¿Te acuerdas de aquel caballo de los sueños?.
Aquel que galopaba jadeante,
que todo jinete tuvo,
y que con el paso del tiempo,
los colores de su crin cambiaban hasta detenerse en uno,
el más inesperado,
el más remoto.
Su lomo,
lleno de sueños y esperanzas
va perdiendo fuerza.
Pero al final del camino,
esa frágil debilidad,
se convierte en la cinta roja
que algún día tenías que pasar.
Quizá, oro y plata no hayan desgastado sus ollares.
Permitieron que la testuz permaneciera en sus ojos ,
o que el maslo quedara inmóvil por su brillo,
pero aún así,
el caballo de los sueños,
selló aire y tierra
selló con sus cascos.
1 comentario:
Muy bien. Me deja sorprendido tu dominio del léxico específico. Y como poema, resulta sugerente y muy bien construido.
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