A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

domingo, 29 de noviembre de 2009

PASADO

Aquella primavera había llegado adelantada y espléndida. Quizá la felicidad que abundaba en mi vida en aquellos momentos, ayudó a que los árboles en flor, pareciesen aún más bellos que las otras primaveras. Si no hubiera sido por ese pequeño miedo que guardaba en secreto en mi interior, mi todo habría sido completamente perfecto. Henry, había comenzado a salir con una chica del otro curso, Eva. Era bastante simpática y parecía que le hacía olvidar todo lo que pasó entre nosotros. Hannah, aún suspiraba por las esquinas, soñando con el día en que se atrevería a acercarse a Fede y decirle lo que pensaba. Es probable que incluso, esos suspiros, hubieran aumentado con la llegada de la primavera. Aunque, por supuesto, a mi, me daba ganas de vomitar, con solo imaginarme juntos a Hannah y Fede, pero eso no era asunto mío. Además, todo mi tiempo, lo dedicaba a pensar en otro tipo de cosas, sobre todo en una cosa en particular, mi milagro personal: Víctor. Claro que, ese pequeño asunto que me preocupaba, también tenía que ver con él. Cuando aquella tarde le enseñé la foto que había encontrado y él me contó el principio de lo que parecía un secreto muy bien guardado durante años, no había conseguido sacarme ese estúpido presentimiento de la cabeza. Ayer, decidí investigar por mi cuenta. Subí por la ventana y me colé en la sala azul. No sé cuánto tiempo estuve allí, pero finalmente, tras mirar en todos los cajones y rincones que se me ocurrieron, me senté en la cama. Y, al bajar la mirada, allí estaba. Lo que había estado buscando, una pista, algo que me dijese que lo que llevaba rondando por mi mente, era cierto o, en el mejor de los casos, fuese un simple fruto de mi imaginación. Y allí estaba, su nombre, bordado en la colcha. “Carolina Hades”.
Carolina. Ese era su nombre. Oí sus palabras en mi mente, claras, precisas. “Se llamaba Carolina. Es decir, se llama Carolina. Aún está viva...” Hice unos cálculos rápidos. Esa foto era de hace sesenta años, por lo que Carolina, tendría ahora unos setenta y cinco años. Todo encajaba. Era ella estaba segura. Y aunque creí que tener esa certeza me ayudaría a resolver mi comedero de cabeza, solo lo empeoró.

Esa es la razón por la que esta mañana, me he presentado en la puerta de su casa. Aproveché que Henry y Hannah tenían otros planes, que mis primos no iban a venir esa tarde y que Víctor estaba ocupado con algún asunto que no había querido contarme, para intentar aclarar todo aquello. Me abrió tranquila y no se sorprendió en absoluto de verme allí, pero tampoco dijo nada. Así que, decidí hablar yo:

- Sabes que no voy a dejar de intentar descubrir qué es lo que ocultas en tu casa...

- Sí, y tú sabes que yo no voy a dejar de intentar impedírtelo...

- Sí, pero ahora, necesito una tregua. Necesito hablar contigo.

Asintió y me dejó pasar dentro. Me acompañó al salón y yo no pude dejar de mirarla. Intentaba imaginármela como la chica de la foto, joven y sonriente. No pude. Era incapaz de ver más allá de esa cara que tantas veces había temido en la oscuridad de una de las “habitaciones prohibidas”. De esos ojos llenos de dolor y de odio. Para mí, ella siempre sería H, nunca Carolina. O eso creía. Pero entonces, nos sentamos a la mesa y H se sentó justo delante de mí.

- Es por Víctor, ¿verdad?

Y algo pasó por sus ojos al pronunciar su nombre. Fue solo un instante pero, de repente, lo vi claro. Vi a esa chica, tan parecida a mí, ahí sentada. Sin ningún lugar a dudas, lo supe. No entendí cómo no me había dado cuenta antes. No supe si sonreír o echarme a llorar.

- Sí, es por él. Encontré... una foto.

- ¿Nuestra?

Asentí.

- Sí. –dijo. –Fueron buenos tiempos. Pero eso acabó hace ya muchos años. De todas formas, nunca te creas lo que dicen, el tiempo no te hace olvidar. En mi caso al menos, no lo ha conseguido.
- ¿Qué...? –no me atrevía a preguntar lo que quería. Había tantas cosas que quería saber. Decidí empezar por el principio. -¿Qué pasó?

- Es una larga historia.

