A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

jueves, 22 de abril de 2010

La noche del soldado

Era ya tarde y seguía helándome de frío en la tienda de campaña metido, metí las manos en los bolsillos y cuando las saqué para volver a encender el calefactor se cayó un papel. No era un papel sino la foto de nuestras últimas vacaciones juntos, hacía dos años. Al verla me entró un sentimiento de culpabilidad y al mismo tiempo sentí cada uno de sus abrazos, de sus besos. Ese verano habíamos ido a la playa, recuerdo que ella no quería ir, prefería que fuésemos al campo, después de tanto insistir al final la convencí, pero la condición que me puso fue la de que nuestro hotel estuviera cerca del campo para poder ir a pasear por él. El último día en la playa me llamaron. Me acuerdo de ese momento como si fuera ayer. Cuando se lo dije no se lo creía, se puso a llorar y a implorarme que no fuera, que me quedara con ella, pero no podía dejar de ir a defender mi país, aunque me importaba mucho más ella, la que me hacía reír, la que me comprendía.
No pude dormir en toda la noche, solo pensaba en nuestros momentos juntos el año anterior, en la casita del campo que compramos precisamente para esa fecha, para todas la Navidades siguientes.
La casa no era muy grande pero era muy acogedora y se conservaba mucho el calor, esto me recordó que me estaba helando de frío en el campamento, sólo recordar esa casa me hacía entrar en calor. En ese momento entró Alejandro, mi compañero desde que habíamos entrado en el ejército. Acababa de llegar para cambiar el turno por lo que tuve que irme yo , antes guardé la foto en mi bolsillo, para que no se perdiera. Salí. Todo estaba tranquilo, no se oía nada , ni siquiera a los demás que estaban aguantando el frío como yo.
Se oyó un ruido, en ese momento una luz me cegó, era una linterna que me enfocaba directamente a los ojos, intenté defenderme pero cuando quise intentarlo ya no pude, me tenían atado, acorralado, en ese momento supe lo que iba a pasar y le dediqué mi último pensamiento -Te quiero-. Lo último que oí fue un disparo.
Me desperté en el hospital, me dolía todo el cuerpo. Pregunté a una enfermera que pasaba por el pasillo cuánto tiempo llevaba allí, me contestó que tres días. Pasaron los días, me fui poniendo mejor, ya podía mover el hombro, donde me habían disparado. Después de pasar allí una semana me fue a recoger el Coronel para llevarme al campamento donde debía seguir luchando.

1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

Bien. Me gusta cómo has narrado el momento en el que el protagonista es herido.