A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

sábado, 19 de junio de 2010

... Y el decir adiós

Fue solo una lágrima. Y el decir adiós...




- Nada será igual. –dijo.

Y supe que tenía razón. Pero, ¿eso era algo bueno? Intenté pensar en lo que toda esta situación implicaba. Pero no fui capaz.

- Quédate por favor. –dije, y me recorrió un escalofrío.

Ni siquiera sabía por qué le necesitaba allí, pero me hizo sentirme mejor cuando asintió en silencio. Y me abrazó.

- No te preocupes, todo saldrá bien.

Y quise creerle y deseé que tuviese razón. Intenté no tener miedo. Y traté de aferrarme a aquel momento, únicamente al presente.

La tarde se pasó rápida entre silencios y sombras que dejó el tiempo al pasar por delante de nosotros. Y ninguno dijo lo que ambos pensábamos. Y ninguno fuimos capaces de mirarnos como antes.

- Te echaré de menos.

- Y yo. Pero sabes que debo hacerlo.

- Lo sé.

- Bueno, estas son cosas que pasan el día antes.

- ¿El día antes de qué?

- El día antes de la felicidad.

Y aunque sonaron a palabras vacías, y aunque se las llevó el viento, pensé que era lo único que se podía haber dicho en aquel instante.

- El día antes de la felicidad... –repitió.

Y luego guardó silencio. Casi notaba su ausencia, aún cuando estaba junto a mí.

Y casi sin darme cuenta me despertaron las luces que se colaban por las rayas de las persianas. Al abrir los ojos casi ni fui capaz de encontrar aquel sentimiento de profunda melancolía. Pero al girarme rápidamente volvió a invadirme con toda su intensidad. Me sentí muy extraña; creo que nunca en mi vida me había sentido así. No entendí por qué esta vez tenía que ser diferente. Y le miré dormido. Y le observé soñar. Y me pregunté qué le pasaría por la cabeza en ese momento. Estaba tan insoportablemente guapo que por un momento no fui capaz de entender qué hacía junto a mí. Y se me encogió el corazón. Y él suspiró en sueños. Y creí ser incapaz de irme; solo quise quedarme así para siempre. Observando su cara tan tremendamente adorable.

Al cabo de un momento sus párpados temblaron y abrió los ojos muy lentamente, como tratando de seguir sumido en un mundo de inconsciencia y sueños. Después me sonrió. Y yo, tonta y confundida, lloré. Lloré lágrimas de melancolía, mientras él me abrazaba.



Fue solo una lágrima... Y el decir adiós.

jueves, 17 de junio de 2010

lunes, 14 de junio de 2010

final no tan feliz

Era una familia feliz, vivían en un pueblo tranquilo, acogedor y con un paisaje admirable que te dejaba atónito cuando paseabas por él.
La familia la formaban, Fabián, el padre, María, la madre, Ismael, el hijo mayor y Marta, la pequeña.
Todo transcurría tranquilo y feliz en el seno de la vida familiar. Fabián, atendiendo sus terrenos, María ocupándose de la casa y de sus hijos. Era una familia sin muchos recursos, más bien pobre, pero muy felices y unidos.
Una tarde de abril, cuando Fabián regresaba del campo, se encontró con Marcelo, un antiguo amigo que llevaba años sin ver. Vestía un traje con corbata, sus zapatos estaban relucientes, estaba muy elegante, parecía alguien importante.
Después de un rato de charla, regresaron a casa de Fabián, donde María les esperaba con la cena, y sus dos hijos jugaban y reían.
Invitaron a Marcelo a cenar. Cuando todos estaban en la mesa, Marcelo dijo que tenía planes para la familia en la ciudad, donde podían ganar una gran cantidad de dinero.
María no dudo en contestar, dijo que no tenían mucho dinero, pero para ella era más importante la felicidad de su familia.
Marcelo le contesto que él solo había pensado en algo bueno para su familia.
María no se fiaba mucho de él, era un poco fantasioso. Marcelo, día tras día, le intentaba convencer a Fabián para que no dejara escapar una oportunidad como esa.
Después de mucho pensarlo deciden marcharse, pero María no estaba muy convencida de esta decisión.Ismael y Marta no quería alejarse de todo lo que les hacia felices, de sus amigos, de aquel lugar tan maravilloso. Pero no tuvieron más remedio que acatar las ordenes de sus padres.
Llegó el día que tener que Abandonar aquel lugar, fue muy triste, todos acabaron llorando.
Llegaron a aquella ciudad, tan grande, tantos coches, casa enormes, altísimas, todo el mundo corriendo de un lado para otro… fue muy duro para todos.
Los chicos no se acostumbraban a vivir en aquel sitio tan diferente, María prácticamente no salía de casa. Fabián abandonaba su casa muy temprano y regresaba de madrugada.
Prácticamente no había diálogos entre ellos.
María todas las noches le esperaba sentada, aburrida, en una butaca, medio adormilada.
Así transcurría su vida, día tras día. La tristeza y la monotonía eran las dueñas de la casa.
Ismael y marta ya no eran esos niños tan felices que llenaban la casa de felicidad y alegría.
El día 28 de marzo fue el día en el que se desencadeno todo. Eran las diez de la noche, María y sus hijos permanecía tranquilos en casa, cuando de pronto, se empezaron a oír unos ruidos extraños que procedían de la escalera. En cuestión de segundos, sucedió todo. Tiraron la puerta al suelo y entraron en la casa un grupo de policías. Uno de ellos copio a María y la apretó contra la pared, otro, a Ismael le tiro contra el sofá, y por ultimo otro cogió a Marta y la ato en la silla que estaba al lado de la cocina.
María, aturdida, rompió a llorar, pidió que no les hicieran daño, que ellos no habían echo nada.
Uno de los policías les enseño una orden de registro de su casa, y junto a ella otra de detención.
Les contó que Fabián estaba metido en negocios no muy transparentes y estaba detenido. Deberían declarar ante el juez. Pasaron tres largas horas revolviendo la casa entera. Ellos tuvieron que ver como sus cosas iban por el suelo de un lado para otro.
Horas mas tarde fueron trasladados a comisaría. Allí pasaron la peor noche de su vida.
María y sus hijos sin separarse, en un sofá apoyándose los unos en los otros.
María pedía ver a su marido, llena de lágrima. –No es posible- contestaban.
Pidió una explicación, pero nunca la obtuvo.
Desde entonces sus vidas fueron totalmente diferentes, ya que gracias al nuevo trabajo, habían perdido la felicidad y a Fabián…

