A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

miércoles, 7 de octubre de 2009

El viaje



Era una tarde fría y gris, el cielo estaba cubierto por negras nubes que amenazaban con descargar una gran tormenta.
No había nadie de quien despedirme por lo que subí al tren sin entretenerme. Encontré mi compartimento en seguida y tuve la suerte de que estuviera vacío a pesar de que ya había muchos viajeros ocupando sus asientos. Me acomodé lo mejor que pude ya que el tren era bastante viejo e incómodo. Me había despertado muy temprano a causa de los nervios por el viaje y ahora empezaba a sentir cansancio, cerré los ojos para relajarme un poco y debí de quedarme dormida unos instantes pues cuando volví a abrirlos había en frente de mí un siniestro personaje al que no había oído llegar.
Era un hombre alto y flaco, de edad indeterminada, tal vez de sesenta o setenta años, tenía unas facciones angulosas y desagradables. Llevaba puesta una gruesa capa negra que casi le envolvía por completo y un sombrero también negro.
- Buenas noches –le saludé con timidez, a lo que él me respondió con una inclinación de cabeza y lo que parecía una sonrisa.
Bajé los ojos intimidada por su presencia y me di cuenta de que me observaba fijamente.
El tren traqueteaba con rapidez en medio de la noche, me sentía ligeramente mareada, quizá por la angustia de no tener mas compañía que la de ese hombre tan extraño, me levanté par ir al baño y refrescarme un poco.
No encontré a nadie por los pasillos, lo cual me extrañó, miré el reloj: eran solamente las nueve y diez. Con cuidado corrí la puerta de un compartimento: estaba vacío, abrí la puerta del siguiente y nada, ni maletas, ni abrigos, nadie…Sentí que el pánico se apoderaba de mí. Corrí pasillo adelante hasta el siguiente vagón abrí uno por uno todos los compartimentos, estaban vacíos…
No sabía qué hacer, volví sobre mis pasos y vi una escena terrorífica: mi compañero de viaje arrastraba el cuerpo de un hombre hasta una puerta abierta del tren y lo tiró a la vía.
Me quedé paralizada por el terror, él me vio y se dirigió hacia mí lentamente con una sonrisa maligna en su cara, quise echar a correr pero mis piernas no me obedecían, oía sus pasos cada vez más cerca, sentí cómo ponía su mano en mi hombro, parecía que de un momento a otro el corazón se me saldría del pecho y un sudor frío me bañaba la frente, oí cómo decía: -señorita, ya hemos llegado-, me sorprendió su voz, bondadosa y amable. -¿Llegado… a do… donde?- balbuceé, sabía que me respondería: “a la muerte”, sin embargo volvió a repetir: -ya hemos llegado- y un fuerte pitido del tren me sobresaltó, abrí aún más los ojos, despavorida, y vi cómo la luz de la mañana inundaba la estancia, inclinado a mi lado, vi al revisor, que con una sonrisa divertida volvía a repetirme, -vamos señorita, que ya hemos llegado…un viaje duro, eh?-.
¡Ay! No sabía bien lo duro que había sido, desperté por completo de mi pesadilla y recogí mis cosas apresuradamente deseando alejarme cuanto antes de ese tren.

1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

Corrige: de quien, no tener mas, que hacer, parecia, saldria, oi,decia. Representa mejor el diálogo. Me gusta que hayas dejado ese final abierto.