima, por pena, ¿lo entiendes?
-Luci, no te estoy pidiendo perdón por eso, sino porque me he portado siempre mal contigo y no me había dado cuenta de hasta qué punto eres una chica encantadora, sensible y fantástica. A partir de ahora prometo comportarme contigo.
Pablo le dedicó una sonrisa irresistible y la besó dulcemente los labios. Luci lo perdonó al instante y cambió su opinión sobre su forma de ser. A partir de ahí sus vacaciones mejoraron por momentos. Por fin salía con el chico que tanto le gustaba y cada vez se sentía más integrada en el grupo y más segura de sí misma. Esas vacaciones que tan mal habían comenzado, se convirtieron en las mejores de su vida, y todo gracias a Tito y a su querida amiga Erika. De no ser por ellos, Pablo no se habría fijado jamás en ella.

Cronicas del mar

Esperaba la llegada de una persona importante, y lo único que deseaba era que no tardase ni un segundo más, porque no soportaba tener que pasar ni un segundo más en esa celda. La celda estaba inundada por un intenso olor a salitre, eso me trajo viejos recuerdos a la mente, de cuando embarque por primera vez hacia la aventura, por amor. Por aquel entonces estaba prometida a un viejo cincuentón, rico y ambicioso, pero no me quería casar, pues yo estaba enamorada de un joven misterioso. Nos solíamos ver en el puerto de Campeche, una vez a la semana y algunas veces ni eso. Ese joven se llamaba William y era de más o menos mi edad, decía que era comerciante, pero yo no le creía por su extraña forma de ser. Supongo que desde el primer momento en el que le vi supe lo que era; un pirata. Pero me negué a creerlo como una necia y cuando me quise dar cuenta, ya no había vuelta atrás. Como toda persona de Campeche, William se entero de que estaba prometida a un rico cincuentón que se acababa de que dar viudo. Así pues vino a mi casa una noche. Se presentó en el jardín y tiró chinitas a mi ventana, hasta que me asome, y al ver que era él baje al jardín. Me recibió con los brazos abiertos y me abrazo. Después me pregunto lo que todo el mundo sabía y él también, y al saber que era verdad lo que se decía por ahí maldijo en voz alta y procuro no perder los nervios, no sin un gran esfuerzo. Cuando se hubo tranquilizado volvió sus ojos a mí, y con ternura dijo: Ahora, Sally, elige, huir conmigo o quedarte aquí, ser rica y no temer nunca por tu vida. Me tendió una mano gentilmente y yo la acepte sin pensarlo tres veces. Así fue como empezó mi vida en el mar, junto a la persona a la que yo quería. Y así empezó mi vida como pirata.





Ahora, lloro ante este recuerdo, pues mi amado había sido ejecutado por piratería, y yo correría la misma suerte tarde o temprano. Pero al fin y al cabo, yo elegí esta vida.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Cosas de hermanos

-Alcánzame la bolsa, haz el favor, que tengo ahí la crema.
-Yo te la busco- dijo él.
-No; no me curiosees- lo cogía por un brazo-. Dame esa bolsa, Tito.
-Me divierte fisgar. ¿Tienes secretos, Luci?
-¿A tí que te importa?- contestó Luci, tan borde como siempre. (Luci tenía dieciseis años y Tito siete y no se llevaban muy bien.) Se echó la crema y se metió en el agua.
Tito, aprovechando que su hermana no miraba, cogió la bolsa, la abrió y empezó a buscar algo, sin saber el qué. No encontraba nada importante, sólo había pinturas. Siguió buscando y debajo de todas las pinturas estaba el móvil de Luci. Tito sabía lo que le molestaba a su hermana que alguien tocara su móvil pero tenía curiosidad y lo cogió.
Luci salió del agua y fue a la toalla donde estaba Tito.
-¿Tú no te bañas o qué?- preguntó Luci a su hermano.
-No,no...creo que voy a ir a dar un paseo por la orilla- dijo Tito nervioso por si Luci se daba cuenta de que había cogido su móvil.
Luci se tumbó en la toalla y se quedó dormida, lo cual alegraba a Tito porque podía cotillear el teléfono de su hermana sin que ésta se enterara. Se fue a dar el paseo por la orilla y mientras buscaba algo que Luci pudiera esconder. Empezó a leer los mensajes y en uno que Luci había enviado a una amiga suya ponía "Ya sé qué voy a regalar a mi hermano para su cumpleaños, un juego de los Playmobil". Al leer esto, Tito se dio cuenta de que no debería hber leido los mensajes de su hermana pero ahora ¿qué iba a hacer?. Cuando ella se lo regalara tenía que disimular fingir que no se lo esperaba, pero a Tito no se le daba muy bien disimular.
Tito volvió a la toalla y Luci seguía dormida ¡menos mal! podía dejar el móvil sin tener que inventarse ninguna excusa.
Llegó el día del cumpleaños de Tito y éste estaba muy nervioso por lo de su hermana. Luci salió de la habitación y dijo:
-¡Felicidades hermanito!
Tito la miró y vio que no llevaba ningún regalo. ¿Dónde estaban los Playmobil?
-Gracias- dijo él.
-Ven a mi habitación- dijo Luci- allí está tu regalo.
Tito le siguió y mientras iba ensayando la cara de "sorpresa" que debería poner al ver los Playmobil. Pero ¡era un regalo mucho más grande!
-Sabía que mirarías mi movil, no creas que no te conozco-dijo Luci sonriendo- así que te he comprado un regalo diferente, una bici.
-¿Una bici?- dijo Tito sorprendido de verdad- muchas gracias, ahora mismo me voy a probarla.
Dio un beso a su hermana y se fue muy contento con su regalo pero un poco avergonzado por haber cotilleado a Luci. Se prometió que no lo volvería a hacer nunca más.

