Y abrí los ojos. Fue como un nuevo renacer. Un amanecer desconocido, que asomaba por la ventana. No supe qué día era ni lo que me esperaba a continuación. No sabía qué hacer ni adónde ir. No sabía nada que no incluyese esa habitación de hotel. Me giré. La voz de mis sueños aún resonaba en mis oídos. Los recuerdos aún se agolpaban en mi mente. Pero había dormido más horas seguidas de las que lo había hecho durante años. ¿Dónde estaba la diferencia? En aquellas noches en la playa, también él estaba a mi lado y no era tan fácil pederse en la inconsciencia de los sueños. Le miré y lloré por dentro. Él no era a quien yo deseaba a mi lado. Su pelo castaño pardo, los suaves rizos que se deslizaban por su cara, tranquila en sueños. Y sabía que si sus párpados se levantaban, quedarían al descubierto unos ojos verdes, en lugar de los negros que yo amaba, los tuyos... Tampoco era justo para él, le quería y estaba segura que merecía algo mejor que yo, que pasaba noches apasionadas junto a él cuando en cambio soñaba con otros brazos.

Me levanté en un silencio casi sobrehumano, fruto de nuestras expediciones secretas en aquella casa. Un escalofrío me recorrió al ver la nevada ciudad de Nueva York bajo mis pies. A lo lejos, Central Park y un poco más allá, se podía ver el mar. Y no pude evitar volver a ver lo ocurrido aquel día, imágenes grabadas a fuego en el interior de mis párpados, que me castigaban y me herían. ¿Por qué? ¿Por qué? Se lamentaba ahora mi corazón, pues a mis ojos no les quedaban lágrimas que derramar.
1 comentario:
Correcciones: calida, *segura que, a vuelto. Vaya intensidad amorosa...
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