A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

jueves, 25 de marzo de 2010

Un paseo nocturno

Algunos pensaban que era una vampira porque solamente salía de noche,otros decían que era una bruja, de todos modos, la mayoría de la gente pensaba que era muy extraña, yo solamente pensaba que era la mujer más bella que jamás había conocido.
Vivía frente a mi casa , yo no era un mirón, pero desde su llegada era tal la curiosidad que sentía que me compré unos prismáticos y también yo salía cada vez menos de casa.
Llegó a finales de primavera, en medio de una noche de tormenta, la vieja casa de apariencia fantasmal daba miedo cuando en medio de los relámpagos aparecía repentinamente en medio de la oscuridad. Ella se quedó parada frente a la entrada, sonriendo, paseando su mirada por el jardín. Su pelo, largo hasta la cintura y negro como la noche estaba mojado y pegado a su cara de una palidez insólita. Las cortinas de las ventanas eran tan finas que me permitían vislumbrar el interior. Imágenes que a veces resultaban tan fascinates como aterradoras, tal vez fuera verdad que era una vampira, o una bruja, no sé, alguien que no era de este mundo.
El tendero le dejaba todas las tardes las cajas con la compra en la puerta de la casa, no las recogía sino después de la caída del sol. Ya entrada la noche y después de un largo baño en lo que yo imaginaba o creía por el color que era sangre, salía a la calle, sin mirar a nadie, los pocos vecinos con los que se cruzaba bajaban la vista para no saludar o directamente evitaban el encontrarse en su trayecto.
Una de esas noches fui capaz de salir a su encuentro, como algo casual. Musité un “buenas noches” apenas audible, ella me miró y sonrió de una manera inquietante y misteriosa, me invitó a acompañarla, iba a dar un paseo hasta la alameda, junto al cementerio y yo no pude negarme.



Vivíamos a las afueras del pueblo con lo cual no había demasiadas luces encendidas, por aquella zona muchas casas estaban deshabitadas y los vecinos eran escasos. Cuando ella me dijo que esperaba que no me sintiera incómodo con su confianza empecé a sentir una ligera duda sobre la conveniencia de aquel paseo tan extraño, pero estaba tan hermosa que el deseo de seguir junto a ella comenzaba a imponerse al vago terror que me turbaba. Una mezcla de recelo y voluptuosidad imposible de describir inundaba todo mi ser.

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