A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

lunes, 26 de abril de 2010

El caballo de los sueños


Siempre soñé con aquel caballo que vi en el concurso de doma que se celebra todos los años por estas fechas. El caballo de mis sueños. Recuerdo su color, color anaranjado, como la miel recién sacada de la colmena, como la miel que todos los años mi abuelo traía a casa en botes de conservas vacios. Su cabello brillaba antes y después de cepillarlo, no como otros caballos que parece que pierden su brillo con la vejez, no, este caballo no se parecía en nada a los demás caballos. Su cola relucía y destacaba sobre su color, era de color negro, pero negro tan brillante que parecía charol. Era un caballo muy tranquilo y fácil de domar, caballo que querría cualquier jinete que no se conformase con uno normal. Era un caballo sin jinete, no tenía jinete porque el caballo tenía mucho valor y nadie se había podido permitir comprar un caballo con un precio tan alto. Siempre estaba de concurso en concurso con sus dueños que le prestaban para realizar las pruebas y cobraban mucho por cada festival en el que participaba. Siempre soñé con montarle, aunque solo fuesen dos minutos, quería sentir lo que sentía todo jinete cuando montaba en un caballo especial. Era imposible, mi padre intentó por todo medio que me dejasen probarle pero el dinero que ofrecía mi padre era tan bajo que no llegaba ni para subirme en la silla.
No le volvería a ver nunca más, pero el destino quería que el caballo estuviese a mi lado. Mi padre tenía unas acciones en diferentes empresas, y en los tiempos que corrían las acciones comenzaron a subir su precio dándole a la empresa una gran cantidad de dinero que se repartía entre todas las personas que tenían acciones. Tuve la gran suerte de que mi padre tenía muchas acciones de esta empresa y las vendió para conseguir el dinero que le pedían por el caballo. Sí, el caballo era mío, mi sueño se había hecho realidad, mi felicidad aumentaba cada vez que le veía, hasta que mi vida solo giraba para y por mi caballo, Relámpago, pasé horas con él todos los días. Gracias a él conseguí varios premios de doma y saltos, nunca he estado más contenta y feliz, mi sueño se hizo realidad.