La luz del sol le arañó en los ojos. Entraba por las persianas, afilada como hojas de guadaña. Miró con gesto dolorido e incrédulo el despertador. ¡Las diez! No se lo podía creer, se frotó los ojos y se aseguró de que había visto bien.
La boda de su primo era dentro de dos horas ¡y era en Toulouse! Ya no llegaba, tenía que coger el avión a las diez y media y el despertador debería haber sonado a las nueve. No le daba tiempo a ducharse y vestirse en media hora. Pero era la boda de su primo ¡cómo iba a faltar! Se levantó rápidamente de la cama y se vistió. Cogió el coche y fue corriendo al aeropuerto. Eran las diez y veinticinco y el avión salía dentro de cinco minutos. Le dijeron que había un problema y que tenía que esperar media hora para despegar. ¡Media hora! ¡No tenía media hora! Pero no podía hacer nada asi que solo podía esperar. Pasó media hora y subió al avión, miraba el reloj una y otra vez y se decía a sí mismo "me da tiempo, me da tiempo" Miró de nuevo el reloj y eran las once y media. En un cuarto de hora tenía que estar en la boda y para eso tomaría un taxi, iría a la casa de su primo y desde allí a la iglesia. ¡Pero estaba en el avión! ¡Todavía estaba en el avión!
1 comentario:
corrige: asi que. Uf, qué angustia. Aunque yo creo que todo es tan escaso ese tiempo, que es más propio de pesadilla que de historia real.
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