Agustina y el Duende

Nos encontramos en pueblo de Asturias. A nuestro lado Agustina, una anciana de esa zona, su cara estaba surcada con mil arrugas, unos ojillos pequeños y expresivos.
Llevaba a sus espaldas una carga de leña, que no dudó en dejarla a un lado para acomodarse y contarnos una historia. Empezaba así: “yo tendría nueve años y recuerdo como si hubiera pasado hoy, esos tres días en los que apareció aquel tío. Venía volando, a no mucha altura, y perseguido de dos luces redondas e intensas.
Casi nunca hacia ruido, pero a veces gritaba, nos daba mucho miedo. La gente se apelotonaba en aquella oscura plaza.
Un día lo vimos posarse muy cerca del cementerio, daba unas vuelta alrededor y se volvía para una casa de allí, estábamos muy asustados, todos teníamos miedo. Luego hubo un día que ya no volvió más y por eso se quedó con el nombre del Duende. Dicen que el cura del pueblo lo expulsó y que llego a pelearse con él, pero eso ya no lo se, lo que sí que se es que era pequeño y feo como un mono. Nunca podré olvidarlo… "
¿Creemos a Agustina, será cierta la leyenda del Duende? Comentad.

Cambio de planes

Esa noche me costó dormir por los nervios que tenía, porque al día siguiente iba a ser un día muy especial. Teníamos previsto un viaje a Segovia, para visitar los monumentos y disfrutar de un día agradable con la familia.
Mi despertador sonó el primero, y a los pocos minutos, los demás.
Nos vestimos, huele a tostadas…¡Que rico! Bajamos al salón y desayunamos todos juntos.
Cogimos los abrigos, abrimos la puerta y… estaba todo blanco, hacía daño a la vista, era algo inesperado ,increíble, ¡fue fantástico!
Después de unos intentos conseguimos que el motor del coche empezara a sonar, ponemos las cadenas e intentamos avanzar, pero era imposible.
Lo dimos por imposible, nuestros planes cambiaron. Nos decidimos a coger los esquís y disfrutar de la espectacular nevada. Fuimos a un sitio que tenía unas cuestas con una inclinación considerable.
Ya estábamos en lo más alto, nos toca bajar. Al principio, avanzar era muy difícil, pero una vez que el camino ya estaba hecho era todo mas fácil.
No veíamos el peligro que corríamos, porque estaba nevando cada vez más.
Nos fuimos por donde habíamos venido.
La cosa cada vez se ponía peor.
Nos costo llegar a casa, porque nos atrapó una fuerte ventisca. Intentábamos avanzar pero dábamos un paso hacia adelante y dos hacia atrás.
Finalmente y no se cómo llegamos a casa y allí estaba mi madre, que nos había preparado… ¡chocolate calentito con unos churros!
Por eso, antes de preparar alguna visita, o actividad es mejor ver el tiempo que nos deparará y así adecuar el tipo de actividad.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Cuando salí del instituto aquel día no sabía bien lo que me esperaba, estaba tan contenta… ¡por fin viernes! Fui charlando con mi amiga Elena acompañándola hasta su casa y me marché después a la mía. Ya delante de la puerta me di cuenta de que me había dejado las llaves por la mañana, y es que con la emoción de que mi madre tenía que irse por unos días y yo me quedaba sola, dueña de la casa, pues se me olvidaron.

