A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

jueves, 25 de marzo de 2010

El último verano

Ya había pasado la mitad del verano cuando conocí a Mª José. Mis padres hacía mucho tiempo que no volvían a su pueblo natal. Son de esos que se instalan en Madrid, ocupan todas sus horas y prefieren veranear en la playa o hacer largos viajes para conocer mundo y tener de que hablar en el gimnasio o tomando un café con las amigas. Solíamos ir algún fin de semana para ver a los abuelos y el domingo por la mañana volvíamos corriendo a Madrid para que nuestros amigos no se enterasen de donde habíamos estado. Así nunca había podido relacionarme con nadie ni hacer amigos, ni coger cariño a mis abuelos.

Pero aquel año mi abuela estaba enferma y a mi madre no le quedó más remedio que instalarse en el pueblo durante dos meses.

Yo solía sentarme en la puerta de la casa para ver a la gente que pasaba. Era gente sana, me saludaban o me ofrecían de lo que traían en los cestos. Los niños me observaban de lejos. Mientras yo me aburría ellos jugaban, se bañaban en el río, saltaban tapias, cazaban grillos o acompañaban a sus padres en el campo. Un día me puse la gorra y salí a pasear, mi madre me dijo que trajera agua de la fuente, que era más fresca que la del grifo. Hacía mucho calor, por el camino daba patadas a las piedras y se levantaba polvo. Cuando llegué a la fuente la vi era preciosa me sonrió y me saludó. Comenzamos a hablar y fuimos juntos todo el camino de vuelta. A partir de aquel día era yo el encargado de ir a la fuente con la única intención de verla nos hicimos inseparables, era la mejor amiga que había tenido nunca. Me introdujo en la cuadrilla con los otros muchachos y llegó la fiesta del pueblo.
Aquella noche habíamos quedado para ir a la verbena. La plaza estaba adornada con bombillas de colores y banderas de todos los países, al fondo habían puesto un escenario sobre el que tocaba una orquesta barata canciones de toda la vida. De repente la vi entrar en la plaza. Estaba tan hermosa que el deseo de seguir junto a ella comenzaba a imponerse al vago terror que me turbaba. Una mezcla de recelo y voluptuosidad imposible de describir inundaba todo mi ser. Sabía que aquel no era mi mundo, que el verano estaba a punto de acabar, que un año era muy largo. Sentí una pena muy grande mientras todos a mi alrededor reían, bailaban, corrían, ...Nos miramos a los ojos y sin abrir la boca sentí que me decía sonriente:
-Siempre estaremos juntos, no me olvides.
Me cogió de la mano y nos mezclamos entre la gente.




2 comentarios:

José A. Sáinz dijo...

Lo siento, pero estos textos que has publicado a última hora no me parecen tuyos.

Delia dijo...

Los cuentos si son míos, que los hice en el puente y no los pude publicar porque en mi pueblo no hay Internet. Lo que pasa es que como me costaba mucho escribir en el primer trimestre y los últimos cuentos no estaban muy bien, me ha ayudado mi madre, con algunas expresiones que no me salían muy bien. Ahora sé redactar mejor.