A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

domingo, 31 de enero de 2010

Mis juguetes

Nunca he puesto nombre a mis peluches, bien porque no se me ocurría ninguno apropiado o bien porque simplemente no lo consideraba necesario. Para mí eran simplemente el conejo, el oso, el perro o el peluche rosa con alas.
El que más me gustaba de todos era el oso grande. En verdad se suponía que era una osa ya que venía con un osito pequeño que era su hijo, aún así a mí me parecía que tenía cara de chico y no de chica de modo que así se quedó. Era muy bonitop, tenía un pelaje largo y suave de color caramelo y por ojos tenía dos botones. Pero lo que le diferenciaba del resto de mis peluches era que al apretarle en cierto punto del brazo sonaba una canción que me encantaba y con la que muchas noches me quedaba dormida.

Muchas veces dormía con uno de mis peluches, cada vez con uno distinto para que todos pudieran estar conmigo.
A diferencia de otros niños, yo cuidaba muy bien de mis juguetes y solía ponerme triste o sentirme culpable cuando se me rompía alguno. Recuerdo una vez que estaba jugando con mi oso de peluche y lo dejé un momento encima del radiador de mi habitación. Cuando volví noté un ligero olor a quemado y fui corriendo a visar a mi madre. El oso se quedó con los pelos de la espalda más oscuros que los del resto del cuerpo pero eso no fue lo peor: el mecanismo mediante el cual se escuchaba la canción ya no funcionaba y en su lugar se oía una especie de gruñido como si se estuviese quejando por lo que le había hecho. Después de aquello, de vez en cuando, el oso empezaba a cantar la canción terminándola de una manera extraña, como si se estuviese ahogando y eso pasaba tanto de día como de noche por lo que terminé por cogerle miedo.
Mi segundo juguete preferido era una muñeca. Era la primera muñeca que tuve, me la regaló mi abuela cuando yo tenía dos años. Tenía los ojos azules y el pelo rubio recogido en dos coletas. Siempre llevaba puesta la misma ropa: un vestidito rosa y blanco con flores, y no tenía zapatos por lo que para que no tuviese frío le pedí a mi madre que le comprara al menos unos calcetines.
Otro de los juguetes con los que podía pasarme una tarde entera jugando eran los playmobil. Tenía la granja, el parque y el barco. A mí me encantaban sobre todo por todas las cosas diminutas que traían: rastrillos, palas, cubos para la arena incluso botellas de agua.
Ahora todos mis juguetes están olvidados en el trastero de mi casa pero aún así siempre guardaré un buen recuerdo de ellos .

1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

Lo mejor, ese gruñido del oso quemado. Muy bien.