A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

domingo, 29 de noviembre de 2009

PASADO

Aquella primavera había llegado adelantada y espléndida. Quizá la felicidad que abundaba en mi vida en aquellos momentos, ayudó a que los árboles en flor, pareciesen aún más bellos que las otras primaveras. Si no hubiera sido por ese pequeño miedo que guardaba en secreto en mi interior, mi todo habría sido completamente perfecto. Henry, había comenzado a salir con una chica del otro curso, Eva. Era bastante simpática y parecía que le hacía olvidar todo lo que pasó entre nosotros. Hannah, aún suspiraba por las esquinas, soñando con el día en que se atrevería a acercarse a Fede y decirle lo que pensaba. Es probable que incluso, esos suspiros, hubieran aumentado con la llegada de la primavera. Aunque, por supuesto, a mi, me daba ganas de vomitar, con solo imaginarme juntos a Hannah y Fede, pero eso no era asunto mío. Además, todo mi tiempo, lo dedicaba a pensar en otro tipo de cosas, sobre todo en una cosa en particular, mi milagro personal: Víctor. Claro que, ese pequeño asunto que me preocupaba, también tenía que ver con él. Cuando aquella tarde le enseñé la foto que había encontrado y él me contó el principio de lo que parecía un secreto muy bien guardado durante años, no había conseguido sacarme ese estúpido presentimiento de la cabeza. Ayer, decidí investigar por mi cuenta. Subí por la ventana y me colé en la sala azul. No sé cuánto tiempo estuve allí, pero finalmente, tras mirar en todos los cajones y rincones que se me ocurrieron, me senté en la cama. Y, al bajar la mirada, allí estaba. Lo que había estado buscando, una pista, algo que me dijese que lo que llevaba rondando por mi mente, era cierto o, en el mejor de los casos, fuese un simple fruto de mi imaginación. Y allí estaba, su nombre, bordado en la colcha. “Carolina Hades”.
Carolina. Ese era su nombre. Oí sus palabras en mi mente, claras, precisas. “Se llamaba Carolina. Es decir, se llama Carolina. Aún está viva...” Hice unos cálculos rápidos. Esa foto era de hace sesenta años, por lo que Carolina, tendría ahora unos setenta y cinco años. Todo encajaba. Era ella estaba segura. Y aunque creí que tener esa certeza me ayudaría a resolver mi comedero de cabeza, solo lo empeoró.

Esa es la razón por la que esta mañana, me he presentado en la puerta de su casa. Aproveché que Henry y Hannah tenían otros planes, que mis primos no iban a venir esa tarde y que Víctor estaba ocupado con algún asunto que no había querido contarme, para intentar aclarar todo aquello. Me abrió tranquila y no se sorprendió en absoluto de verme allí, pero tampoco dijo nada. Así que, decidí hablar yo:

- Sabes que no voy a dejar de intentar descubrir qué es lo que ocultas en tu casa...

- Sí, y tú sabes que yo no voy a dejar de intentar impedírtelo...

- Sí, pero ahora, necesito una tregua. Necesito hablar contigo.

Asintió y me dejó pasar dentro. Me acompañó al salón y yo no pude dejar de mirarla. Intentaba imaginármela como la chica de la foto, joven y sonriente. No pude. Era incapaz de ver más allá de esa cara que tantas veces había temido en la oscuridad de una de las “habitaciones prohibidas”. De esos ojos llenos de dolor y de odio. Para mí, ella siempre sería H, nunca Carolina. O eso creía. Pero entonces, nos sentamos a la mesa y H se sentó justo delante de mí.

- Es por Víctor, ¿verdad?

Y algo pasó por sus ojos al pronunciar su nombre. Fue solo un instante pero, de repente, lo vi claro. Vi a esa chica, tan parecida a mí, ahí sentada. Sin ningún lugar a dudas, lo supe. No entendí cómo no me había dado cuenta antes. No supe si sonreír o echarme a llorar.

- Sí, es por él. Encontré... una foto.

- ¿Nuestra?

Asentí.

- Sí. –dijo. –Fueron buenos tiempos. Pero eso acabó hace ya muchos años. De todas formas, nunca te creas lo que dicen, el tiempo no te hace olvidar. En mi caso al menos, no lo ha conseguido.
- ¿Qué...? –no me atrevía a preguntar lo que quería. Había tantas cosas que quería saber. Decidí empezar por el principio. -¿Qué pasó?

- Es una larga historia.

- Tengo tiempo.
- Está bien... –suspiró. –Todo empezó hace aproximadamente sesenta años. Yo vivía aquí con mi familia, que no pasaba por buenos tiempos. Conocí a Víctor en un... viaje, por llamarlo de alguna manera. No se por qué, pero en cuanto le vi, supe que jamás podría olvidarme de él. Por aquel entonces, yo todavía era una niña tonta que creía que la vida guardaba muchas sorpresas para mí. Los días siguientes, comencé a observarle de lejos, sin que él se diera cuenta. Al menos eso era lo que yo creía, pero Víctor, siempre se da cuenta de todo. Así que una tarde comenzamos a hablar. No conseguía sacarme sus ojos de mi cabeza. Era como una especie de hipnotismo. Lo que había entre nosotros dos, no era normal. Era algo raro. Algo especial y único. Supongo que tú entenderás a lo que me refiero. Ni siquiera en los libros había visto jamás una relación como la nuestra. Pero, yo no le conocía. No sabía nada de su vida. Todo era un completo secreto que me estaba prohibido conocer. Nadie sabía nada de él. Parecía haber surgido de la nada, un príncipe azul que se había materializado para mí justo en ese momento.
Solíamos pasear por el campo durante horas y horas, a veces, bailábamos entre las flores, reíamos bajo la sombra de los árboles y algunos días, íbamos más allá de las colinas, hasta las playas del norte a correr con las olas y buscar estrellas de mar. Todo en aquel mundo que había creado, aquella vida que parecía perfecta, sin deberes, sin prohibiciones, sin preocupaciones. Pero la vida nunca es así, nunca es perfecta. Por eso, lo nuestro era imposible. Quiero decir, el día en que cumplí dieciséis años, me lo contó todo. No sabía cómo podía ser cierto. Pero le creí. ¿Cómo no iba a creerle? Fue en ese momento, cuando se comenzó a derrumbar todo mi mundo. Tenía doscientos veinticinco años, y aparentaba apenas quince. Crecía un año, por cada quince que pasaban. Eso es lo que él era. No era humano. No era como yo. Y supe que no podíamos seguir así. Obviamente, él jamás creyó que su condición, fuese un impedimento para nosotros. Pero yo no podía... no podía obligarle a soportarme toda una vida. A estar a mi lado, a dejarle ver como yo envejecía cada día. Le has visto ahora, aparenta diecinueve y yo, setenta y cinco. Parezco su abuela. Es horrible, ver cómo me mira, con qué fragilidad me trata. Por eso corté toda relación con él, hasta el año pasado. Supe que no podría mantenerte lejos de mi casa yo sola, y solo se me ocurrió pedirle ayuda a él. Además, necesitaba verle una vez más. Solo que, no imaginé, que tú y él... ya sabes... No te culpo ni nada, es solo que, no me gustaría que acabases como yo. Después de darle la libertad y casi obligarle a marcharse, intenté volver a encontrar esa sensación que me provocaba cuando estaba cerca, intenté enamorarme de nuevo. Pero el amor ya no era bastante, no después de haber tenido “eso” y haberlo perdido. Muchas fueron las ocasiones en que pensé llamarle. Decirle que había cometido un error. Pero... no pude. ¿No lo entiendes?

