A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

miércoles, 10 de febrero de 2010


Eramos inseparables. Los amigos que siempre se recordarán. Aquellos que quedaban para tomar unas cerveza en el bar 'del Manu' y terminaban con el estómago revuelto de aquellas asquerosas pipas rencias que nos ponían para acompañar.
Me acuerdo de una noche de Abríl en la que decidimos quedar todos los colegas para ir a ver un partido de 'los Yanks' contra los Boston Red Sox en el mismísimo Yankee Stadium. Alex nos regaló a toda la 'piña' las entradas, aunque según él, las tomó prestadas de la taquilla. Tomamos asiento en la fila cincuenta y ocho. El partido comenzó y creo que podían escuchar las trompetillas y los chillidos de los aficcionados a cientos de kilómetros.
Cuándo Brian Bruney, golpeó con su bate a la pelota, ésta salió despedida hacia las gradas. La aficción se puso en pie . Todos se preguntaban quién sería el afortunado que conseguiría aquella bola del Mítico partido de los Boston Red Sox contra los Yanks. Todos los presentes deseaban que cayese sobre ellos excepto una persona, yo.
La bola tomó dirección hacia mis gradas. Cada vez se acercaba más y más hacia mí. No podía creerlo. ¿qué tendría que hacer si me tocase a mí? y sobre todo, con lo patosa que soy ¿cómo haría para cogerla?. Estaba a un par de metros sobre mí. Todos los aficcionados de mi alrededor estaban de pie, con los brazos en alto para recogerla. Al fin llegó. Yo iba a ser la supuesta "afortunada". Alcé los brazos para recogerla y cuándo creí que la íba a coger, chocó contra mi nuca. En el momento caí al suelo. Cuando caía juré que jamás volvería a desaprovechar las clases de educación física en las que el Paquito nos obligaba a coger al vuelo el balón de volleyball. La cámara que conectaba con las enormes pantallas de televisión del estadio me estaban enfocando, junto con mis amigos. Hubo un segundo de silencio, y después, todo el estadio estalló en una enorme carcajada. Hubo sólo una persona que estaba sería, y me miraba con cara de desaprobación. Ya os imaginaréis quien era, Alex.
En cuanto que los jugadores se pusieron en posición de retomar el partido, las cámaras me dejaron de enfocar y los aficcionados se olvidaron de mi. Su atención se centró una vez más en los jugadores.
Cuando a un amable 'chico de las palomitas', le estábamos pagando las palomitas, un guarda de seguridad algo rellenito y con un donuts en la mano nos vió, empezó a correr detrás de nosotros -¡detenéos! ¡la de la bola y sus amigitos!. Al instante hechamos a correr. Alex iba en cabeza y cuando empezamos a perder de vista al guardia, yo que soy un poco patosa y que todavía estaba atontada por el pelotazo, me tropecé con un bol de palomitas derramado en el suelo. Alex me vio y jugándose el cuello, salió en mi ayuda. Me cojió como si fuese un saco de patatas, y me llevó corriendo a un aseo. Tenía las rodillas quemadas y me escocían a más no poder. Sacó un pañuelo de sus nuevos Levi's y lo humedeció con el agua del grifo. Me limpió las heridas y cuándo terminó tiró el pañuelo en la basura. Miré mis rodillas y Alex levantó la cabeza. Nuestras miradas se cruzaron. Alex empezó a levanterse lentamente. Cada vez oía más fuerte su respiración. Incluso podía escuchar cómo su corazón latía a mil por hora, igual que el mío, al mismo ritmo, a la misma vez. Empezaban a tocarse nuestros cuellos, frentes, párpados, pestañas, ..., pero nuestros labios nunca llegaron a rozarse. No se que pasó. Los dos nos fuimos separando lentamente, cómo si no quisiésemos estropear aquella bonita amistad, por miedo a perdernos para siempre, de que ya no fuese lo mismo nunca más.
Le acompañé al aeropuerto. No nos llegamos a despedir, odiamos las despedidas.Tan solo dijo - aquella noche de abril fue la más bonita de mi vida, tan solo me arrepiento de no haberlo intentado. Fueron las últimas palabras que dijo en público.De su público, sus seres queridos. Ahí acabó todo. Luego, durante algunos años, desapareció, encerrado en su casa de La Florida,con su madre, y fue como si hubiera muerto para toda Nueva York.
Pasaron los años y cuando creía que le había olvidado, algo en mi corazón me vuelve a recordar qué Alex sigue presente.

2 comentarios:

José A. Sáinz dijo...

corrige: Abril, cuándo, ¿que, Éstaba, cuándo, de mi, no se. Yo quitaría ese vocativo dirigido a los lectores (Ya sabéis...). Bien.

Cristina dijo...

Tres hurras por los Yankees!! =)