domingo, 13 de junio de 2010

el día antes de la felicidad

Son cosas que pasan el día antes.

-¿El día antes de qué?

-El día antes de la felicidad.

Todos los egipcios pensaban que existía el día de la felicidad, pensaban que todo el mundo llegaría a un lugar muy especial en el que le recibirian con manjares de todo tipo, y tendría una gran casa rodeada de casas iguales en la que podría disfrutar de la vida sin la preocupación de morir algún día. Todas las personas podrían llegar algún día a lograr la felicidad, pero el día de antes de alcanzar la felicidad todo era muy distinto… La persona que se encontraba a solo un día de encontrar la felicidad ya había fallecido y estaba en plena celebración de su muerte. Le extraían los órganos, le embalsamaban y le colocaban vendas anchas por todo el cuerpo. Y después de haberle momificado se disponían a rodearle de tesoros e incluso sus mascotas que fueron sacrificadas y momificadas para que se las llevasen a un lugar en el que encontrarían la felicidad. Las clases sociales altas como los reyes tenían un ritual algo distinto. Los cadáveres de los reyes eran momificados al igual que los demás ciudadanos pero a los reyes durante dos meses se les untaba de miel todos los días y por todo el cuerpo. Después se les metía en un sarcófago que paseaban en un carruaje por toda la ciudad, bendecían con leche y cantaban canciones populares con el fin de que fuese lo más feliz en su vida en el más allá. Para terminar la ceremonia el sacerdote realizaba el ritual de la apertura de boca que consistía en abrir la boca al difunto para que pudiese respirar en el más allá. Todo eso sucedía el día antes de la felicidad.

sábado, 12 de junio de 2010

La felicidad de otra manera

Estaba recostada sobre mi costado viendo la televisión, ya que esta barriga no me dejaba hacer mucho más, cuando me alcanzó un dolor repentino en el estómago. Acudí al teléfono. Llamé a Ángela:
-Ángela no me encuentro bien, y me preguntaba si podrías venir.
-Claro, en 10 minutos estoy ahí, escúchame no te muevas de donde estás.
Mientras esperaba a que viniera me entretuve mirando la gran barriga que tenía y que estaba deseando se me quitara pronto.
Cuando llegó Ángela me mandó sentarme en el sofá, junto a la ventana y llamó a María y a Jesús, mi madre y mi marido , para que vinieran.
Mi madre y Jesús vinieron al momento y los cuatro fuimos al hospital, en todo el camino no me había dejado el dolor en el estómago.
En el hospital el médico de guardia me ingresó, para tenerme en observación durante unos días. En esos días me hicieron muchas pruebas. Después de hacerme una ecografía llamaron a Jesús y a mi madre. Estuvieron como una hora hablando en el pasillo, suponía yo, ya que no me dejaban moverme ni un milímetro. Cuando entró Jesús traía una cara de preocupación, me asusté, le miré y él solo me dijo:
-Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?-pregunté yo
-El día antes de la felicidad.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Que mañana podremos coger por fin a nuestra hija.