- Tengo tiempo.
- Está bien... –suspiró. –Todo empezó hace aproximadamente sesenta años. Yo vivía aquí con mi familia, que no pasaba por buenos tiempos. Conocí a Víctor en un... viaje, por llamarlo de alguna manera. No se por qué, pero en cuanto le vi, supe que jamás podría olvidarme de él. Por aquel entonces, yo todavía era una niña tonta que creía que la vida guardaba muchas sorpresas para mí. Los días siguientes, comencé a observarle de lejos, sin que él se diera cuenta. Al menos eso era lo que yo creía, pero Víctor, siempre se da cuenta de todo. Así que una tarde comenzamos a hablar. No conseguía sacarme sus ojos de mi cabeza. Era como una especie de hipnotismo. Lo que había entre nosotros dos, no era normal. Era algo raro. Algo especial y único. Supongo que tú entenderás a lo que me refiero. Ni siquiera en los libros había visto jamás una relación como la nuestra. Pero, yo no le conocía. No sabía nada de su vida. Todo era un completo secreto que me estaba prohibido conocer. Nadie sabía nada de él. Parecía haber surgido de la nada, un príncipe azul que se había materializado para mí justo en ese momento.
Solíamos pasear por el campo durante horas y horas, a veces, bailábamos entre las flores, reíamos bajo la sombra de los árboles y algunos días, íbamos más allá de las colinas, hasta las playas del norte a correr con las olas y buscar estrellas de mar. Todo en aquel mundo que había creado, aquella vida que parecía perfecta, sin deberes, sin prohibiciones, sin preocupaciones. Pero la vida nunca es así, nunca es perfecta. Por eso, lo nuestro era imposible. Quiero decir, el día en que cumplí dieciséis años, me lo contó todo. No sabía cómo podía ser cierto. Pero le creí. ¿Cómo no iba a creerle? Fue en ese momento, cuando se comenzó a derrumbar todo mi mundo. Tenía doscientos veinticinco años, y aparentaba apenas quince. Crecía un año, por cada quince que pasaban. Eso es lo que él era. No era humano. No era como yo. Y supe que no podíamos seguir así. Obviamente, él jamás creyó que su condición, fuese un impedimento para nosotros. Pero yo no podía... no podía obligarle a soportarme toda una vida. A estar a mi lado, a dejarle ver como yo envejecía cada día. Le has visto ahora, aparenta diecinueve y yo, setenta y cinco. Parezco su abuela. Es horrible, ver cómo me mira, con qué fragilidad me trata. Por eso corté toda relación con él, hasta el año pasado. Supe que no podría mantenerte lejos de mi casa yo sola, y solo se me ocurrió pedirle ayuda a él. Además, necesitaba verle una vez más. Solo que, no imaginé, que tú y él... ya sabes... No te culpo ni nada, es solo que, no me gustaría que acabases como yo. Después de darle la libertad y casi obligarle a marcharse, intenté volver a encontrar esa sensación que me provocaba cuando estaba cerca, intenté enamorarme de nuevo. Pero el amor ya no era bastante, no después de haber tenido “eso” y haberlo perdido. Muchas fueron las ocasiones en que pensé llamarle. Decirle que había cometido un error. Pero... no pude. ¿No lo entiendes?

Lo entendía. Era ese seguramente, el dolor que había eclipsado siempre su mirada. El que le había hecho envejecer sola, viviendo de los recuerdos de tiempos mejores. Había muchas cosas extrañas en la historia que había contado. Demasiadas preguntas sin respuesta. Tuve miedo. Su historia, era tan parecida a la mía con Víctor, que casi me asustó. Parecía una versión de mi vida. Solo recé para no terminar igual que H, que Carolina. Entonces ella, continuó:

- De todas formas, no fue eso lo único que hizo que mi vida quedara destrozada. Todo lo que ocurrió, fue culpa mía. Jamás debí empezar con aquello...

- ¿Qué quieres decir?

- Bueno, eso es otra historia.

Parecía realmente perdida en sus recuerdos. Debía haber tenido una vida más dura de lo que creía. Aún tenía una pregunta que hacerle. Una muy importante.

- Entonces Víctor, ¿qué es?

- No sé si...

Entonces un gran ruido nos llegó desde el pasillo. Como si hubiese un huracán dentro de la casa y una honda se expandió por el aire, agitándolo y dejando una extraña sensación en la sala, como una ondulación del espacio, una pequeña dilatación y retracción de las paredes. Algo que me parecía haber sentido otras veces, pero de manera más lejana y difusa. Repentinamente, Víctor apareció en la puerta.

- ¿De dónde vienes? –pregunté.

H y Víctor se miraron. La duda asomó en sus ojos.

- De ningún sitio...

- Claro, y yo nací ayer.

Le miré con el ceño fruncido, pero la seriedad de su mirada oscura, me hizo callarme y sentirme inoportuna. Miró a H.

- ¿Qué hace ella aquí?

- Nada.

Víctor levantó una ceja.

- ¿Nada?

- Sí, nada.

- No parece nada.

Solté una pequeña risa. No pude evitarlo. Su conversación era tan infantil y absurda. Los dos me miraron como si me hubiera vuelto loca, como si me hubiera reído en un funeral o algo así. Así que bajé la mirada y me callé.

- Te dije que no...

- ¡No le estaba haciendo nada!

- ¿Entonces qué coño hace aquí?

Decidí intervenir:

- Yo solo he venido a hablar de...

- ¡Calla! –me dijo H.

- ¡Déjala que hable!

- Yo creo que me marcho. –dije.

- No, quédate, por favor. –miré a Víctor.

- Mejor me voy.

- No en serio...

Negué con la cabeza. Entonces miré a H. A la que había sido Carolina en otros tiempos. Una flor marchita por el tiempo pasado recordando, sin vivir, sin amar de nuevo de verdad. Pero ahora, ya no era esa chica de la sonrisa con hoyuelos.

- La tregua ha terminado. –le dije.

Y aún pude echar otro vistazo al fondo de esos ojos, aún pude ver un atisbo de aquella otra vida, de aquella chica, antes de salir de la habitación con un suspiro contenido y muchas preguntas aún en la cabeza, que tendrían que esperar.

2 comentarios:

Cristina dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
José A. Sáinz dijo...

Correcciones: a mi, y algunas comas que separan sujeto y verbo. Un popurrí de mundos juveniles...