Después del disgusto inicial, me dije que tendría que ir a casa de mi abuela, ella tenía una copia de las llaves, de modo que allí me encaminé. Después de llamar fuerte e insistentemente, (mi abuela es un poco dura de oído), salió una vecina que me dijo que no estaba, que se había ido con mi tío José Luis a Madrid a pasar el fin de semana.

No tenía llaves, no tenía el móvil, no tenía dinero para llamar a mi tío o a mi madre...
Fui a la casa de mi amiga Elena, ya a punto de echarme a llorar, la llamé pero no contestaba nadie, unos niños vecinos suyos me dijeron que había salido con su madre a comprar. Me senté en la acera y me dispuse a esperar pacientemente. Se oyó un trueno y unas gruesas gotas de lluvia empezaron a caer, me pegué a la pared para no mojarme demasiado, me sentí como un perrillo abandonado.

Ya se estaba haciendo de noche y estaba muerta de hambre, d frío y de cansancio cuando por fin llegó Elena, le conté el asunto, le dije que me prestara el móvil para llamar a mi madre, cuando marqué su número y me salió esa voz odiosa que dice “el móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura”, me eché a llorar sin poder evitarlo. No tenía mas familia que mi abuela en el pueblo, mis otros tíos vivían lejos y no sabia ni cómo ir.
Mi amiga se lo contó a su madre y finalmente me invitó a quedarme en su casa hasta que mi abuela volviera. Lo que no sabía entonces es que se fue para pasar todo el mes con mis tíos, y mi madre no vendría hasta el martes de la semana siguiente.

Cuando por fin pude hablar con mi madre y le expliqué lo que había pasado no se le ocurrió otra cosa que chillarme: “¡mira que te lo tengo dicho, mira siempre si llevas las llaves antes de salir de casa!”.
Como no era cuestión de quedarme en casa de Elena tantos días, mi madre resolvió mandarme una copia de las llaves por correo. Un gasto que tendría que pagar de mi hucha, por supuesto, menuda era mi madre.

Ya ha pasado tiempo de este caso y mi madre sigue diciéndome de vez en cuando “¡mira que te lo tengo dicho!”, pero ya nunca más por las llaves.

FIN

La casa misteriosa


Estaba al final de la calle, entre una antigua librería que estaba cerrada hacía años y un solar donde solían acudir los gatos a los que una anciana iba a darles de comer todos los días. Ella no tendría miedo seguramente, era demasiado vieja, pero nadie, nadie en todo el barrio se había atrevido a entrar, ni tan siquiera acercarse al umbral de la puerta de gruesa madera despintada.

Se contaban muchas historias sobre ella, por ejemplo: la de aquel matrimonio tan joven, con dos niños pequeños que estuvieron viviendo allí un verano. La mujer, joven y hermosa empezó a enfermar nadie sabe de qué, y a los pocos días murió sin que su desesperado marido pudiera hacer nada, se quedó viudo con los dos pequeños a su cargo, hasta aquel día funesto en que a un camión le fallaron los frenos y fue a parar al solar, allí se estrelló contra los restos de un muro, justo donde los dos pequeños estaban jugando.
Se escuchaban sus lamentos día y noche, hasta que se convirtieron en aullidos y una madrugada vino una ambulancia y se lo llevó. No volvimos a verlo.
Pasaron dos años antes de que la inmobiliaria consiguiera vender la casa de nuevo.

Esta vez era una respetable pareja de ancianos, de aspecto bondadoso y amable. Ella tenía el pelo teñido de un azul plateado, lo que denotaba una coquetería inusual para su edad, él paseaba todas las mañanas hasta el parque, al otro extremo de la calle, apoyado en su bastón con el puño de plata, le daba un aire muy distinguido. Por las tardes salían los dos cogidos del brazo sonrientes, apoyándose el uno en el otro.
Una mañana los encontró la asistenta: ella estaba en su cama con un tajo en la garganta por donde se había desangrado. El estaba sentado en una silla frente a ella, se había pegado un tiro en la sien.