Al día siguiente muy temprano me llevaron al quirófano, donde me durmieron entera,por lo que no me enteré de nada.
Me desperté en una habitación del hospital. No estaba sola, estaba mi hija,mi madre y Ángela, según me dijeron Jesús había ido a desayunar y a descansar un poco, porque había estado en el hospital desde que me ingresaron.
Mi hija era morenita con los ojos de color marrón claro y el pelo rizado aunque estaba corto.

Menuda despedida...


El día siguiente teníamos una boda, y como es habitual, la noche anterior nos fuimos de despedida de solteros.
La cosa pintaba bien, al principio nos fuimos todos a casa de un amigo. Eso era pronto, lo fiesta no había hecho nada más que empezar, y todos estábamos ansiosos de salir a la calle a algún bar o a otro sitio para divertirnos.
Todos pensábamos que la noche iba a ser especial, pero no tuvimos en cuenta que el que se casaba, Pedro, no era de los fiesteros.
Eran más o menos las 2 de la mañana cuando echamos a Pedro a la calla y desde la ventana le arrojamos un cubo de agua para que se animara un poco. No había problema por que era verano, y ese agüita aunque fuese a las 2 de la mañana venía de lujo.
Cuando se animó, salimos todos a la discoteca Russuss. Era una discoteca bastante famosa y pensamos que era perfecta para despedida de soltero de Pedro.
Iba a empezar a amanecer y le dijimos que se fuese a casa, que si no iba a estar muy cansado para su gran día. La noche había sido perfecta, pero hubo un contratiempo. Pedro iba tan borracho que besó a una chica que había en la discoteca inconscientemente y cuando le vimos después, estaba llorando en el baño. Nos decía que se arrepentía de lo que había hecho, y dijo que no se podía casar. Me acuerdo perfectamente que Juan, uno de los que fuimos a la despedida de soltero, le dijo a Pedro cuando llegamos a casa: Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
Parece ser que se tranquilizó un poco más, pero creo que no estaba seguro de la que hacer.
Al día siguiente, o mejor dicho una cuentas horas después, vimos a Pedro dar el sí a la novia y todos nos quedamos más aliviados, porque pensamos a a lo mejor no iba a casarse con ella por un pequeño contratiempo.

viernes, 11 de junio de 2010

Aquel día

Nadie estuvo allí para verlo, solo yo, pero si lo hubiera contado me hubieran creído más loco de lo que ya estoy. Todo empezó cuando María salió de la tienda, yo la vi salir y bajar los escalones con infinito cuidado, como si estos fueran de mantequilla, y cuando por fin estuvo en la acera siguió su camino como si nada, como si todo estuviera bien, pero a mi no me engañaba, a la demás gente tal vez, pero a mi no, hacía 10 años que la conocía y sabía perfectamente cuando le pasaba algo, pese a que era una mentirosa innata. Por esta razón la estaba siguiendo, yo estaba muy preocupado por ella, hacía semanas que no me cogía el teléfono, y la última vez que lo hizo dijo que tenía prisa y que se tenía que ir, pero no la creí, se la notaba nerviosa, así que lo volví a intentar más tarde, pero no hubo respuesta y así un montón de veces, hasta que me cansé de esperar y decidí esperarla en el portal de su casa para vigilar sus pasos, de esa forma llegué a esa tienda vieja y roñosa de aquel pueblo perdido en la montaña. Ella caminaba aparentemente normal, pero había algo en su forma de andar que me llamaba la atención, así que la seguí hasta un parque en el que se sentó en un banco, como si esperase la llegada de alguien importantísimo que llagaba tarde, pero según pasaban los minutos me di cuenta de que María parecía hablar, pero no había nadie a quien pudiera hablarle, así que me acerque a ella con mucho sigilo para oír lo que decía o murmuraba. Me escondí entre dos árboles que estaban detrás del árbol y agudice el oído bien ya que hablaba en voz muy baja, ella decía algo así como que tenía que huir por algún asunto que no llegue a oír, porque entonces una voz de hombre habló, pero no había nadie más por ahí y lo curioso es que respondía a María, y que esta miraba a un punto indefinido prestando mucha atención, luego no seque paso, por que la voz del hombre me había dejado perplejo, pero salí de mi estupor en el momento en el que María rompió a llorar diciendo un montón de cosas sin sentido para mí, decía que no quería huir que quería quedarse con los suyos, mientras que el hombre invisible le decía que debía separarse de los suyos sin dejarles la más mínima esperanza de volverla a encontrar. Aquello que oí aquella tarde lo guarde para siempre en mi memoria, para motivarme a la hora de intentar volverla a encontrar, para no creer que me había vuelto loco, pese a las miradas de temor y pena de la gente que pensaba que había muerto el día siguiente a este fatídico día.

