A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

lunes, 25 de enero de 2010

CUANDO ERA PEQUEÑA ^^

Cuando era pequeña, adoraba los peluches. Siempre recordaré en especial, una osa de color rosa. Creo que nunca llegó a tener nombre, o si lo tuvo, ya ni siquiera me acuerdo. Para mí era simplemente “la osita rosa”. De hecho, es probable que tuviese una pequeña obsesión con el color rosa. Cuando jugaba a las cocinitas, otro de mis juegos favoritos, siempre cocinaba “arroz rosa”. Y muchos de los vestidos de mis muñecas también eran rosas. A pesar de que tenía muchísimas muñecas, casi no tuve Barbies, a diferencia de casi todas mis amigas. No me gustaban demasiado sus cuerpos pequeños y de plástico duro, con esos vestidos tan pequeños y entallados. No podían ocupar el lugar de mis peluches, ni su valor para mí.


Mi habitación también ha cambiado mucho desde entonces, donde ahora hay libros y trastos de decoración, antes había juguetes, muñecos y disfraces. También recuerdo con cariño una tira con osos que recorría las cuatro paredes de la habitación. Muchos de mis antiguos juegos, ahora han quedado olvidados en algún rincón de mi mente o metidos en cajas encima del armario.

De entre todas las muñecas que he tenido, a la que más he querido, ha sido una muñeca con pelo rubio y facciones agradables que hacían irremediable que te gustase nada más verla. Así les pasó a todos los niños a los que se la enseñé e incluso a algunos adultos. De hecho la muñeca no era mía en un principio, sino de “Ti-Anto”, a quien siempre le han encantado las muñecas. Me acuerdo de que tenía una habitación llena de muñecas a la que llamamos en un golpe de originalidad “La habitación de las muñecas”. Siempre que podía, buscaba a “Ti-Anto” y le pedía que me llevase allí y ella, me enseñaba todas las muñecas, una y otra vez. Algunas eran muy antiguas y otras algo más nuevas, pero todas tenían su historia. Yo la escuchaba hablar mientras les cambiábamos el vestido y los zapatos.

De entre los muchos cuentos que mi madre me leía antes de dormir, recuerdo en especial, uno cuyos cuentos eran tan cortos que se contaban en dos minutos, o quizá en cinco, siempre lo ponía al principio de cada cuento y así según lo tarde que fuese, podíamos leer uno u otro. También me acuerdo de un cuento sobre un pez con escamas brillantes, y de la colección de cuentos de Teo. Muchos los sacaba de la biblioteca y otros me los compraban mis padres.

Pero con los años cambian las cosas y aunque ahora ya no haga caso a mis muñecas, mis juguetes, o mis libros de cuentos, siempre les tendré un cariño especial a todas esas cosas.