Muchos vecinos se habían mudado de casa porque decían que por la noche se oían lamentos y ruidos extraños, a pesar de que nadie la habitaba.
Otros iban de noche con grabadoras y artilugios extraños para captar, decían, el espíritu de los fantasmas de la casa.

En el instituto se hacían apuestas sobre quien sería el valiente que se atreviera a pasar una noche en la casa. Todos nos lo tomamos a broma, hasta que llegó aquel chico nuevo rumano, y para que le aceptaran en el grupo aceptó la apuesta.

Yo misma le acompañé, como casi todos los de mi clase, la noche anterior hasta la puerta desvencijada. Llevaba un saco de dormir, una linterna, un bocadillo y un móvil.

A la mañana siguiente que era domingo, fuimos ansiosos a esperarle a la puerta, (la apuesta era dormir y permanecer allí hasta la salida del sol)
Cuando llevábamos más de diez minutos esperando y todos nos temíamos lo peor, se abrió la puerta y apareció cerrándola tras de si, apenas le reconocimos: tenía el pelo blanco y la cara pálida como la de un muerto, después de estar un rato parado ante la puerta echó a andar como un sonámbulo con la mirada perdida, sin vernos, sin ver nada. Alguien había ido a llamar a su madre a quien oímos gritar llamándole: “¡ Bogdan, Bogdan, que te han hecho hijo mio”!!Se lo llevó arropándolo con su abrigo, bajo su brazo, él se dejaba llevar sin decir palabra, nosotros, en silencio y a una distancia prudente, les acompañamos hasta su casa. Cuando se cerró la puerta supe que nunca más volveríamos a ver a Bogdan.
Y así fue, efectivamente.

La casa sigue deshabitada desde entonces, yo paso cada día por delante de camino al instituto, a veces me paro a observar a los gatos del solar y me miran de una manera fija y misteriosa, como si supieran algo que nadie más sabe.

FIN

El paso del tiempo

Allí estaba, sentado en un banco del parque, intentando recordar de qué le sonaba aquella mirada viva e ingenua, esa sonrisa dulce y risueña, aquel rostro arrugado que le resultaba extrañamente familiar. Estaba seguro de que la había visto en algún otro sitio, pero no conseguía recordar ni cuándo ni dónde. Seguía ensimismado en sus pensamientos cuando algo le interrumpió. Se trataba de un niño de unos cinco años que jugueteaba alborotadamente persiguiendo a un perro bastante más grande que él. El niño gritaba y corría hacia el perro intentando agarrarle de la cola, pero éste era más rápido y el pequeño no conseguía darle alcance. Finalmente el niño se rindió y dejó en paz al perro. Cansado de tanto correr decidió sentarse al lado de aquel señor que le parecía tan serio. Se quedó observándole durante un buen rato.
-Oiga señor, ¿cómo es posible que siendo tan viejo parezca tan aburrido y amargado?- preguntó con un descaro que no era propio de un niño de cinco años.
Ricardo, el señor, se quedó sorprendido por aquella pregunta tan maleducada y a la vez sincera. No supo qué responder. Se quedó callado mirando al frente e intentó ignorar a su nuevo acompañante.
-¡Pablo cariño, no molestes a la gente, venga, vete a jugar con los demás niños!- le animó aquella señora tan misteriosa.
-Si no le estoy molestando abuela, sólo estábamos charlando.
Ricardo no desaprovechó la ocasión y decidió preguntarle al niño a cerca de su abuela.
-¿Es esa tu abuela? Parece realmente encantadora.
-Si que lo es- respondió el niño convencido-, me lleva todos los días al parque y me prepara tarta de chocolate para merendar.
-¡Qué suerte! Y ¿Cómo se llama?- intentaba averiguar algo que le hiciera recordar- Es que voy a pedir una como la tuya estas navidades.
-Se llama Alice, pero las abuelas no se piden por navidad, además eres demasiado viejo como para tener una- Ricardo empezaba a sentirse molesto por el carácter tan espabilado que tenía ese niño.
Alice… se quedó pensativo durante unos segundos. También el nombre le resultaba familiar pero no conseguía recordar por qué.
Estaba anocheciendo, las nubes cubrían de lleno el cielo y empezaba a hacer frío.
-Venga Pablo, vámonos. Es hora de volver a casa- Se apresuró a decir su abuela.
Alice fue hasta el banco en el que estaban sentados y le tendió el abrigo a su nieto. Antes de marcharse le dedicó a Ricardo una dulce mirada y una tierna sonrisa.
Entonces Ricardo lo recordó todo. Esa sonrisa tan agradable y aquellos ojos tan sinceros le hicieron desvelar el misterio. Recordó las noches tan divertidas que había pasado junto a Alice, todas las aventuras vividas a su lado, el amor que había sentido por ella… Había pasado mucho tiempo, y su cuerpo ya no era tan esbelto, su cara no tenía una piel tan perfecta, y su pelo no estaba tan largo como antes; pero su mirada permanecía joven, llena de vida y esperanza.
Quizá aquel niño tenía razón; se había convertido en un viejo aburrido y amargado desde que tuvo que separarse de ella. No había conseguido rehacer su vida porque cada noche que pasaba soñaba con que volvía a encontrarla. Su único deseo había sido pasar el resto de su vida con ella. Pero los años fueron pasando y sus esperanzas desvaneciéndose. Hacía ya un tiempo que no pensaba apenas en ella, que conseguía distraerse yendo a aquel parque y viendo jugar a los niños. En realidad el siempre había deseado tener hijos e incluso nietos, pero sólo si era con ella. En cambio Alice había aprovechado bien el tiempo. Seguramente viviese feliz al lado de su marido y rodeada de su nieto. No parecía haberle echado mucho de menos, y ese día, Ricardo estaba seguro de que no le había reconocido, es más, de que ni siquiera le sonaba su cara. Éste tenía ganas de gritarle que era él, Ricardo, y que la había estado esperando durante toda una vida, que nunca había vuelto a amar a otra mujer y que quería recuperar el tiempo perdido. Pero entonces volvió a recordar que aunque él la había esperado y amado en sueños, ella había rehecho su vida con otro hombre. Ricardo sintió una tristeza inconmensurable y un agudo pinchazo en el pecho le cortó la respiración; sintió decepción, rabia e incluso traición. Decidió no volver nunca más a ese parque, pensó que no le haría ningún bien volver a ver a Alice. Tenía miedo de cómo reaccionaría al verla, quizá le contase toda la verdad; no quería hacerle daño por nada del mundo y, en el fondo, se alegraba de que no hubiese sufrido tanto como él; pues, después de todo, seguía amándola.