La elección

Me desperté sobresaltada. Estaba temblando y apenas podía respirar. Salí de la cama con cuidado y me dirigí hacia la cocina. Allí estaba mi madre tomando el desayuno. Al verme tan mala cara me preguntó qué me pasaba. Le dije que estaba muy nerviosa y que no podía dormir a causa de los exámenes, pero no me creyó. Yo nunca me había puesto nerviosa por ningún examen, es más, para ella yo era un completo desastre. Me dijo que si no iba a contarle lo que me pasaba que inventara una excusa mejor. Al final decidí contarle todo; de principio a fin. Le expliqué que me había enamorado del chico nuevo de mi clase y que él me correspondía. El único problema era que yo tenía novio, llevaba con él un año y medio y la verdad es que le quería bastante. No sabía qué hacer y esto me angustiaba. Si tardaba en decidirme al final los perdería a los dos. No entendía cómo mi novio se había enterado de todo esto; en cuanto lo supo me dijo que tenía que escoger. Yo sabía que me quería, pero empezaba a cansarme de estar con él. Todo era siempre igual, parecíamos casi un matrimonio. Yo necesitaba cosas nuevas, vivir aventuras, disfrutar de la juventud. No estaba dispuesta a pasar el resto de la vida así. Mi madre me escuchó atentamente. Cuando hube terminado me dijo que si no estaba segura de mi relación con Marcos, mi novio, que lo mejor era que nos separáramos, que cuando se duda es por algo y que si no quería dejarle era por apego, pero no por amor. Debía enfrentar la situación y comportarme como una chica madura y responsable. Me aconsejó que hablara al día siguiente con mi novio y le explicara la situación.
-Si tanto te quiere lo entenderá- me dijo.
No sabía cómo se tomaría todo esto, pero me propuse hacer caso a mi madre. Era joven y debía disfrutar la vida y experimentar cosas nuevas. También pensé en hablar con el chico nuevo y en contarle lo ocurrido.
***
Por la noche, antes de irme a la cama estaba más nerviosa que nunca. No tenía ganas ni de comer, ni de dormir. Mi madre, al verme tan histérica, intentó tranquilizarme:
-Son cosas que pasan el día antes- me dijo.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad; ya verás que en cuanto te sinceres con ellos te sentirás aliviada y muy contenta de haber hecho lo que debías.
-¿Y si me estoy equivocando?
-Debes hacer lo que te dicte el corazón.
Esta respuesta me hizo estar segura de mi elección; decidí asumir el riesgo y prepararme para vivir una nueva vida, llena de aventuras, amor y felicidad.

jueves, 10 de junio de 2010

El día antes de la felicidad

Me había levantado muy temprano porque tenía muchísimas cosas que hacer, pero mi estado de ánimo estaba por las nubes, era la víspera de mi boda.
Una ducha fría para espabilarme, zumo de naranja, café y croissant.
-Pero hija, come más despacio que te va a sentar mal…
Como siempre mamá cuidándome como si aún fuera una niña, en ese momento pensé que quizá echaría de menos sus mimos constantes.
Cogí el coche y todo lo veloz que me lo permitían las normas de tráfico partí hacia el centro de estética, primera parada: manicura y pedicura, limpieza profunda de cutis, y masaje para quitar las células muertas y activar las vivas para estar guapa el día de mañana, después sesión de rayos uva para quitar un poco la palidez invernal.
-Queda un poco triste para una boda-me había aconsejado la esteticista, lástima que le hiciera caso porque en el escote me quedó una mancha de un color bastante más oscuro que la cara.
Segunda parada: la modista para la última prueba del vestido. A duras penas pude meterme dentro.
-Pero Irene ¿Qué has desayunado hoy?
-No me creyó cuando se lo dije, y yo no le creí a ella cuando me dijo que me tomó las últimas medidas a la perfección.
-No pongas esa cara que esto tiene fácil solución, es un par de centímetros nada más, hoy estás a base de agua y una manzana, es un truco de mi sobrina Lorena, no falla.
Malhumorada y muy preocupada pensando en el probable desmayo el día de la boda a causa del ayuno me fui a la peluquería para verificar que el moño que tanto me gustaba podría llevarlo sobre mi cabeza, tenía un pelo tan liso como un folio en blanco y el efecto de los rulos no me duraban más de una hora.
-Vamos a tener que hacerte un moldeado, no me mires así, es que si nó no hay manera- confiando pues en el buen hacer mi peluquera de siempre, y la de toda la vida de mi madre, esperé pacientemente a que el mejunje hiciera su trabajo. Me quedé horrorizada cuando vi mi antes lisa y brillante melena convertida en algo así como un plato de espaguetis refritos.
-Tranquila, es normal en tu pelo, te va a quedar un moño de fábula.
Efectivamente el moño quedaba fantástico, pero no me veía con ese moño durante el tiempo que volviera a tener mi pelo natural, es decir dos años como poco, ¡ay Dios mío, que mal iba el día y solamente eran las dos y media!
Sin hacer caso de la recomendación de la modista me metí en un MacDonals y pedí la doble especial, y después un helado de nata con chocolate caliente, me merecía un premio.
Llamé a Roberto, mi futuro marido, y una voz extraña me contestó al otro lado:
-Hola gariño, ¿gomo llevas el día?
-¿Roberto? acerté a preguntar.
-Sí, soy yo, anoche debí de coger algo de frio y tengo un poco de gadarro.
-¿Un poco?, pero Roberto ¡que la boda es mañana!.
-No te preogupes gariño, estoy tomando un garabe que me gurará en un par de horas.
Desesperada puse rumbo a casa, a mi dormitorio, a tomarme un tubo de tranquilizantes y poder dormir dos días seguidos, y despertar para poder recordar este día como una pesadilla.
Me imaginé del brazo de papá por el pasillo alfombrado de flores, caminando hacia el altar, y todas las miradas puestas en la mancha oscura de mi escote, con la cara roja a fuerza de contener la respiración para no estallar el vestido, y finalmente con Roberto diciendo el “Sí, guiero” con esa horrible voz gutural mientras moqueaba sobre mi mano al ponerme el anillo.
En la loca carrera hacia mi habitación choqué contra mi madre, que me abrazó y me dijo dulcemente:
-Tranquila hijita que te voy a hacer una tila para los nervios.
- Pero es que tú no sabes…, no sabes…
No pude continuar y me eché a llorar amargamente sobre su hombro.
-¡¿Pero qué diablos pasa?!, acudió mi padre al oír los lamentos de su retoño.
-Nada Enrique, no es nada, son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad- respondió mi madre, y me besó en el pelo estropajoso con afecto maternal.

