A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

sábado, 19 de junio de 2010

... Y el decir adiós

Fue solo una lágrima. Y el decir adiós...




- Nada será igual. –dijo.

Y supe que tenía razón. Pero, ¿eso era algo bueno? Intenté pensar en lo que toda esta situación implicaba. Pero no fui capaz.

- Quédate por favor. –dije, y me recorrió un escalofrío.

Ni siquiera sabía por qué le necesitaba allí, pero me hizo sentirme mejor cuando asintió en silencio. Y me abrazó.

- No te preocupes, todo saldrá bien.

Y quise creerle y deseé que tuviese razón. Intenté no tener miedo. Y traté de aferrarme a aquel momento, únicamente al presente.

La tarde se pasó rápida entre silencios y sombras que dejó el tiempo al pasar por delante de nosotros. Y ninguno dijo lo que ambos pensábamos. Y ninguno fuimos capaces de mirarnos como antes.

- Te echaré de menos.

- Y yo. Pero sabes que debo hacerlo.

- Lo sé.

- Bueno, estas son cosas que pasan el día antes.

- ¿El día antes de qué?

- El día antes de la felicidad.

Y aunque sonaron a palabras vacías, y aunque se las llevó el viento, pensé que era lo único que se podía haber dicho en aquel instante.

- El día antes de la felicidad... –repitió.

Y luego guardó silencio. Casi notaba su ausencia, aún cuando estaba junto a mí.

Y casi sin darme cuenta me despertaron las luces que se colaban por las rayas de las persianas. Al abrir los ojos casi ni fui capaz de encontrar aquel sentimiento de profunda melancolía. Pero al girarme rápidamente volvió a invadirme con toda su intensidad. Me sentí muy extraña; creo que nunca en mi vida me había sentido así. No entendí por qué esta vez tenía que ser diferente. Y le miré dormido. Y le observé soñar. Y me pregunté qué le pasaría por la cabeza en ese momento. Estaba tan insoportablemente guapo que por un momento no fui capaz de entender qué hacía junto a mí. Y se me encogió el corazón. Y él suspiró en sueños. Y creí ser incapaz de irme; solo quise quedarme así para siempre. Observando su cara tan tremendamente adorable.

Al cabo de un momento sus párpados temblaron y abrió los ojos muy lentamente, como tratando de seguir sumido en un mundo de inconsciencia y sueños. Después me sonrió. Y yo, tonta y confundida, lloré. Lloré lágrimas de melancolía, mientras él me abrazaba.



Fue solo una lágrima... Y el decir adiós.

1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

corrige: desee, guardo. Con el mismo tono de otras veces (esas elipsis) y la misma pulsión sexual no resuelta.