A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

lunes, 17 de mayo de 2010

el caballo de mis sueños.

Hoy principios de primavera ha amanecido un día estupendo. Me asomo a la ventana y veo a los niños en el parque de enfrente como juegan con el balón, se suben a los columpios, saltan sobre los bancos… mientras sus madres les gritan que tengan cuidado. Esto me ha hecho recordar mi infancia.
Recuerdo aquellos días de verano que mis padres me llevaban a visitar a mis abuelos en aquel pequeño pueblo de montaña donde tenía muchos amigos. Nuestras diversiones eran ir a jugar al río en el que hacíamos carreras de barquitos. Cualquier cosa que flotase en el agua servía. También cogíamos ranas, con las que hacíamos concursos de saltos.
Un día soleado cuando mis amigos y yo estábamos en el río, una música rompió el silencio del bosque. Era una pequeña feria con pocas atracciones, pero traían un tiovivo que nos dejó a todos asombrados. De ahí era de donde se desprendía la música que habíamos escuchado. Nos acercamos y vimos como se movían las figuras que habían en él. Había un avión azul, un coche amarillo, un elefante rosa, un toro blanco, un tractor naranja y así hasta veinte figuras. Pero lo que más me llamó la atención era un caballo plateado que brillaba a la luz del sol y que se movía en todas direcciones. Cuando el señor de la feria nos dejó montar, yo salí corriendo hacia el caballo. Pero mi gran sorpresa fue que al montarme el él y agarrar las riendas, el caballo movía la cabeza como los caballos de verdad, dándome la impresión de que volábamos. Aquí empezaron a desarrollarse mis sueños. A partir d este momento todo el tiempo que podía me iba al tiovivo. Cuando terminó el verano los feriantes se marcharon, pero el tiovivo quedó allí porque ya era muy viejo y había nuevas atracciones. Yo llegue a coger mucho cariño a este caballo plateado, hasta lo bauticé con el nombre de “el caballo de mis sueños”. Y es que subida en él pensaba y me hacía reflexionar sobre las cosas, por lo que todos mis problemas luego resultaban más fáciles. Al terminar el verano tuve que volver a la ciudad donde vivía, pero nunca me olvidé de el ¡caballo de mis sueños”.

1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

Corrige: veo como. Bien.