lunes, 7 de junio de 2010

LOS ESTRAGOS DEL ALCOHOL

Este era un mozo de cuadras, un muchacho rubio de facciones simétricas, alto, que siempre lleveba un movimiento airoso como si se tratara de la más alta realeza. Tendría unos 19 años y su aficción básica consistía en acudir todas las tardes a la taberna más cercana en cuanto tuviera un descanso. Un día volvió a casa borracho como una cuba, y su ama le pidió que lavara los platos ya que la criada estaba enferma, y para el asombro de su pobre ama tan solo fue capaz de dejar 2 platos que no se hubieran hecho trizas al contacto con el suelo; lo que al mozo le hacía mucha gracia pero a la ama no. Llegado este punto los amos, al ver que no era posible controlar el alcoholismo del pobre muchacho, le ingresaron en los tercios de Flandes. Se lo comunicaron una noche que volvía de las fiestas del pueblo, y su estado se resumía en una frase que repetía constantemente (probablemente por que no entendía nada): "me parese e'tupendo".Asi pues al día siguiente se levantó a las 5 de la tarde con una resaca infernal en una carroza camino aFlandes sin acordarse de nada. El primer día al llegar se emborrachó con etanol rebajado que encontró en un barril que se quedó. Insultó a su oficial al mando diciéndole que era un homosexual(no siendo estas sus palabras textuales) lo que le condenó a tener que hacer las labores de limpieza de los baños de las bodegas de los barcos.
Harto de esta situación se fue con su barril a la ciudad más próxima, y decidió que para entar en la ciudad, que mejor idea que beberse el barril entero y asi no tener que llevar peso. Al llegar a esta ciudad comprobó que estaba siendo invadida por los holandeses, pero él pensaba que era solo un juego, asi que se puso a tirar piedras a un soldado holandés que no se lo tomó muy bien y le rebanó el pescuezo.



