A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

lunes, 8 de marzo de 2010

LOS BESOS EN LA LLUVIA

Ambos estábamos en la habitación. Junto con el silencio. Nos unía algo muy fuerte, pero lo que nos separaba también lo era. Todo dependía de lo que pesase más sobre mi corazón. No soportaba la idea de hacerle daño a Henry aunque por otro lado, la enorme fuerza que Víctor tenía sobre mí me aturdía. Me senté en el suelo con la espalda pegada a la pared. Y en un instante él se sentó a mi lado. Permanecimos así, un momento, en silencio. Antes de que unos pasos irrumpieran en la habitación.
- ¡Ísobel, Ísobel!! Mamá dice que si queréis comer algo que vayáis a la cocina ahora. Que luego va a salir y no puede prepararos nada.
Miré un segundo a Henry y después a mi hermano.
- No gracias, Jo. No tenemos hambre. - Y le dediqué una sonrisa cansada antes de que se fuera corriendo.
Solté una pequeña risa, antes de darme cuenta de que él me miraba con una seriedad inmutable.
- ¿Te pasa algo?
Negó con la cabeza.
- Solo me preguntaba qué es lo que te pasaba a ti.
- ¿A mí? ¿Qué quieres decir? A mí no me pasa nada.
Me miró tan fijamente, que me sonrojé sin saber muy bien por qué.
- Is... llevas unos días muy rara. No sé qué es lo que te ocurre, ni si tiene algo que ver con el chico ese rubio que vive arriba. Solo sé que no estás como siempre. Pareces más triste y...
"...más confusa" pensé.
- Henry... yo... lo siento. No entiendo lo que me está pasando, ni por qué. Perdóname si no estoy como debería estar.
- No es que no estés como debas, sino que, directamente, no estás Is.
Le miré con un profundo cariño. Henry siempre notaba cuando me pasaba algo, era muy perceptivo con este tipo de cosas.
- Solo quiero que sepas -continuó. - que yo voy a estar siempre aquí; siempre que me necesites. Y esperaré cuanto haga falta, hasta que vuelvas de donde quiera que estés ahora mismo. Voy a luchar por ti, Ísobel.
Me inundó una oleada de sentimientos hacia él. Y un nudo en la garganta me impedía hablar. Intenté trasmitirle con una mirada todo lo que las palabras no podían expresar. Quería que supiera que le quería, mucho, pero que mi cabeza y mi corazón estaban hecho un lío. Cada minuto un sentimiento diferente, cada segundo una nueva duda. La seriedad en su mirada dejó paso a otro sentimiento, más cálido.
Trás un segundo, Henry se levantó y con una sonrisa a modo de despedida, salió de la habitación. Yo me quedé ahí quieta; intentando reaccionar, saber qué hacer, qué decir. Apenas consciente de que él se había ido.
De golpe, el vacío que había dejado al marcharse, pareció cernirse sobre mí. Me levanté de golpe, sin dudarlo un segundo, como un acto reflejo. Y salí corriendo tras él.
Me detuve un instante en la puerta de la calle. Lo justo para percibir que fuera llovía, me dio igual. Salí apresuradamente y noté las congeladas gotas de agua, chocando contra mi piel. Llover era un eufemismo para aquello. Se parecía más a un dilubio. La lluvia caía incesante, golpeando con fuerza. Rápidamente mi fina camiseta quedó empapada, se me amoldaba a cada curva de mi cuerpo. Se transparentaban las rayas verdes y negras de mi sujetador. Pero no me importó. Los vaqueros, calados, pesaban como si arrastrase cadenas, dolían como mil agujas de hielo hendiéndose en mis piernas. Cada nervio de mi cuerpo chillaba de frío y de dolor. Pero yo seguí corriendo calle arriba. No sabía ni hacia dónde me dirigía, la imponente lluvia no me dejaba ver más allá de mis pies, caía como una cortina delante de mí. Además, apenas podía mantener los ojos abiertos a causa de los ríos de agua que me resbalaban por la cara y las gotas que pendían de mis pestañas.
- ¡HENRY! ¡HENRY! 
Solo podía gritar su nombre, y esperar que me oyera, que mi voz fuese lo bastante alta como para inundar toda la calle y llegar hasta él. De repente, una silueta apareció inmóvil a unos metros de donde yo estaba. Corrí aún más rápido hacia ella. Iba tan rápido, que no pude frenar a tiempo, y me estrellé contra sus brazos, abiertos para mí; que me protegieron, fuertes y seguros. Herny siempre me protegería. Le abracé con fuerza. Él tampoco tenía paraguas. Los mechones de pelo empapado se le pegaban al rostro y no pude resistirme a apartarle uno de la frente. Los dos unidos en un solo, nos miramos en la quietud de aquella calle. Un poco más lejos de donde estaba la casa. De donde éstaba Víctor. Pensé en lo que hubiese hecho Víctor de estar en el lugar de Henry en aquel instante. Probablemente me habría resguardado de la lluvia y no me hubiese permitido decir ni hacer nada hasta que estuviera completamente seca. Pero Henry no era Víctor.
Nuestras caras estaban muy juntas, aunque la lluvia difuminaba el ambiente dandole a todo un aspecto irreal, onírico. Me puse un poco de puntillas y el s inclinó para que nuestros labios pudiesen acercarse aún más. Un suave beso, llevó a otro más violento y apasionado. Fue como un beso nuevo, distinto a cualquier otro que hubiésemos compartido antes. Perfecto. La lluvia mojaba nuestros labios entre beso y beso, divirtiéndonos con pequeñas olas, deslizándose de su boca a la mía. Y suspiré su nombre al viento y a la lluvia. Una vez, y otra y otra; y al final el suyo se acabó mezclando con mío. Y nada más importó. Nada más que nosotros. Y ese beso, eterno e infinito. Y más besos y más amor y más lluvia. Y más él y yo; nosotros.
Y todo esto hizo un enorme lío en mi cabeza. Porque amaba a Víctor. Pero, ¿y Henry? A él también. ¿Seguro? Y qué más daba. Claro que todo era un lío, ¿cómo no iba a serlo?
Quería a Víctor. Pero no podía amarle solo a él. No podía. Porque también estaba Henry; mi Henry. Porque Henry era la sinceridad, la seguridad, el cariño, el calor. Henry era la diversión de escaparse un viernes, el pelo al viento en una moto, las miradas cómplices en el momento adecuado. Porque él era todo lo que Víctor no era.
Porque Henry era los besos en lluvia.

                                             



1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

Erratas y faltas: espala, permaneciomos, quereis, vayais, trás. Eso de entre dos amores ¿no suena un poco a Crepúsculo y cía?