A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

domingo, 2 de mayo de 2010

Más que una mascota

Quería un animal. Llevaba mucho tiempo queriendo uno. Necesitaba una mascota para jugar con ella, dar un paseo por el campo, cuidarla, quererla... Algo que cuando yo dijera su nombre, viniera corriendo hacia mí. Llevaba meses pidiéndolo y por fin mis padres se decidieron a llevarme a una tienda de animales. Había muchísimos, de todas las clases y tamaños. Primero me gustó aquel gato gris, luego el perro del rabo corto, después el conejo blanco con kilos y kilos de pelo...
Pero cuando lo vi a él supe que era el elegido, con el que yo quería pasar los días en el campo, cuidándolo y dándolo cariño para siempre. Era blanco, no muy grande, con la melena larga y también blanca. Tenía dos manchas en la pata delantera: unanegra y la otra un poco más clara. Me encantó. Era el caballo de mis sueños. El caballo de los sueños de cualquier persona. O al menos eso pensé yo hasta que no pareció ser el caballo de los sueños de mis padres. Me dijeron que podía elegir cualquier cosa menos un caballo. Que un caballo es muy grande... que un caballo es dificil de cuidar... que un caballo cuesta mucho dinero... que un caballo no está hecho para mí. Entendía todas las razones que me habían dado menos la de " que un caballo no era para mí" ¿cómo que no era para mí? ¿quién les había dicho eso? ¡Menuda tontería! Me fui de la tienda corriendo y llorando y no hablé a mis padres hasta que dos días después me dijeron que podía ir a cuidar al caballo de mi tío. Yo fui encantada porque ahora me gustaban mucho más los caballos, pero en el fondo seguía triste porque yo quería al caballo de mis sueños, no al de mi tío. Estuve varias semanas cuidando al caballo y mi tío me enseñó a montar en él. Mis padres estaban muy contentos por el trabajo que había hecho y reconocieron que no se esperaban que lo fuera a hacer tan bien. Así que llegó la buena noticia: "nos vamos a comprar el caballo". ¡Yo no me lo podía creer! Ahora por fin iba a tener el caballo de mis sueños. Entré en la tienda corriendo y fui donde lo encontré la vez pasada. ¡Pero ahí no estaba! Recorrí todas las cuadras pero no estaba. Me puse muy nerviosa y casi a punto de llorar, pero de repente oí un relincho detras de mí, me di la vuelta y ahí estaba. ¡El caballo de mis sueños!

1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

Bueno. Por fin te has extentido y has desarrollado en una apropiada proporción cada parte del relato. Muy bien.