Nos encontramos en pueblo de Asturias. A nuestro lado Agustina, una anciana de esa zona, su cara estaba surcada con mil arrugas, unos ojillos pequeños y expresivos.
Llevaba a sus espaldas una carga de leña, que no dudó en dejarla a un lado para acomodarse y contarnos una historia. Empezaba así: “yo tendría nueve años y recuerdo como si hubiera pasado hoy, esos tres días en los que apareció aquel tío. Venía volando, a no mucha altura, y perseguido de dos luces redondas e intensas.
Casi nunca hacia ruido, pero a veces gritaba, nos daba mucho miedo. La gente se apelotonaba en aquella oscura plaza.
Un día lo vimos posarse muy cerca del cementerio, daba unas vuelta alrededor y se volvía para una casa de allí, estábamos muy asustados, todos teníamos miedo. Luego hubo un día que ya no volvió más y por eso se quedó con el nombre del Duende. Dicen que el cura del pueblo lo expulsó y que llego a pelearse con él, pero eso ya no lo se, lo que sí que se es que era pequeño y feo como un mono. Nunca podré olvidarlo… "
¿Creemos a Agustina, será cierta la leyenda del Duende? Comentad.
1 comentario:
Evita esas alusiones directas a los lectores; creo que no aportan nada y dan al texto un giro infantil.
Veo que te inclinas de forma natural hacia lo vivencial. Puede ser un estilo personal más que válido.
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