FIN

sábado, 5 de junio de 2010

La calle destruida

Recuerdo aquel día trágico y amargo. Nadie podía comprender cómo me sentía.
Unos meses antes me había llegado una carta del ayuntamiento anunciando la destrucción de mi calle; decía que pretendían modernizar el pueblo y que debían tirar todas nuestras casas viejas para hacer otras nuevas. Yo no me lo podía creer y fui a hablar con mi vecina. Ella me dijo que también estaba al tanto de la noticia. Juntas fuimos al ayuntamiento a pedir una explicación. Después de esperar durante largo rato nos recibió el alcalde, aunque de mala gana. Al principio estábamos muy nerviosas y no hacíamos más que gritar. Nos invitó a sentarnos y nos tranquilizó. Nos dijo que aunque tiraran nuestras casas nos darían una mejor, pero nos advirtió que tendríamos que pagar algo de dinero porque las nuevas eran mucho más caras. Mi vecina y yo empezamos de nuevo a chillar y le dijimos que nosotras no queríamos una nueva casa, que nos gustaba la nuestra y que nadie nos echaría de allí. Además yo no tenía suficiente dinero para pagar lo que pedían por la renovación de la vivienda. El alcalde dijo que lo sentía mucho pero que la decisión ya estaba tomada; después se levantó y salió de su despacho. Intentamos detenerle porque no estábamos satisfechas con su repuesta, pero se fue tan rápido que no tuvimos oportunidad de darle alcance.
Un mes antes de la tragedia nos llegó una nueva carta anunciando que embaláramos nuestras pertenencias y que las lleváramos al hostal “Avenida”, donde podríamos permanecer gratuitamente hasta la construcción de las nuevas viviendas. Yo estaba indignada y seguía sin creerme que el alcalde pudiera hacernos una cosa así. Convoqué una reunión con el resto de los vecinos y ninguno estábamos de acuerdo con el alcalde. Intentamos volver a hablar con él pero no nos dio cita. Iba retrasándolo, decía que estaba muy ocupado y que no podía atendernos. Yo sé que lo único que quería era evitarse problemas con nosotros.
Decidimos no embalar ninguna de nuestras pertenencias y esperar a que llegara el día indicado. Nos encerramos en nuestras casas y colgamos carteles a modo de protesta. Los trabajadores que manejaban las máquinas no podían comenzar con el derrumbamiento si nosotros estábamos dentro. Entonces llamaron al alcalde y éste llegó enseguida. Trató de convencernos uno a uno pero no hubo manera. Los trabajadores no tuvieron más remedio que marcharse. Ese día celebramos por todo lo alto que les habíamos ganado la partida. Pensamos que estando unidos nadie podría destrozar nuestras casas. Pasaron varias semanas. Ya pensábamos que el alcalde había comprendido que era imposible llevar a cabo su plan cuando, de repente, ocurrió la tragedia:
-¡Fuegoooo, fuegoooo…!- oí que gritaba uno de mis vecinos.
Me levanté de la cama y vi una gran llamarada junto a la cocina. No me había dado cuenta pero me estaba ahogando con el humo. Ni siquiera tenía fuerzas para gritar. Salí lo más rápido que pude de mi casa. Allí, en el portal, se respiraba mejor. Llamé por el telefonillo a todos los vecinos y grité lo mismo que mi vecino. En menos de cinco minutos todos estábamos en la calle. Las casas ardían lentamente. Los tejados se iban desplomando. Se oía el sonido de las tejas cuando caían y chocaban contra los muebles y el suelo. Llamamos a los bomberos pero tardaron mucho en llegar. Lo suficiente para no poder hacer nada por salvar nuestras casas.
Nunca investigaron la causa del incendio; decían que era imposible averiguarlo porque todo había quedado completamente destruido. El alcalde dijo que seguramente habría estallado una bombona de butano; pero yo estoy segura de que no fue así. Podría jurar quién fue el autor de ese fuego que destrozó mi vida y la de mis compañeros. El ayuntamiento aun tuvo el valor de decir que si les hubiéramos hecho caso conservaríamos nuestras pertenencias. Ese día se quemaron todos mis recuerdos, todo el trabajo de una vida. Aún así doy gracias a Dios por estar viva; muchas veces me he preguntado qué habría sido de mí si no hubiera oído gritar a mi vecino. Prefiero no pensarlo. Lo vi como una segunda oportunidad que me había dado la vida. Así que decidí no desaprovecharla con lamentos. No les concedería ese gusto. Me hospedé en el hostal “Avenida” mientras buscaba una casa humilde y barata donde poder vivir. Pocos vecinos pudieron permitirse pagar las nuevas viviendas que construyeron en aquella calle que ahora llaman “La calle destruida”.

