A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

martes, 16 de marzo de 2010

PERFECTA VIDA


Éramos primos Berenice y yo, y nos habíamos criado juntos en la casa de mis mayores. Sin embargo, crecimos de manera muy diferente: yo, enfermizo y hundido en la melancolía; ella, ágil, graciosa y rebosante de vigor. Nadie entendía cómo podíamos llegar a ser tan diferentes. Todo el mundo me preguntaba el porqué de mi tristeza, pero nunca llegué a revelar el secreto que tanto me avergonzaba, hasta que llegaste tú.
Desde que era un renacuajo, he vivido en una casa con mi madre Mis padres se habían divorciado y mi madre cobraba una pensión con la que nos mantenía. Nuestra casa no era muy ostentosa, más bien era humilde. Se podría decir que mi familia era normal, si no fuese por el divorcio. Nuestra madre nos preparaba el desayuno todas las mañanas, pan con aceite y un tazón hasta arriba de leche. Íbamos al colegio en el transporte escolar y nos quedábamos en el colegio para comer. Por la tarde volvíamos en autobús a casa, y nuestra madre nos recogía en la parada. Todos los domingos íbamos a al parque dónde comprábamos castañas asadas. Nunca olvidaré ese olor tan agradable, que me hacía entrar en calor tan solo con olerlo.
El caso es que siempre que miraba a mi madre a los ojos, podía sentir cómo me pedía auxilio, aunque no sabía cómo. Yo diría que éramos felices, hasta que empecé a crecer y a darme cuenta de lo equivocado que estaba.
Al principio empecé a oír gritos por la noche provenientes de la puerta. Oía a dos persona adultas gritar, pero el cansancio hacía que esa curiosidad se esfumara. De vez en cuando veía algún morado en mi madre, y poco a poco empezarón a convertirse en costras de sangre. La preguntaba qué le había pasado y élla siempre se hacía la loca, y cuando no me podía evitar, me decía que se había cído de las escaleras, o se había resbalado en el suelo recien fregado. Esa vitalidad con la que cada día nos iba a despertar, o la felicidad con la que nos llevaba a la parada del autobús fue desapareciendo progresivamente con el paso de las semanas.
Un domingo de madrugada, cómo otras tantas, volví a escuchar las voces. Me levanté de la cama y fui directo a la puerta. ¡Era mi papá!. Ése no podía ser mi papá. El aspecto de ese hombre era el mismo, pero el resto ... Olía como la cerveza que derramaban sin querer los clientes del bar dónde trabajaba mi madre. Además se parecía a los dibujos animados cuándo se estrellan contra un piano, andaba en círculo sin saber muy bien hacia dónde íba.
Salí corriendo a abrazarle, cuando me dio una bofetada. No lo podía entender. Mi madre le gritó y como respuesta la tiró al suelo de un puñetazo.Salí corriendo y me escondí detrás de una mesilla que había encima de una alfombra marroquí. Desde allí vi cómo mi madre le pedía que se fuera, y que la dejase. Incluso le pedía perdón, pero no servía de nada. Recivía patadas, puñetazos,hasta que todo cesó. Un fuerte impacto en la nuca terminó con aquel temor, aquel sufrimiento.
Pasé varias horas escondido tras la mesilla, viendo cómo mi madre había caido en tal profundo sueño. Me acerqué un poco, la susurré, pero no se movía. Pasaron un par de día hasta que mi abuela llegó con su paella para comerla todos juntos. Cuándo vió a mi madre, algo hizo que se pusiese a correr hacia todos los lados.
Un coche fúnebre, junto conmigo y mis abuelos, acompañamos a mi madre hasta el principio de una nueva vida, y desde entonces vivo con mis mayores, pensando que quizás nada de ésto hubiese ocurrido si hubiese sabido interpretar aquellas miradas de socorro.

1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

Correcciones: eramos felices, recien, cómo la cerveza (y varios casos más de estas partículas que no son interrogativas y las pones con tilde), dió, detras, recivía, acerque... Me gustan sobre todo los detalles menores (lo que desayunan, las castañas, la cerveza derramada...); ese es tu gran filón.