A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

miércoles, 19 de mayo de 2010

La noche del soldado

Era un chico alto y moreno, muy joven, casi un muchacho. Los ojos oscuros y de mirada triste destacaban en su cara pálida. Había tenido una vida corriente como cualquier joven corriente de su edad.
Sentado en el tren que le llevaría al cuartel y de allí al frente, recordaba cómo habían sido los últimos días: las bromas con los compañeros del trabajo, las tardes en el río con los amigos, el sol calentando su piel, el agua, fría y cristalina, de su charca favorita; las comidas del domingo cuando toda la familia se reunía alrededor de la gran mesa del comedor y disfrutaban del asado que preparaba su madre, recordaba las risas de los más pequeños y las historias, a veces inverosímiles, de los mayores, recordaba también el olor a membrillo que llegaba del huerto, y los sabrosos tomates que comía del huerto.
Pero sobre todo recordaba los últimos días con Marina; estaba enamorado de ella desde que iban al instituto, nunca le hizo el menor caso, era la chica más guapa de la clase y, más aún, la más guapa del pueblo, ¿por qué le iba a hacer caso a él, un chico tan corriente?.

No sabía ni cómo consiguió convencerla para tomar aquel primer café juntos, no hacía ni tres meses aún, después, todo fue mucho más fácil, el conocerse, el gustarse, el quererse…, tanto como para empezar a hacer planes juntos. Unos planes que ahora no sabía si podrían llevar a cabo…

El tren pasaba rápido atravesando la oscuridad de la noche, que era tan negra como sus pensamientos. En el compartimento dos ancianos roncaban ya hacia rato, no iban más soldados en aquel vagón pero sí los había visto subir al tren, algunos medio borrachos simulando una alegría que no sentían.

Él habría preferido estar solo y disfrutar así de la última noche como civil, aunque todos le despidieron como soldado, pero no quería serlo, no encontraba motivos ni razones para cambiar su vida y, como le había dicho su padre, darlo todo por la patria. ¿Por qué patria?, su patria estaba en aquel pequeño pueblo perdido en la montaña, en la casa de sus padres, en aquel comedor en el que la lumbre los calentaba a todos en el largo invierno, en su habitación, donde hasta hacía dos días tan solo, pudo dormir sin grandes preocupaciones, y donde hasta hacía dos días pudo soñar con un futuro prometedor. Su patria era su familia, sus amigos, su novia: esa era su patria.

Ahora, Dios sabe cuando podría volver a soñar, o tan siquiera a dormir tranquilo, por eso, esta noche no quería dormir para así alargar todo lo posible lo que quedaba de este día, de esos días que irremediablemente el tren alejaba cada vez más.
No sabía qué pintaba él en esa guerra, no sabia que podría hacer, a parte de sentarse a llorar. No sabía tampoco cuándo acabaría aquella larga noche que continuaría aún después de que amaneciera.


1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

Me gusta. Esa forma de entremezclar acción (el tren) y los recuerdos, queda perfecta. Me gusta esta frase: "Su patria era su familia, sus amigos, su novia: esa era su patria".