Lo entendía. Era ese seguramente, el dolor que había eclipsado siempre su mirada. El que le había hecho envejecer sola, viviendo de los recuerdos de tiempos mejores. Había muchas cosas extrañas en la historia que había contado. Demasiadas preguntas sin respuesta. Tuve miedo. Su historia, era tan parecida a la mía con Víctor, que casi me asustó. Parecía una versión de mi vida. Solo recé para no terminar igual que H, que Carolina. Entonces ella, continuó:

- De todas formas, no fue eso lo único que hizo que mi vida quedara destrozada. Todo lo que ocurrió, fue culpa mía. Jamás debí empezar con aquello...

- ¿Qué quieres decir?

- Bueno, eso es otra historia.

Parecía realmente perdida en sus recuerdos. Debía haber tenido una vida más dura de lo que creía. Aún tenía una pregunta que hacerle. Una muy importante.

- Entonces Víctor, ¿qué es?

- No sé si...

Entonces un gran ruido nos llegó desde el pasillo. Como si hubiese un huracán dentro de la casa y una honda se expandió por el aire, agitándolo y dejando una extraña sensación en la sala, como una ondulación del espacio, una pequeña dilatación y retracción de las paredes. Algo que me parecía haber sentido otras veces, pero de manera más lejana y difusa. Repentinamente, Víctor apareció en la puerta.

- ¿De dónde vienes? –pregunté.

H y Víctor se miraron. La duda asomó en sus ojos.

- De ningún sitio...

- Claro, y yo nací ayer.

Le miré con el ceño fruncido, pero la seriedad de su mirada oscura, me hizo callarme y sentirme inoportuna. Miró a H.

- ¿Qué hace ella aquí?

- Nada.

Víctor levantó una ceja.

- ¿Nada?

- Sí, nada.

- No parece nada.

Solté una pequeña risa. No pude evitarlo. Su conversación era tan infantil y absurda. Los dos me miraron como si me hubiera vuelto loca, como si me hubiera reído en un funeral o algo así. Así que bajé la mirada y me callé.

- Te dije que no...

- ¡No le estaba haciendo nada!

- ¿Entonces qué coño hace aquí?

Decidí intervenir:

- Yo solo he venido a hablar de...

- ¡Calla! –me dijo H.

- ¡Déjala que hable!

- Yo creo que me marcho. –dije.

- No, quédate, por favor. –miré a Víctor.

- Mejor me voy.

- No en serio...

Negué con la cabeza. Entonces miré a H. A la que había sido Carolina en otros tiempos. Una flor marchita por el tiempo pasado recordando, sin vivir, sin amar de nuevo de verdad. Pero ahora, ya no era esa chica de la sonrisa con hoyuelos.

- La tregua ha terminado. –le dije.

Y aún pude echar otro vistazo al fondo de esos ojos, aún pude ver un atisbo de aquella otra vida, de aquella chica, antes de salir de la habitación con un suspiro contenido y muchas preguntas aún en la cabeza, que tendrían que esperar.

sábado, 28 de noviembre de 2009

A buscar níscalos.


Es Sábado. Me levanto de la cama y lo primero que me dice mi madre es, que a las doce nos vamos a ir al pinar a buscar níscalos.
El caso es que el día siguiente tengo un exámen de Ciencias Naturales y tengo que estudiar, por que aunque haya estudiado, no me lo se bien todavía y también quiero al bosque.
Primero voy a desayunar por que son las once y todavía no me he vestido. Mi madre me dice que si que puedo ir a buscarlos con ellos pero que me tenía que llevar el libro para estudiar por el camino.
Entonces hago eso, me cojo el libro y me lo voy mirando por el bosque. Entre unas cosas y otras me sirvió de poco, ya que estaba más pendiente de todo menos del libro.
Entonces empezó a llover y tuvimos que salir corriendo para llegar al coche.
¿nos vamos a casa? le dije a mi madre, pero ella dijo, -no,vamos a ver al abuelo.
Cogimos el coche y fuimos a casa de mi tía Conchi a ver a mi abuelo, que según decía mi padre estaba malo por no sequé.
Después nos fuimos a comer.
Mi madre hizo unos níscalos y entre mi padre y ella se los comieron.
Mi hermana y yo teníamos de comer canelones pero como a mi hermana no la gusta nada de nada, mi madre la tuvo que hacerla unos espaguetis que sobraron de ayer.
Por la tarde ya no llueve así que mi madre dice que se van ellos otra vez a buscar níscalos, pero esta vez digo yo que no quería ir, que tenía que estudiar.
Mi madre me dijo que vale, que eso es lo que tengo que hacer.
A las seis de la tarde llegan a casa con una cesta hasta arriba de níscalos y les digo, -pero bueno ¿donde habéis estado?
Me dijeron que habían ido en dirección a Candeleda y que había un montón de ellos.
Me dio una rabia... ya que ami me encantaba coger muchos e ir por esa zona.
Pero en fin, tenía que estudiar, esa es la vida de un estudiante.

viernes, 27 de noviembre de 2009

un día tormentoso


¡Rápido chicas tenemos que salir de aquí antes de que anochezca!¡Estamos perdidas!¡No tenemos nada que hacer!


5 horas antes...


¡Hola Mónica, soy Claudia, cuando veas el mensaje llámame. Pi....Pi....Pi...


Bueno para todos los que no me conozcan, soy Claudia, de Lanzarote aunque estos tres últimos años estoy viviendo en un pueblecito de la península, llamado "Navalcán". Os preguntareis qué hago aquí, pues bien, mis padres tienen una empresa de seguros, llamada "LÁNZATE EN LANZAROTE", en la isla no tenía mucha salida por lo que vinimos a la península, aquí la empresa ya no se llama "Lánzate en Lanzarote" sino "Lánzate en Navalcán".


Me gusta este pueblo pero echo de menos la playa, el buen tiempo, los amigos...


Aquí en el colegio he conocido a muchas chicas muy majas, con las que estoy todo el día. Hoy acabo de llamar a Mónica pero no contesta... ¡¡¡¡RING!!!!!,¡¡¡RING!!!!

-Hola Moni, ¿qué tal? te llamo para decir que que Celia, Susana y yo vamos a ir a la cueva del gran oso, ¿te quieres venir?-Vale, ¿a qué hora?- a las 4 de la tarde, en la plaza del castillo.

-vale, hasta luego.

A las 3 de la tarde...

Que día más malo se está poniendo, no creo que podamos ir, seguro que llueve aunque yo soy muy mala para esto, siempre fallo con mis predicciones.

Después de 1 hora....

Parece que el cielo se ha despejado, bien podremos ir, huy que tarde quedan 5 minutos para las 4.

-Hola chicas, nos vamos, creo que el tiempo ha mejorado.

-si vámonos ya, estamos todas.

(LAS CHICAS ESTUVIERON CAMINANDO DURANTE UNA HORA CON DIRECCIÓN A CANDELEDA)

-hemos llegado, esta es la cueva del gran oso.-y ¿dónde está la cueva?.-no hay cueva, se llama así porque hace mucho tiempo un hombre se perdió en esta zona y cuando le encontraron dijo que había estado en una cueva con un gran oso, pero esa cueva nunca se llegó a encontrar.