sábado, 5 de diciembre de 2009

LA DESCONFIANZA

-Alcánzame la bolsa, haz el favor, que tengo ahí la crema.-Yo te la busco -dijo él.-No; no me curiosees -lo cogía por un brazo-. Dame esa bolsa, Tito.-Me divierte fisgar. ¿Tienes secretos, Luci?
-Yo ¿secretos?, ¿qué te hace pensar eso?.
-Llevas unos días un poco extraña, ya no compartes conmigo nada, ni una sonrisa.
-Pero como puedes decir eso, me cansas, todo el día igual.-dijo ella mientras se echaba la crema.
-Puf, se lo que te pasa, estas con otra persona y no quieres decírmelo ¿eh?.-dijo con un tono de dircursión.
-Pero que me cuentas, si eres tan desconfiado será porque tú estás haciendo lo mismo y crees que yo soy igual, pues para tu información, no, no estoy saliendo con nadie, pero sabes lo que te digo, que esto ya terminó.-dijo Lucy, después dio un portazo.
Él se quedo asombrado, no pensaba que Lucy iba a reaccionar así por lo que abrió la puerta y salió corriendo detrás de ella.
-Ei Lucy espera, no te vayas por favor.-pero ella no contestó y continuo andando.
En un principio Lucy iba a vivir en la casa de sus padres pero sus hermanos no la dejaban vivir en paz. No duro 2 semanas, cuando alquiló un piso en el centro de Madrid.
Él se encontraba solo, quería volver con ella, pedirle perdón, y continuar con su vida como antes, los dos juntos de nuevo.
Buscó a Lucy y se enteró de que se había alquilado un piso por un amigo de su hermano, busco en una guía de teléfonos, y la encontró. Ese mismo día fue a su casa.
- Hola Lucy, ¿qué tal estas?.
-Bien, ¿qué quieres?
- Me gustaría hablar contigo y pedirte perdón, se que fui un desconfiado pero ese mismo día tuve un problema en el trabajo con el jefe.
- Mira quién es el que oculta secretos.¿tienes algún secreto Tito?-preguntó Lucy.
-Ese era el único, te lo pensaba contar pero… ¿me perdonarás por todo esto?
-Estas perdonado, pero hagamos una cosa, nos contaremos todo, no dejaremos nada atrás, ¿esta bien TITO?
-De acuerdo, volvamos a casa.
Así nunca más volvieron a desconfiar el uno del otro.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Alejandro Kulak

