A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

viernes, 26 de marzo de 2010

Recuerdos de primaria

Siempre he pasado buenos ratos en el colegio, tanto de pequeña como de más mayor. Recuerdo con nostalgia los pocos años que pasé en parvulitos, en vez de libros la clase estaba llena de juguetes.
A mí en especial me gustaba la seta de los pitufos que era una casita en forma de seta de donde los pitufos entraban y salían con mi ayuda, también había unos animales de goma: tigres, osos, vacas, dinosaurios, panteras y un elefante, con los cuales me montaba una selva completa.
En esa época, como mi madre tenía que trabajar, empecé a quedarme en el comedor, al principio lo pasé muy mal porque no me gustaban las comidas y además no conocía a nadie, solamente a una niña algo mayor que yo, vecina mía, que cuidaba de mí y hacía todo lo posible para que me entretuviera, hasta que conocí a Silvia, nos hicimos muy buenas amigas, ya tenía con quien jugar.
Lo mejor de aquella etapa fue sin duda el comedor. Tardábamos mucho en comer, siempre nos quedábamos las últimas y como castigo muchas veces teníamos que ayudar a recoger y limpiar el comedor, después como recompensa por ayudar nos daban unos caramelos.
Nuestros juegos en el patio eran muy curiosos y muy divertidos; a veces jugábamos con el resto de los niños del comedor al escondite y como el patio era muy amplio y con árboles costaba mucho el encontrarnos, pero nuestro favorito era jugar en una cabaña. La cabaña solamente tenía techo en verano ya que eran las hojas de una parra las que hacían de techo ocasional, de modo que en invierno no podiamos jugar con ella, era como tener una casita de veraneo, dentro hacíamos comiditas con barro que imagínabamos que era chocolate y hojas que hacían de platos, cuando sobraba algo lo envolvíamos en un plástico para que durase hasta el día siguiente. Manteníamos nuestra casita muy limpia, la barríamos diariamente con unas escobas que hicimos de ramas de pinos, lo que nos causaba algún que otro disgusto, ya que la resina que soltaban se pegaba a veces en lugares problemáticos, un día mi madre me dijo que la próxima vez que llevara esos pegotes en el pelo me lo raparía al cero.
Otras veces nos sentábamos a conversar tranquilamente, aunque no elegíamos los lugares más idóneos, recuerdo que un día estábamos sentadas en unas piedras al lado de la pista de baloncesto cuando de repente ví venir volando el balón directo a mi cara, no me dió tiempo a apartarme y me golpeó en la mejilla lo cual tuvo como consecuencia la salida como un proyectil del caramelo que estaba degustando en ese momento, el golpe me dolío pero se me pasó con la risa contagiosa de Silvia y Henar.
De todas las etapas tengo muy buenos recuerdos pero ésta es la que más me gustó.

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