-¿Merendamos, aquí?-vale, como queráis.

(ESTUVIERON MERENDANDO, DESPUÉS DE MEDIA HORA EMPEZÓ A CHISPEAR)

-Creo que vamos a tener que irnos ya.-¿eh? por unas gotitas no nos vamos a ir, podemos ir debajo de un árbol.

(FUERON A UN ÁRBOL QUE SE ENCONTRABA CERCA, LA TORMENTA EMPEZÓ A AUMENTAR Y COMENZÓ A ANOCHECER, NO ESTABAN SEGURAS BAJO UN ÁRBOL Y BUSCARON BAJO LA LLUVIA UN LUGAR PARA REFUGIARSE. ESTABAN TEMBLANDO DE FRÍO DE REPENTE...)

-Ei chicas, mirad una cueva, ¿no será la cueva del gran oso verdad?-no lo sé pero deberíamos entrar.

(ENTRARON EN LA CUEVA, NO HABÍA NADA EXTRAÑO O POR LO MENOS NO LO APRECIARON EN LA OSCURIDAD AUNQUE SE OÍAN RUIDOS UN POCO EXTRAÑOS,

DESPUÉS DE 1H Y MEDIA TERMINÓ LA TORMENTA Y CON LINTERNAS QUE TENÍAN EN LAS MOCHILAS SALIERON DEL BOSQUE. TODOS ESTABAN MUY PREOCUPADOS POR ELLAS PERO AL FINAL COMO LA HISTORIA DE LA CUEVA DEL GRAN OSO TUBO UN FINAL FELIZ.)

miércoles, 25 de noviembre de 2009

DOS PEQEÑOS RELATOS:NOCHES DE VERANO Y PRECIOSA MONTAÑA


NOCHES DE VERANO
¿Te acuerdas de aquellas noches de verano?. Aquellas en las que el tiempo se detenía cuando tus ojos miraban a los míos . O esas en los que tú me regalabas una cálida sonrisa y mi boca por embrujamiento tuyo te la devolvía. Incluso esas que tu boca se acercaban lentamente al compás de la brisa del mar , y rozaba mis tiernos labios , que hacía que me robases un pedazo de mi corazón. Quizás aquellas en las los dos nos sentábamos a la orilla del mar y tú me abrazabas fuertemente contra tu pecho.
Pero eso qué más da. Dentro de poco todo habrá acabado. Cada uno se ira a su pueblo. Ya no tendré que engañar a mis padres para estar contigo a solas, ni nos volveremos a esconder entre las palmeras de la piscina.
¿No te parece escalofriante después de haber pasado todo esto pensar que nunca nos volveremos a ver?. Quizás el año que viene si volvemos, no veremos, pero ya no será lo mismo. Jamás lo volverá a ser. A lo mejor encontraremos a alguna otra persona especial , pero juro ante Dios que con nadie podré sentir lo que contigo sentí.

TARDE INFINITA
Los pies me dolían de llevar aquellas incómodas raquetas. Sentía que tenía todo el cuerpo congelado pero a la vez estaba sudando. Todo estaba cubierto por un manto blanco de nieve y en la cumbre ni siquiera se podía distinguir su forma original debido a la acumulación de nieve.
Víctor me había adelantado unos cuantos kilómetros. No había nadie por allí y el sol se estaba empezando a poner.
De repente vi a mis espaldas una gran masa de nieve que venía hacia mí. Me quedé paralizada , mis piernas no respondían. Al instante caí al suelo y,y.....,y......, no recuerdo que pasó. Tan solo recuerdo que estaba enterrada en la nieve. Mis piernas estaban hinchadas , no las podía mover. En las manos sentía pinchazos incesables. No sabía que podía hacer.
Pasaron horas y horas. Toda posible esperanza que tuviese se había desvanecido. Pero unos minutos después escuché a alguien llamándome. Intenté gritar con todas mis fuerzas pero no conseguí nada, había perdido la voz. Aún así escuché una tenue voz que me decía- ¡aguanta te sacaremos de ahí!.
Estaba muy débil, sabía que si cerraba los ojos moriría, pero los párpados se me caían constantemente. Aquello era eterno, pero sabía que todo había pasado, me habían conseguido encontrar.
Las horas siguieron pasando y ya no aguantaba más, aún así puse fuerza de voluntad e intenté seguir con los párpados abiertos. Pasó un minuto, dos ,tres , cuatro,... . Los párpados se me empezaron a cerrar. Tardaron minutos pero al final el párpado inferior tomó contacto con el móvil.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Motor Show&Festival 2009


Abrí los ojos y pude ver la luz que conseguía atravesar las persianas. Ese día era muy especial, ya que en unas horas tomaría un autobús desde Arenas con destino a Madrid. Eran las dos menos cuarto y no tenía apenas hambre, pero tenía que comer algo. Mi autobús salía en media hora, era la hora de cargar las maletas en el coche, bueno la maleta porque solo me iba el fin de semana. Ya en Arenas, saque el billete, me despedí, y me subí al autobús. Unos minutos más tarde, el autobús se puso en marcha y lentamente nos alejábamos. Yo, como en cualquier viaje me quedé dormido. Me despertó el ruido de muchos motores, ¡ya estaba allí!. Una vez en la estación me recogió Luis, mi primo. Llegamos a casa y preparamos todo lo necesario para el día siguiente.
A la mañana siguiente tuvimos que madrugar un poco, desayunamos y salimos con muchos nervios de casa. Nos subimos al coche, salimos del garaje y nos dirigíamos a Arganda del Rey, para asistir al salón internacional de la personalización, accesorios, car audio y multimedia, concretando, al motor show & Festival 2009. Nos costó llegar al recinto ferial de Arganda, porque no conocíamos muy bién esa zona.
Una vez en las puertas, tuvimos que esperar diez largos y eternos minutos antes de que abrieran las puertas, y por fin, ya estamos dentro, en media hora empezaría la exibición de las "Fuel girls" un grupo de chicas que se dedican al mundillo de Tuning. Su trabajo consiste en exhibir un coche, lavándole, sacándole brillo… os podéis imaginar. Las "Fuel girls" consiguieron un aumento de la tempura en el público. Estuvo muy bien, exhibieron un lujoso Toyota Celica, cuyo rasgo más característico eran las descomunales llantas cromadas de 22”. Nos quedaba un poco de tiempo antes del siguiente espectáculo, y lo aprovechamos viendo los diferentes coches de la exposición. El que más me llamó la atención fue un Mitsubishi evo VIII preparado por "japan tuning", una empresa dedicada a exhibir los coches preparados con su caracteristico estilo "import". No nos daba tiempo a llegar a la exibición de break del grupo "Show Breaking Custom Noise", pero conseguimos llegar, fue algo alucinante.
Pero el momento, lo que estaba deseando era la exhibición de "drift" y del "freestyle".
Fue increíble ver como los motores rugían descomunalmente y como Andy con su Audi r8 quemaba los neumáticos a derrapes. ¡seguro que lo repetiré al año que viene!