Melancolía en las familias

Vivíamos todos en la gran casa que los abuelos tenían a las afueras del pueblo, tenía delante un pequeño jardín con rosales y hortensias y en la parte de atrás un huerto que, cuando vivía mi abuelo, parecía un pequeño paraíso poblado de toda clase de frutales. Me recuerdo de pequeña comiendo fruta a cualquier hora, uvas amarillas, negras, blancas, melocotones, caquis, manzanas de color verde, o rojo, o amarillo, nectarinas, sandías, melones... La lista sería interminable, ahora daba pena verlo, asilvestrado y con los frutales sin cuidar.
Nos mudamos allí mi madre y yo después de que mi padre muriera en un accidente de avión, nos acogieron con mucho cariño mis abuelos, mi tía la soltera, mi tío que acababa de divorciarse, mi tía-abuela, que vivía allí desde que quedara viuda y finalmente Crescencia, que era la señora que ayudaba en los quehaceres domésticos y que también se quedó a vivir con mis abuelos cuando su marido murió de un cáncer de pulmón y sus hijos le pusieron pegas para pasar temporadas con ellos, se sentía tan sola...
Recuerdo la infancia tan feliz que tuve, ajena a las tristezas y a la soledad de los demás habitantes de la casa, mi padre murió cuando yo tenía dos años y apenas tenía recuerdos de él, mi abuelo fue para mí el padre que tuve desde entonces. Era un hormbre alegre y vigoroso que siempre encontraba tiempo para jugar conmigo, contarme historias, y leerme cuentos a la sombra del magnolio, me hizo un columpio en una gruesa rama de la vieja higuera, la de los higos blancos y dulces que luego mi abuela tendía a secar en el desván, y fue siempre tan cariñoso y paciente conmigo porque mi madre, que seguía sumida en la tristeza, no podía serlo.
Por eso, cuando murió mi abuelo sentí que el mundo se venía abajo, yo tenía doce años y aunque seguía siendo una niña me di cuenta del alcance de la tragedia de su muerte, hacía tiempo que había observado que aparte de ocuparse de mí, atendía igualmente los achaques de la abuela, que siempre anduvo un poco delicada, y a la tía Consuelo, ya mayor y achacosa también que se pasaba el dia suspirando con el nombre de su difunto marido en los labios, siempre tenía una palabra de ánimo, de consuelo para ella, del mismo modo que daba ánimos a mi madre, que gracias a su ayuda iba saliendo adelante, no se olvidaba de mi tía la soltera, cuya melancolía permanente se debía a la muerte de su novio una semana antes de la boda, se encerraba en su cuarto a veces y, vestida con el traje que hubiera debido de llevar el día de su boda, se pasaba las horas asomada a la ventana con la mirada perdida. Mi abuelo se encargaba de hacerla reír con sus bromas y de que se sintiera aún joven y bonita con sus piropos.
Mi tío tampoco se salvaba de la tristeza que le llenaba de espinas el corazón sobre todo después de hablar con su hija, ya mayor, a la que veía muy poco desde que dejara de ser una niña, entonces pasaba los veranos con él, y sentía mucha añoranza por aquellos veranos que ya no volverían.

Ahora era yo, cuando paseaba por el huerto descuidado, la que me dejaba vencer por la melancolía, por esa profunda tristeza que te invade el corazón aposentándose en él como una blanda y gris capa de polvo.

Melancolía Del Pasado

Ojos negros, inescrutables, misteriosos. Manos fuertes, pero suaves contra mi piel. Sonrisa cálida. Pelo rubio, al viento. Tus labios rozaban los míos, me estrechas fuerte, tu cuerpo contra el mío. Tus suspiros de amor a flor de piel. Y tu voz llega hasta mí, junto con la cálida brisa marina y el sabor dulce de la mañana. Ese sonido áspero que tanto he añorado. “Mírame...”



Y abrí los ojos. Fue como un nuevo renacer. Un amanecer desconocido, que asomaba por la ventana. No supe qué día era ni lo que me esperaba a continuación. No sabía qué hacer ni adónde ir. No sabía nada que no incluyese esa habitación de hotel. Me giré. La voz de mis sueños aún resonaba en mis oídos. Los recuerdos aún se agolpaban en mi mente. Pero había dormido más horas seguidas de las que lo había hecho durante años. ¿Dónde estaba la diferencia? En aquellas noches en la playa, también él estaba a mi lado y no era tan fácil pederse en la inconsciencia de los sueños. Le miré y lloré por dentro. Él no era a quien yo deseaba a mi lado. Su pelo castaño pardo, los suaves rizos que se deslizaban por su cara, tranquila en sueños. Y sabía que si sus párpados se levantaban, quedarían al descubierto unos ojos verdes, en lugar de los negros que yo amaba, los tuyos... Tampoco era justo para él, le quería y estaba segura que merecía algo mejor que yo, que pasaba noches apasionadas junto a él cuando en cambio soñaba con otros brazos.
Solo tú sabes lo mucho que te he amado, y también conoces mi debilidad por Henry. Pero sin ti, nada a vuelto a ser igual. Al parecer él tampoco se había olvidado de mí durante todo este tiempo. Me sorprendió más que a ti verle aparecer ante mi puerta. Tan guapo como siempre, tratando de ocultar el pasado para no traer viejos fantasmas con él. Apenas habló, con una mirada bastaba entre nosotros, como siempre había sido. “Te he escrito una canción...” dijo. Y yo, aturdida idiota, comencé a recordar...   