El conde Alejandro Kulak nació en Bohemia el año 1755, y fue bautizado un día que hacía un viento siniestro. Cayeron de las árboles un número insospechado de hojas secas y la comitiva del bautizo quedó atemorizado por el presagio. Aunque el bautizo siguió celebrándose los invitados estaban atemorizados. ala ceremonia terminó sin ningún acontecimiento raro. Pero después de unos años se supo que este bautizo tan siniestro dejó secuelas al pequeño conde.
Elconde no era como un niño normal, él en vez dee jugar con muñecos, se iba a su cuarto ha ver películas de muertos. Su cuarto estaba pintado de rojo y adornado con posters muy desagradables. Los posters eran de personas asesinadas. los años pasaban y el conde cada vez era más raro. No tenía amigos y se llevaba muy mal con sus padres. Solo le gustaba estar solo y ver películas de muertos. Su locura llegó al punto de hacerle matar a la gente. El conde no era responsable de sus actos ya que no podía impedirlos. Le encantaba la sangre, por eso comía carne cruda.
El conde no podía soportar la vida a la que le estaba llevando su locura y terminó suicidándose a las 27 años.

un raro verano

Después del baño nos tendíamos sobre la hierba y atrapábamos alguna "mantis religiosa" y otros bichos. luego se levantaba el viento dulce, y nos recorria un escalofrío. Esto pasaba todos los días.
Aquel verano estaba en Bernal un pequeño peblo a las afueras de Ciudad Real. Allí conocí a un grupo de amigos. Todos los días nos íbamos a bañar. Pero un día cuando nos estábamos bañando se levantó un viento muy siniestro. No era como el de otros días y los bichos que veíamos otros días no los vimos. Nos empezó a resultar un poco raro pero no lo dimos mucha importancia hasta que oímos un ruido extraño. Nos empezamos ha asustar y nos fuímos al pueblo. la gente del pueblo estaba muy rara, era como si algo raro hubiera pasado. Me llamaron mis padres y me dijeron que nos teníamos que ir del pueblo. yo no sabía la razón por la que nos íbamos y mis padres no me lo quisieron decir. Nunca me han dicho porqué nos fuimos tan rápido del pueblo aunque yo se lo haya preguntado muchas veces. desde entonces no hemos vuelto a ir a Bernal.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Alcánzame la bolsa, haz el favor, que tengo ahí la crema.
-Yo te la busco -dijo él.
-No; no me curiosees -lo cogía por un brazo-. Dame esa bolsa, Tito.
-Me divierte fisgar. ¿Tienes secretos, Luci?
-y dicho esto Tito se llevó un buen capón.
¿Qué, ya estas contento?-ay, jolines, no hay derecho-estate quieto o nos vamos a casa rapidito.
A si estaban de día de noche. Luci era una madre soltera que tenía que soportar al pesado de su hijo, que nunca se portaba bien. Recordaba con cierta apatía los momentos que le había ocasionado el pequeño diablillo. Cómo una vez que decidió que sería buena idea meter al gato en el microondas porque hacía frío, o la vez que prendió fuego a la casa de sus vecinos con mechero diciendo que es que un duende le había dicho que lo hiciera. estaba ya harta, a si que decidió llamar a "supernany" para que le ayudara. Pero la dijeron que no les apetecía irse hasta Málaga solo por que un niño quemará una cosa o dos.

así pues se quedo con el problema.