domingo, 22 de noviembre de 2009

Grandes amigos

El tiempo fue transcurriendo, los días pasaban y él no llegaba. Isabel esperaba a Cristian, su mejor amigo. Isabel era una chica de veintitrés años, morena, de pelo liso y corto; Cristian era su amigo desde que tenía memoria, era fuerte, moreno y con los ojos verdes. Hacía mucho tiempo que no se veían, unos dos años. Para ellos fue muy difícil separarse porque habían estado juntos siempre, pero el trabajo les separó. Isabel trabajaba en una clínica para curar a los perros enfermos de la calle y Cristian era profesor de educación física. Isabel hacía unos días se había acordado de él y tenía ganas de verle…así que le llamó. Estuvieron hablando varias horas y al final quedaron en verse el día veintitrés de noviembre, en un parque a las cinco de la tarde. Isabel fue ese día, también el siguiente, pero él no aparecía. Ella le llamó, él no cogía el teléfono. Isabel no sabía lo que le podía haber pasado… estaba un poco preocupada porque sabía que Cristian nunca faltaba a una cita. Él la había dado la dirección de su casa, ella fue y allí no contestaba nadie, pero la puerta estaba abierta. Ella entró y unos hombres la cogieron, pusieron sus grandes guantes negros en su boca, Isabel empezó a gritar y a dar patadas. La metieron en el sótano de la casa, donde también se encontraba Cristian. Estaba muy asustada y se puso a llorar, Cristian la dijo que no les iba a pasar nada y la tranquilizó. No sabían cómo salir, Isabel no entendía nada, le pidió una explicación a Cristian pero él no decía nada, solo agachaba su cabeza. Isabel empezó a dar patadas a las cosas y a las puertas y ventanas pero nada, gritó y gritó hasta que la dolió la garganta, ninguno de los dos tenía móvil. Llevaban ya encerrados juntos cinco días, menos mal que en el sótano había muchas botellas de agua de cinco litros y botes de conserva. Ellos ya empezaban a preocuparse de verdad porque llevaban muchos días encerrados. Isabel sobre todo estaba desesperada. Ella le exigió que le contara que pasaba. Cristian quiso ser sincero con ella, se lo conto todo. Cuando ellos dos se separaron por el trabajo para Cristian fue un paso muy duro y cayó en el mundo de la droga. Ahora está muy enganchado y debe mucho dinero por eso le han encerrado para asustarle y que se diera cuenta de lo que le podía pasar si no pagaba. Isabel se quedó boquiabierta no se lo podía creer, empezó a llorar. Los dos se abrazaron llorando. Todas las mañanas Isabel iba a la puerta por si estaba abierta y llego el día en el que se abrió. Cristian estaba desganado no tenía ganas de vivir… pero ella le cogió del brazo y empezaron a correr y correr. Se fueron a su casa. Isabel le iba a ayudar en todo, él tuvo que dejar su trabajo durante unos meses. Isabel con el dinero que tenía ahorrado pagó la deuda de Cristian. Después de unos meses, Cristian se curó, pudo volver al trabajo y devolver a Isabel el dinero. Isabel estaba muy feliz porque había conseguido que tuviera ganas de vivir, le había sacado de la muerte. Él no sabía cómo se lo iba a agradecer. Desde aquel día Isabel y Cristian nunca dejaron de ser amigos ni un solo segundo.

INSUPERABLE DÍA


La luz del sol le arañó en los ojos. Entraba por las persianas, afilada como hojas de guadaña. Miró con gesto dolorido e incrédulo el despertador.La espera se le hizo interminable pero por fin volvería a ver a su hijo. El avión acababa de despegar de París y en unas cuantas horas aterrizaría en Washington.Se levantó de su vieja cama y llamó a su mujer. No tardaron más de una hora en arreglarse y ponerse rumbo al aeropuerto.
Por el camino fueron hablando de todo lo que harían cuando su hijo llegase.Al fin volverían a revivir aquellos simples pero significativos momentos que tan felices les hacían.
El viaje fue agotador. Tardaron un par de horas en llegar al aeropuerto y cuando creían que por fin habían llegado, pudieron ver que la entrada estaba colapsada de coches y taxis. Al cabo de unos minutos consiguieron aparcar el coche en frente de la entrada. La mujer bajó del coche en un santiamén, cogió su gran bolso y ordenó al pobre marido que se diese prisa.
Los dos fueron rápidamente a la entrada del aeropuerto y enseguida un acúmulo de personas les rodearon. Al fin llegaron a la sala de espera. Había un enorme cristal que permitía ver cómo marchaban y llegaban los aviones. En frente había una hilera de las típicas sillas incómodas de los aeropuertos y a la izquierda una máquina dispensadora de sandwiches y comida precocinada.
Tan sólo faltaban unos minutos para que el avión aterrizase y su hijo atravesase aquella puerta del fondo que si pudiese ser posible, se hubiera desgastado de tantas miradas inquietas e impacientes que había recivido.
El micrófono se abrió y una amable voz dijo: "el vuelo 417 Spanair con origen en París aterrizará en unos segundos". Al oír aquello el corazón se les aceleró, la carne se les puso de gallina y sus manos empezaron a temblar. Ese era el vuelo que tanto deseaban que llegase.
Vieron un puntito en el cielo, luego se convirtió en una mancha y mas tarde se podía apreciar que era un avión. Era aquel. Ahí estaba, por fin llegó aquel momento tan deseado.
Las ruedas estaban a unos centímetros del suelo, estaba a punto de aterrizar cuando un ala se partió en dos. El avión perdió el equilibrio y volcó. Derrapó unos cuarenta metros y terminó incendiándose.
Aquello no podía estar ocurriendo, no podía ser verdad, debía ser una mala pasada de su mente -pensó el padre, pero la amable voz volvió a hablar, " el vuelo 417 de Spanair con origen en París ha tenido un accidente, por favor, guarden la calma". Todo era cierto, ya no había marcha atrás. Sus mayores miedos se habían hecho realidad.
Ya han pasado dos años y lo único que recuerdan es el aeropuerto en el mayor silencio posible,silencio ensordecedor,un ir y venir de ambulancias y ágiles bomberos, las cegadoras luces de los coches de policías , a personas intentando que entrase en razón pero sin conseguir nada y lo peor, la amable voz diciendo "lo sentimos mucho pero, no ha habido supervivientes".