Me levanté en un silencio casi sobrehumano, fruto de nuestras expediciones secretas en aquella casa. Un escalofrío me recorrió al ver la nevada ciudad de Nueva York bajo mis pies. A lo lejos, Central Park y un poco más allá, se podía ver el mar. Y no pude evitar volver a ver lo ocurrido aquel día, imágenes grabadas a fuego en el interior de mis párpados, que me castigaban y me herían. ¿Por qué? ¿Por qué? Se lamentaba ahora mi corazón, pues a mis ojos no les quedaban lágrimas que derramar.

jueves, 3 de junio de 2010

EL DÍA ANTES DE LA FELICIDAD


Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?- preguntó Paula
-El día antes de la felicidad , cuando consiga el graduado.
Presiento que el fin de éste curso escolar marcará el principio de una nueva etapa en mi vida. Ojalá que pueda irme a estudiar fuera y poder hacer lo que más me gusta, bailar.
Por una parte se que echaré de menos a mi familia, el pueblo ...y sobre todo, la academia dónde llevo estudiando danza toda mi vida junto con mis 'compis' y mi profe.
Quién diría que una actividad que me hacía pasar el tiempo, se haya convertido en tal obsesión.
La verdad es que mis posibilidades, aquí en el pueblo, son nulas, por lo que deberé hacer un cambio drástico.
Por una parte parecía que el destino estaba en contra de mi decisión. Primero no encontraba un centro dónde bailar éste verano, no podía hacer suficientes horas de baile a la semana, mi material no llegaba... Incluso hizo tal destrozo a mi mente que no me dejaba comer y por lo tanto tenía que sentarme cuando hacíamos chainés.

Quizás algún día consiga entrar en el conservatorio y poder estudiar lo que a mí más me gusta. O alomejor pueda entrar en el Instituto Universitario de Danza.

Nada será fácil. Se que me someteré a un gran esfuerzo físico pero sobre todo mental. Aún así,

se que seré mucho más feliz que cualquier empresario con gran poder adquisitivo o que el ciudadano que aspira a tener tal poder, porque para una bailarina ese no es el objetivo. La meta de la bailarina que baila por pasión es subirse a un gran escenario y levantar a los espectadores de sus butacas, evadirles del mundo exterior, emocionarles.

Lo único que tengo claro es que lo intentaré con todas mis fuerzas y nunca me rendiré. Espero que mi única limitación sea la muerte, porque si no es así, nunca conseguiré mis objetivos. Todo el esfuerzo no me serviría para nada, y sobre todo, nunca hubiera sido una bailarina verdadera.

miércoles, 2 de junio de 2010

una gran investigación

Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
Y es que como decía mi abuela todo lo malo tiene su lado bueno, solo hay que dar tiempo para que todo se solucione, y para ello hay que mirar todos los problemas de frente, echándoles un “par” sin dejarse abatir, con firmeza y así lograremos la felicidad.

Con estos propósitos salí de mi casa desafiante, nada podría conmigo. Trataría de convencer a todos mis colaboradores en mis propuestas. Esto me lo repetía a mi mismo, tratando de recordar los gestos y palabras que había ensayado durante horas en el espejo de mi casa. Cuando salí a la calle, buscando un taxi, vi un día maravilloso. Eso me animó mucho más, parecía que todo me iba a salir bien y con este estado de ánimo me dirigí al centro de investigación. Allí estaban mis colaboradores, los que me ayudaban con los gastos que suponían mis investigaciones. Estos gastos eran muchos y hasta ahora habían obtenido pocos resultados beneficiosos. Pero ahora estaba convencido de que todo estaba llegando a un fin, solo necesitaba más dinero y unos pocos días más. Pero al ver sus caras creo que me va a resultar muy difícil convencerles, pues se nota que están muy enfadados. Este descubrimiento está resultando más difícil de lo que en un principio imaginé. Después de muchas conversaciones y discusiones he logrado convencerles, me dan el dinero, pero quieren que mañana esté todo terminado, asíque no tengo otra alternativa, trabajaré todo el día y todo la noche. En el laboratorio todo sigue igual, tendré que poner más calor para que las bacterias aceleren sus procesos, más luz en las plantas, agua más suave en las incubadoras, taparé esto con una tela mojada para que no se endurezca y mientras tanto observaré a los animales, para ver si se produce algún cambio.
Al amanecer veo que el milagro está sucediendo, lo he conseguido, estoy muy cansado, pero mis trabajos han sido todo un éxito, dentro de unas horas será de día y lo tendré que presentar ante mis colaboradores. Para ellos será un gran día, pues con mi descubrimiento serán ricos, que digo ricos, serán millonarios. Yo lograré un gran prestigio como científico, todos los centros de investigación querrán tenerme en su plantilla y no tendré que sufrir más recortes de presupuesto en mis investigaciones. Lo mejor de todo, de lo que no me quiero olvidar, es que el gran beneficiario de todo esto será el hombre, la humanidad.