CONTINUARA(si se me ocurre algo)

TIEMPO

Volodos miró fijamente a la imagen, se dio cuenta de que ya no era aquel niño pequeño, se quedo pensativo. Vio como su vida pasa por sus ojos, nunca se paró a pensar en lo que se había convertido. Cuántas vidas perdidas por su culpa, pero ya era demasiado tarde. Salió de la habitación y se cruzó con su jefe, se miraron detenidamente y cada uno siguió su camino. Salió a la calle y se puso a recordar. Media hora después se fue a casa.
El día siguiente se decidió, iba dejar su trabajo y a empezar a trabajar en una ONG para compensar el daño que había hecho, ya lo había decidido, iba ir directo a su jefe y a decírselo. Pero al llegar su jefe le dijo:"volodos tengo una nueva misión para ti y espero que no me falles si no ya sabes lo que te pasará; y de repente se le olvidó de un plumazo lo que le iba a decir, a si que decidió que haría la misión y luego se retiraría. Y llegó a Madrid, donde había quedado con su compañero. Se encontraron a la puerta del congreso de los diputados, Volodos quería saber cuál era el plan, pero se le negó la información. Le dijeron que entrara mientras le daban una pistola, se puso muy nervioso, no sabía de qué iba, el solo se metió ahí porque le habían dicho que tenía que salvar a euskadi, y se negó a continuar, pero era demasiado tarde: había comenzado un tiroteo con los guardias e iban perdiendo; en un último por hacer algo bueno empezó a disparar a sus compañeros. El resultado final fue una derrota innegable que resultó con Volodos muerto.


MORALEJA: no te metas en ETA

martes, 1 de diciembre de 2009

EL TIEMPO

El tiempo se detuvo. El tiempo avanzó tan deprisa que adelantó a la luz de tus ojos. El tiempo se hizo tan eterno, durante aquel segundo, que hasta dolía. El tiempo sacó a luz la verdad de la naturaleza, e hizo que tus manos se alejaran de las mías. Si alguna vez hubiera deseado algo, no habría parecido nada comparado con el deseo de poder jugar con el tiempo. Retroceder y vivir de nuevo. Una sola vida no es suficiente, no para nosotros. A nuestro amor aún le quedan tantas cosas por vivir. Y mientras lloro, solo puedo intentar no mirarte. Tumbado y frío. Sin aliento y sin voluntad. Después solo un hueco en la tierra, y otro en mi corazón. Luego gente. Todos en fila, todos de negro, todos se acercan a mí y después se alejan. Me dan la mano, un fuerte apretón, como quien quiere transmitir calor y protección. Como si fuera posible que una de sus cálidas manos, llegara a derretir el hielo que se apoderaba de mi corazón. Como si alguna, tuviera el secreto del tiempo, que intenta darme, pero se resiste a caer. Como si por esas manos, él fuese a volver, el tiempo a retroceder hasta el día en que te vi por primera vez. Si un solo roce pudiera devolverme un beso tuyo, me aferraría al tacto humano. Solo por un segundo más. Porque ahora lo sé. Ahora el tiempo es mío, solo mío y de nadie más. Y ahora sí, podemos pararlo en el justo instante en que te aproximes a mí. Ni demasiado cerca ni demasiado lejos. Lo justo para poder rozarte, para poder sentir tu cálido aliento, lo único que podría dar calor a mi alma. Y ahora todos se van. Un recuerdo más de mi soledad, de mi falta. Y lloro de nuevo y esta vez es de rabia, de odio, de impotencia. ¿Dónde estás tiempo? ¿Dónde estás, que te acabas y apenas te despides? Y mientras los dueños de esas manos, que parecían tan dolidas, vuelven a su vida y salen de ese disfraz de amargura que solo es cierto en mí. Yo, la única que te ha amado de verdad. La única que te añora y tiene un hueco en el corazón.
Mi casa. Nuestra casa. Vacía. La soledad en la cama y las luces apagadas, en tu memoria, esta noche, no lucirán. Permanecerán apagadas, casi tan oscura la habitación, como ese hueco, el de mi corazón y mi alma. Y aún huele a ti la almohada. Y pido al tiempo que vuelvas, que esa noche sin luna que llega, no me devuelva jamás al día. Que me guarde en su lecho, en nuestro lecho. El mejor sitio para dormir toda la eternidad. Y le pido, que al menos no se lleve tu aroma, que me lo deje intacto, para cuando en la duermevela crea que aún estás aquí. Por favor, tiempo. Solo ese pequeño oasis de tranquilidad, solo ese olor, y esa canción en el tocadiscos. Que mientras suene, yo bailaré con la sombra de nuestros destinos y dejaré que me arrastre, bailando eternamente nuestra canción, dormida, con el tiempo agotado, con el corazón lleno de mi amor, nuestro amor interminable. Incapaces de olvidarlo ni siquiera en el sueño eterno. Por mucho que el tiempo se empeñe.