sábado, 21 de noviembre de 2009

La espera

Me llamo Milagros y tengo una hija, Ester. Tiene dos niños; por lo menos la última vez que hablé con ella. No sé deciros cómo es físicamente ahora, pero la última vez que la vi, era pelirroja con el pelo corto y liso. Hace seis años que no la veo y solo he hablado por teléfono con ella dos veces, una fue hace justo un año, por mi cumpleaños, y otra ha sido hoy, el día en el que cumplo ochenta y nueve. Me ha llamado para felicitarme y para decirme que hace un mes tuvo una niña, Celia. También me ha dicho, igual que hace un año, que va a venir a verme. " Esta tarde estamos allí". Esa frase, hoy, ya no me hacía ilusión. El año pasado me dijo que venían a comer, estuve preparando comida para los cuatro, limpié toda la casa, busqué tres camas más con la ayuda de todas las vecinas, compré sábanas, colchones... y regalos para los niños, pero no vino nadie. Hoy estaba segura de que pasaría lo mismo y pregunté a mi hija que si de verdad iba a venir hoy y que por qué no vino el año pasado. Ella me dijo que el año pasado no pudo venir porque tenía mucho trabajo pero que hoy sí que venía seguro. Yo no estaba muy convencida de que fuera verdad, pero tenía tantas ganas de ver a mi hija y a mis nietos que me lo creí. Me convencí a mi misma de que hoy sí que iban a venir, hoy sí. Hice la comida con todo mi esfuerzo aunque no estaba muy segura de que estuviera rica porque ya no me acordaba muy bien de qué cosas había que echar y mis temblorosas manos tampoco ayudaban mucho. Bajé del desván, con la ayuda de mis vecinos, las tres camas y una cuna que era de Ester. Limpié la casa y compré regalos para los niños, esta vez tres. Me senté en el sillón con una sonrisa de oreja a oreja y muy nerviosa pensando en que iba a ver a mis nietos por primera vez y a mi hija después de seis años. Estaba anocheciendo, una parte de mí sabía que ya no vendrían pero la otra pensaba que a lo mejor Ester había salido tarde del trabajo, o había atasco en la carretera, o los niños se mareaban y tenían que parar... Pasaron varias horas más y Ester no llegaba, me asomé por la ventana a ver si veía algún coche pero nada, mi hija no venía. Yo tenía la esperanza de que viniera, asi que no me fui a la cama. ¡Quería ver a mi hija! No quería esperar un año más a que llamara para felicitarme y para decirme que iba a venir. Yo quería que viniera hoy, porque tenía muchas ganas de verla y porque no sabía si dentro de un año seguiría aqui... Me volví a sentar en el sillón mirando a la puerta, esperando que alguien diera un golpecito. Mientras, el tiempo pasaba...pasaba...

Un día especial

Era un día de verano que amanecía con un espléndido sol veraniego. Me levanté de la cama y me vestí. Recuerdo que ese día me puse una camiseta amarilla y unos pantalones de chándal azules,también las deportivas y bajé a desayunar. Me tomé un vaso de leche con colacao y una tostada con mermelada de frambuesa. Subí las escaleras para coger el ordenador y me fui a casa de Nacho, mi vecino. Nos pusimos a jugar a un juego online entre los dos y se nos pasó la mañana como si fuera un segundo. Cuando salimos, nos dio el sol en la cara y nos deslumbró. De repente, vemos que Álvaro, Taum y David, iban a empezar a jugar a un juego de mesa, el Risk.
Ese juego nos encanta a todos y pensemos en unirnos al juego, pero íbamos con la idea de irnos a la piscina a darnos un chapuzón.
Nacho fue a la piscina y yo me quedé con ellos a jugar. Elegí el color negro. Ese color, siempre en ese juego me ha dado suerte y así fue. Tiramos los dados para ver quien empezaba y yo saqué el número mas alto, un seis. Comencé a poner mis refuerzos en mis territorios, unos por Alaska, otros por América Central y otros tantos por Groenlandia. A lo tonto y a lo bobo me hice con toda América del Norte y con eso me hice dueño del mundo, lástima que solo fuera un juego.
Después de jugar, nos fuimos todos a la piscina donde jugamos un partida de póquer y una guerra con pistola de bolas y globos.
Eran ya las 3:30 y todavía no había comido, pero tampoco tenía hambre.
Al final me llamó mi madre para que comiera algo.
Fui y vine. Me dijo algo y yo la hice caso, me comí un filete que me tenía preparado y me fui a la piscina. Todavía estaba Nacho y Taum que suelen comer pasadas las 4:00.
Nos tumbamos todos en nuestras toallas y nos dormimos.
Cuando nos levantamos ya eran las 5:30 y nos preparamos para salir un poco por el pueblo.
Eran las fiestas y nos fuimos con la peña a dar una vuelta.
Volvimos a casa a las 9:00 y cenamos, nos preparamos para salir y nos fuimos en el coche de San Fernando al pueblo.
Nos estaban esperando los de la peña en el local. Estaban escuchando música y viendo la televisión.
Cuando llegó Emilio, a los 15 minutos, salimos a dar una vuelta hasta que empezase el toro de fuego.
Cuando empezó, yo me fui a la calle de la heladería y los demás se fueron más o menos a la altura de el BBVA.
Terminó el toro y fuimos a la feria. Nos montamos en los coches de choque y en el pulpo. Seguidamente nos fuimos a dar otra vuelta para hacer tiempo hasta que empezase el 2º toro de fuego. En fin que ese día llegué a casa más o menos a las 5:00 , por que también fuimos a el Apagón y el tercer toro de fuego.

Ese día fue inolvidable.

viernes, 20 de noviembre de 2009

UN DÍA DE MALA SUERTE

La luz del sol me arañó en los ojos. Entraba por las persianas, afilada como hojas de guadaña. Miré con gesto dolorido e incrédulo el despertador. No me atreví a mirar más allá de la persiana, me levanté rápidamente, ¿cómo es posible que halla tantísima luz a las 8 de la mañana?-me pregunté. Cogí las zapatillas con cuidado para no molestar a mis hermanos pequeños que hasta las 9 no se despiertan para ir a la escuela y salí cuidadosamente de mi habitación.
Todo estaba muy silencioso, las persianas subidas hasta arriba, y las puestas abiertas de par en par, pero ¿dónde estaban mis hermanos?, ¿y mis padres?, fui a la cocina y vi que las agujas de reloj marcaban las 9.30. Fui sofocadamente hacia mi habitación, me vestí lo más rápido posible y me peiné por las escaleras. Cómo me había sonado el despertador tan tarde si todos los días suena a las 7:29:30.
Como tenia muy claro el autobús ya no estaba, para ser más exactos salió de la parada a las 8:10, tuve que ir andando hasta el instituto que se encontraba a 2 Km. de mi casa pues vivo en uno piso alejado de la ciudad.
Solo llevaba 2 minutos andando y estaba agotado para colmo empezó a chispear, y a los dos minutos a llover a cantaros, y como hoy no es mi día de suerte se me olvidó coger el paraguas.
A las 10:10 llegué a la puerta del instituto, empapado, me podían escurrir, al entrar me encontré con una compañera que había salido de clase para hacer unas fotocopias y me dijo que no se me ocurriera aparecer hoy por clase porque el profesor estaba muy enfadado por haber faltado a clase en las fechas de sus dos exámenes.
Decidí ir a la biblioteca mientras pasaba esta clase pero estaba cerrada por reparaciones, no era mi día.
Terminé escondiéndome en una clase, allí no corría el riesgo de que ningún profesor me viese y me enviase a clase.
Estaba tranquilo leyendo una revista cuando entró alguien, me quedé pegado a la pared si hacer ningún tipo de movimiento pero una estantería que había a la derecha se cayó y el profesor se enteró. Me mandó al despacho del director y después de la charla con él terminé en mi clase donde me esperaba otra charla. Mis padres se enteraron y ya fueron 3 charlas. Desde luego no fue mi día, y no creo que lo sea durante unos añitos pues mi hermano el pequeñín me empujó contra un cristal y le rompí ¿qué más puede pasar ahora?

sábado, 14 de noviembre de 2009

De resaca

La luz del Sol le arañó en los ojos. Entraba por las persianas, afilada como hojas de guadaña. Miró con gesto dolorido e incrédulo el despertador. Retiró las sábanas y, haciendo un gran esfuerzo, logró levantarse. La cabeza le estallaba de dolor. Sintió un fuerte pinchazo en la rodilla derecha. Se remangó el pijama y vio que tenía un gran moratón. No sabía cómo se lo había hecho, en realidad no se acordaba de nada, ni siquiera de cómo había llegado el día anterior a casa. Se vistió aun medio dormido, y se lavó con agua fría la cara antes de tomarse un café. Luego, un poco más despierto, se fue al instituto como de costumbre.
-Riiiiiiing-Llegó justo cuando sonaba el timbre.
-Menos mal-Pensó- porque después de lo del otro día no creo que la Charo me dejase entrar tarde.
En realidad perderse una clase no le importaba demasiado , lo que verdaderamente no quería era tener que enseñarles otra comunicación a sus padres de parte de un profesor; con la semana anterior ya habían tenido bastante.
Cuando Albert entró en clase todos le miraban de un modo extraño, pensó que sería porque debía tener muy mala cara a causa del sueño. Se sentó en su sitio y sacó los libros. Nunca lo habría reconocido pero estaba deseando que llegase " la Charo" para dejar de sentirse observado.
-Venga, chicos..., vamos separando las mesas-había entrado "la Charo".
-¡Mierda...!-pensó Albert-¡examen!, ¿cómo he podido olvidarlo?
En realidad, ésta vez era verdad, no se había acordado de estudiar para el examen de química.
La profesora repartió rápidamente los exámenes.
-Voy a estar especialmente pendiente de ti- le dijo a Albert antes de entregarle el suyo-. Espero no pillarte de nuevo copiando, o si no, lamentándolo mucho, tendré que suspenderte el curso.
Albert asintió. Luego le echó una ojeada al examen; la desesperación se apoderó de él. Sabía que tenía que aprobar ese examen, era el último del curso y sus notas anteriores dejaban mucho que desear.
Intentó tranquilizarse y volvió a leer el primer ejercicio:
Nombra los siguientes compuestos:
HClO4/ H3PO4/ (NH4)2CO3/ Au(BrO2)3/ NaH2PO3/ MgSO3.
Por una vez lamentó no haber atendido a las explicaciones de "la Charo"; no tenía ni la más mínima idea de como se nombraban aquellas letras combinadas con números. Leyó el segundo ejercicio, después el tercero y el cuarto. A medida que iba ojeando el resto de los ejercicios , se iban desvaneciendo sus esperanzas de aprobar, hasta que, al fin, lo dejó por imposible. Esta vez estaba decepcionado de verdad. Se había propuesto estudiar para este examen y aprobar la asignatura sin necesidad de volver en septiembre. Ya no tenía ganas ni de intenatar copiar, y menos después de la advertencia de la profesora. Decidió entregarle el examen en blanco. Su dolor de cabeza había incrementado. Salió al patio y se sentó en el banco que hay junto al porche.
-Riiiiiiiiiing-sonó de nuevo el timbre. Le tocaba gimnasia, se sintió repentinamente aliviado. Era su clase favorita, además de dibujo.
Cuando llegó al polideportivo volvió a sentir que los ojos de sus compañeros se clavaban de nuevo en él.
Félix, el profesor, había colocado colchonetas en el suelo.
-¡Chicos, vamos calentando!
Al comenzar a correr, Albert empezó a sentir molestias en su rodilla.
-¡Venga, cada uno a una colchoneta!-gritó Félix-Quiero que me hagáis 30 flexiones como mínimo, quién se pare antes, tendrá suspenso el trimestre, tenéis que demostrarme que el entrenamiento de todo un curso os ha servido para algo.
-Piiiii...-el pitido del silbato indicaba el comienzo de las flexiones.
-Una...dos...tres...¡Vamos, chicos, bajad más! Cuatro...cinco...
Sólo llevaban cinco flexiones y Albert ya estaba agotado, empezó a ponerse rojo a causa del esfuerzo. No podía más, su rodilla le estaba pasando factura, empezaron a temblarle los brazos. Cayó desplomado sobre la colchoneta.
-Pero bueno, Albert, ¿se puede saber qué te pasa?- le preguntó extrañado el profesor.
-Creo que me he lesionado.
-Anda ve a la enfermería a ver qué pueden hacer por ti-le dijo Félix un tanto incrédulo.
Albert se ahorró ir a la enfermería, al fin y al cabo sabía que lo que la pasaba era que la noche anterior había bebido demasiado. Empezó a arrepentirse de esto. Llegó el recreo. Por fin vería a su novia. Era lo único que le consolaba de aquel día tan espantoso. Se fue al rincón donde quedaban siempre; esperó durante largo rato pero su novia no aparecía. Impaciente decidió ir a buscarla. Por fin la encontró en la cafetería.
-¡Claudia!- fue a darle un beso pero ésta le recibió con una bofetada.
Todos los chicos que se encontraban presentes empezaron a cuchichear y a soltar risitas. Les miraban sin quitarles ojo, no querían perderse ningún detalle.
Claudia salió corriendo y medio llorando por la puerta de atrás.
-¡Joder!-gritó Albert sin comprender absolutamente nada-¿Se puede saber qué os pasa hoy a todos?
-¡Estás hecho un crack!-saltó Alex, el chulito de turno-¡Venga, mejor cuéntanos tú lo bien que te lo pasaste ayer con Nuria!-soltó una carcajada.
-¿Con...con Nuria?-preguntó palideciendo ligeramente.
-Sí, hombre, esa rubia que está tan buena, venga no me digas que no te acuerdas...
-Sí, sí-respondió haciendo como que controlaba la situación-pero...¿qué fue lo que pasó exactamente?
-Resumiendo...¡que te la tiraste!-respondió una amiga de su novia- es que ya te vale...encima delante de Claudia, vamos a mí se me caería la cara de vergüenza. La verdad es que tuviste suerte; me llegas a hacer eso a mí y yo no te pego una patada, yo te rompo la cara, ¡por imbécil!- Albert comprendió repentinamente cómo se había hecho el moratón.
-Bah Albert, tú ni caso; dí que sí, que en la variedad está el gusto- le animó Alex reafirmando su papel de chulito.
Pero Albert no era, ni pensaba como él. Lo peor es que no se acordaba de nada, ni siquiera de esa tal Nuria.
Estaba avergonzado. Se sentía defraudado consigo mismo por haber engañado a su novia. Se juró y perjuró que jamás volvería a beber.
-Vaya día-pensó-,me voy a casa antes de que ocurra una catástrofe.
Una vez allí, reflexionó sobre todo lo ocurrido: no sólo había suspendido química y gimnasia, sino que además había fallado a su novia, la persona que más quería en el mundo, y lo peor de todo es que la conocía demasiado bien para saber que jamás se lo perdonaría. Por una vez, sintió ganas de llorar.

martes, 10 de noviembre de 2009

¡Ay, que no llego!

La luz del sol le arañó en los ojos. Entraba por las persianas, afilada como hojas de guadaña. Miró con gesto dolorido e incrédulo el despertador. ¡Las diez! No se lo podía creer, se frotó los ojos y se aseguró de que había visto bien.
La boda de su primo era dentro de dos horas ¡y era en Toulouse! Ya no llegaba, tenía que coger el avión a las diez y media y el despertador debería haber sonado a las nueve. No le daba tiempo a ducharse y vestirse en media hora. Pero era la boda de su primo ¡cómo iba a faltar! Se levantó rápidamente de la cama y se vistió. Cogió el coche y fue corriendo al aeropuerto. Eran las diez y veinticinco y el avión salía dentro de cinco minutos. Le dijeron que había un problema y que tenía que esperar media hora para despegar. ¡Media hora! ¡No tenía media hora! Pero no podía hacer nada asi que solo podía esperar. Pasó media hora y subió al avión, miraba el reloj una y otra vez y se decía a sí mismo "me da tiempo, me da tiempo" Miró de nuevo el reloj y eran las once y media. En un cuarto de hora tenía que estar en la boda y para eso tomaría un taxi, iría a la casa de su primo y desde allí a la iglesia. ¡Pero estaba en el avión! ¡Todavía estaba en el avión!

lunes, 9 de noviembre de 2009

no se me ocurre ninguno


La luz del sol le arañó en los ojos. Entraba por las persianas, afilada como hojas de guadaña. Miró con gesto dolorido e incrédulo el despertador. Se levantó, cerró la persiana y se volvió a dormir. Al fin y al cabo ¿qué tenía que perder? Ya llegaba tarde y no era la primera vez, si iba tenía que soportar la bronca de Celi “la jefa de estudios”. Además tenía un examen de lengua y no había estudiado nada. 5 horas más tarde se levantó y se fumó un porro. Era fumador habitual y sus padres lo sabían. Por no hablar de que era más que evidente, ya le habían expulsado 4 veces por fumar en medio de clase. Resulta que ese día decidió llamar a un amigo para preguntar si tenía tarea encomendada (deberes). Pero le contestó que el también había faltado porque no le apetecía ir. Así que el día siguiente fue al instituto pero tarde, y “la jefa” le echó la bronca, a si que después de aguantar la charla, se marchó a su casa en el recreo. Nada más entrar sus padres le estaban esperando en la puerta, vio que había una maleta, se la tiraron y le echaron de casa. Mientras estaba vagando por los alrededores, vio a un amigo suyo fumándose un porro, le pidió un porro, pero el amigo dijo que todavía le debía lo de "este mes", a si que le entregó la maleta, quedándose solo con su propia persona. Pasó la noche en la biblioteca, en la que no durmió meditando en su futuro. Al siguiente día decidió ir al instituto, pero recordó que ya llegaba tarde y que si llegaba otra vez tarde le expulsaban. Llegó a la conclusión de que tenía que empezar a ser mejor persona y dejar los porros. La mala noticia es que ya era demasiado tarde, ¿quién le iba a creer y a confiar en él?.

no se me ocurre ninguno

domingo, 8 de noviembre de 2009

Un corazón roto

La luz del sol le arañó en los ojos. Entraba por las persianas, afilada como hojas de guadaña. Miró con gesto dolorido e incrédula el despertador. Ya eran las doce de la mañana de un sábado muy triste. La noche del viernes para ella había sido una de sus peores noches. Empezó a recordar lo que sucedió hace tres años. Ella se llamaba Alba, era una chica de dieciséis años, de pelo marrón claro y liso, los ojos muy bonitos azules y no era muy alta, vivía en Málaga. Alba conoció a un chico, se llamaba Luis. Él y ella se llevaban genial, eran muy buenos amigos. Hasta que un día ella se dio cuenta de que ya no le quería como un amigo sino como algo más. Ella se lo contó a su mejor amiga, Alicia. Alicia no se lo esperaba, pero como amiga suya le dio consejos. Alba no quería que aquel chico se enterara de lo que ella sentía. Él se fue a Valencia, que era donde vivía todo el año. Ella los primeros meses se acordaba mucho de él, pero poco a poco se le olvidó. Este verano a principios, Luis volvió a Málaga, hacía tres años que no iba. Alba iba con su amiga Alicia por la calle y le vio aparecer, Alba se puso muy nerviosa no sabía lo que hacer, se acercaron a él y lo saludaron, en ese momento Alba recordó todo lo que había sentido hace unos años por él. Fueron a buscar a los demás amigos para estar todos juntos. Era verano por lo tanto todos estaban de vacaciones, Luis se iba a quedar todo el verano en Málaga. Alba y él empezaron de nuevo a ser grandes amigos, hasta que llegó el día en el que él también sintió algo más por ella y se lo dijo. Para ella fue un día que nunca se le olvidará. A partir de ese momento empezaron a salir, les iba muy bien porque se querían muchísimo. Él se tuvo que ir a Valencia unos días pero volvería pronto a Málaga. Alba le esperaba con muchas ganas, contaba los días que quedaban para poderse ver. Y por fin llegó el gran día, era viernes por la tarde y Luis tenía que llegar, el iba a venir en autobús .Le vio bajar, al lado suyo había una chica. Al presentársela a sus amigos dijo que era su novia Sandra. Alba le miró y él apartó la mirada. Ella se fue corriendo a su casa y toda la noche estuvo llorando.
Ya se había pasado la noche y era sábado. Se acaba de despertar, le dolían los ojos de llorar y fue a mirar su móvil. Tenía veinte llamadas perdidas de Luis. Alba todavía no se lo podía creer lo que la había hecho. Quedó con Alicia y estuvieron hablando bastante tiempo. Justamente pasaron por allí Luis y Sandra, Alba no podía ver eso. Luis le dijo que quería hablar con ella, pero ella ni le miró. Él se lo volvió a decir, Alba le miró con ojos llorosos y se fueron a hablar a una calleja que había cerca de allí. Se sentaron en el suelo, ella ni le miraba, se quedaron un rato en silencio. Al rato empezó a hablar Luis y le dijo:
-Alba, eres la persona que más ha querido en esta vida, cada vez que te veo y me sonríe me gustas más. Yo, a Sandra también la quiero mucho, pero no como a ti. Sí, es verdad, te lo tenía que haber contado pero…ella tiene una enfermedad, desde pequeñitos somos amigos y ella me quiere, yo por ella haría cualquier cosa, por eso estoy con ella. Pero a la que realmente quiero desde hace tres años es a ti.
Alba se quedo mirándole sin palabras, no se dijeron nada, solo se abrazaron.

martes, 3 de noviembre de 2009

AQUEL DÍA


El Sol se había escondido entre aquellos picos nevados que se veían al fondo.Sentía la húmeda tierra bajo mis viejos tejanos y los pequeños guijarros clavándose en mi espalda. Los búhos cantaban chirriantes notas y las copas de los árboles danzaban al compás. Aquello era un mar de oscuridad. De vez en cuando se podía escuchar el crujir de las hojas al paso de las lagartijas. Mi corazón se paraba por momentos. Había momentos en los que un espantoso olor me envolvía y al cabo de unos instantes desaparecía como si nunca hubiese existido, como si todo fuese fruto de mi imaginación. No sabía dónde estaba. Miré a mi izquierda y derecha pero aquello resultó en vano.Tan solo vi mi macuto de piel. Intenté extender mi brazo pero un tremendo pinchazo me recorrió el tronco. Al instante un impulso de mi mente me obligó a ponerme en pie pero aquello no sirvió de nada. Mis piernas no respondían, o iban en desacorde con mis pensamientos. Ese no podía ser mi cuerpo, debía pertenecer a otra alma cándida. La verdad es que en ningún momento me pregunté qué desgracia me podía haber ocurrido y qué iba a ser de mí. Las hojas caducas de los árboles caían sobre mi tez y las hormigas me escalaban como si fuese un nuevo mundo que descubrir para ellas. Parecía que todo aquello me fuese a enterrar pero cuando menos lo esperaba un flujo de viento me hacía surgir entre todo aquello. Quizás no volviese a probar una sola exquisita rosquilla con azúcar de mi abuela, o jamás volvería a escuchar aquellas frecuentes palabras de mi madre "mira que te lo tengo dicho, apaga la luz de tu habitación, o quizás no me emocionaría una vez más al bailar un adagio o El Quixote o quizás ... , quién sabe cuantas cosas que nunca las valoré lo suficiente dejarían un hueco en mi alma. Aquellos armoniosos sonidos fueron desapareciendo, ya no sentía nada, el terrible olor desapareció poco a poco y cada vez veía menos. Ya nada tenía sentido, ese era mi destino, morir en la amargura de no saber el porqué.

EL MEJOR DÍA DEL CURSO


Era viernes, el mejor día de todo el curso. Terminábamos las clases ,comenzaban las vacaciones e íbamos de excursión al Parque de Atracciones de Madrid.
Me levanté a las siete de la mañana,con muchas ganas de ir. A las ocho y media llegué a la estación de autobuses. Allí me esperaban todas mis amigas, solo faltaba Celia (ella es del Arenal y el autobús se retrasó).
A las nueve menos cuarto emprendimos el viaje, estuvimos una hora y media en el autobús. Todas estábamos deseando llegar, desde primero no habíamos vuelto.
Al llegar pasamos por las taquillas para que nos diesen las pulseras, y así montar en las atracciones.
La primera que probamos fue “las canoas”(no se su nombre exacto),fue bastante divertida pero la verdad, era demasiado insegura, solo tenía unas pequeñas barras a los lados para agarrarte, estas se escurrían de las manos al igual que una pastilla de jabón cuando te lavas las manos. Después de montar dos veces en ésta fuimos Celia y yo a “los rápidos”, hicimos cola durante una hora pero mereció la pena pues fue muy divertido,¡todas las olas se rompían cuando pasabamos nosotras y nos empapaban!,pero venía muy bien porque hacía muchísimo calor.
A la 1:00 de la tarde nos encontramos de nuevo con Silvia y Sadia, ellas estuvieron montando en la torre de caída libre, ¡fue muy espeluznante!-decían
A las dos de la tarde se cerraban alguna de las atracciones por ese motivo aprovechamos para ir a comer, comimos en un restaurante cercano a los fiordos, de comida rápida.
Quisimos ir a la visita de la jungla pero cuando nos quisimos dar cuenta Silvia y Sadia se habían ido, lo malo fue que se llevaron todos los teléfonos.
Las buscamos en los mini-helicópteros que sobrevolaban el parque, pero aún así no las encontramos.
Decidimos ir (Celia y yo) a montarnos en otras atracciones que había cerca, montamos en la noria, el tiovivo…¡Fue muy divertido!.
En unas canoas que iban por un lago mostrando muñecos de diferentes países nos encontramos a Sadia y Silvia.
Querían ir a la casa del terror pero nosotras no queríamos, quedamos con ellas en la puerta de la tienda de paraguas situada en la zona central, para que cuando terminasen viniesen con nosotras porque los profesores no querían que fuésemos menos de tres personas juntas.
Pasaron varias horas pero era imposible encontrarlas.¿dónde se metieron?¿y si nos ven los profesores?¿qué será de nosotras?.
A las 8 de la tarde volvimos a la zona donde se encontraban las casetas de las taquillas, allí se encontraban los profesores.
Ya estábamos todos excepto cuatro personas, entre ellas Sadia y Silvia. Mira que se lo tenemos dicho no os separéis y volved nada más acabar de montar en la casa del terror.
Después de media hora esperándolos llegaron con una sonrisa en la cara y un algodón de azúcar en la mano.

domingo, 1 de noviembre de 2009

El desengaño

No sabría explicar cómo, pero yo lo notaba. Algo extraño le ocurría; ya no me trataba igual que antes, ya no se preocupaba tanto por mí, apenas me llamaba. Quedábamos en puntuales ocasiones y siempre porque yo se lo pedía, pero cuando lo hacíamos le notaba frío y distante. Sus cálidos abrazos, sus suaves caricias, sus apasionados besos… todo ello parecía haberse esfumado. Recuerdo el primer día que advertí su distanciamiento: estábamos en el parque, sentados en el banco que hay junto a la fuente; él apenas me miraba, fingía distraerse con las palomas que revoloteaban a nuestro alrededor, se quedaba callado, movía sus pies sobre la arena formando dibujos que luego borraba. Yo notaba que algo no iba bien; le cogí la mano con delicadeza pero él la retiró disimuladamente. Se me aceleró el corazón. Pasaron unos minutos hasta que me sentí capaz de preguntar:
-Alex, ¿qué te pasa? Venga, anda dímelo, sabes que puedes contar conmigo.
-¿Es que acaso debería pasarme algo?- me respondió en un tono frío y cortante.
Me sentía incómoda, era una situación un tanto violenta y decidí regresar a casa. Nos despedimos con un beso poco cariñoso. Nada más llegar cogí el teléfono y me encerré en mi habitación. Marqué nerviosa el número de teléfono de mi mejor amiga.
-¿Sí?
-Hoo…hola Marta soy yo, Lucía- saludé entrecortadamente.
-¡Lucía! ¿Estás bien?- advirtió mi tono de voz.
Le conté cómo me sentía y lo mal que lo había pasado en el parque.
-Mira que te lo tengo dicho, ese chico es muy rarito… yo que tú le dejaba- me aconsejó.
¿Dejarle? ¿Cómo iba a dejarle si era la persona que más quería? La verdad es que Marta y Alex nunca se han llevado demasiado bien, por eso no me extrañó que Marta dijera en serio aquel disparate. Me fastidiaba que, por una vez y dejando al margen sus diferencias con Alex, no pudiera darme una opinión de forma objetiva.
A partir de ese día todo empezó a empeorar; cada vez quedábamos menos y, a veces, hasta me ignoraba en el instituto. Empecé a valorar la idea, que en un principio me había parecido absurda, de acabar con nuestra relación, pero me gustaba demasiado como para dejarlo. Intentaba excusarle pensando que quizá tendría problemas familiares, o con los amigos… y todo porque no quería darme cuenta de la única y verdadera razón: él pasaba de mí, pero no tenía el suficiente valor para decírmelo. Mantuvimos esta situación hasta que un día se me abrieron los ojos:
Estaban allí sentados, mirándose fijamente a los ojos, él le acariciaba dulcemente la mano. Ella tonteaba con su pelo; se cogía un mechón y empezaba a darle vueltas, le sonreía de un modo estúpido y ridículo. Mi corazón empezó a latir velozmente y sentí un pinchazo en el pecho. Empezaron a temblarme las piernas. Me sentía engañada y traicionada.
-¿Por qué?- me preguntaba- ¿Por qué tenía que acabar todo de aquella manera tan humillante?
Me arrepentí de no haberle hecho caso a mi amiga, tendría que haberle dejado hacía tiempo. Debía haber supuesto que él pasaba totalmente de mí. Me di cuenta de que ya no tenía remedio, que nuestra relación había acabado para siempre.