A, 30 de abril: Caballo de los sueños.
B, 7 de mayo: La noche del soldado.
A, 14 de mayo: La calle destruida.
B, 21 de mayo:
Melancolía en las familias.
A, 28 de mayo: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.
B, 4 de junio: -Son cosas que pasan el día antes.
-¿El día antes de qué?
-El día antes de la felicidad.

viernes, 26 de marzo de 2010

Las cosas cambian

Éramos primos Berenice y yo, y nos habíamos criado juntos en la casa de mis mayores. Sin embargo, crecimos de manera muy diferente: yo, enfermizo y hundido en la melancolía; ella, ágil, graciosa y rebosante de vigor.
Nos pasábamos todo el día juntos, unas veces jugábamos a las muñecas y otras a los coches. Yo me solía poner malo y ella siempre venía a verme a la habitación y me hacía reir. Nunca me aburría con ella, pero tenía miedo de que ella se aburriera conmigo. A mí me gustaba sentarme en una silla y jugar a cualquier cosa desde allí: un juego de mesa, ver la televisión, leer un libro... pero desde allí, desde la silla. No me gustaba salir a la calle, ni correr, ni saltar... porque siempre me caía o me hacía daño. Sin embargo esto último era lo que le gustaba a Berenice. Ella estaba todo el día corriendo de un lado para otro, saltando por encima de cualquier cosa... y si se caía, no pasaba nada, se levantaba rápidamente y seguía jugando. A mí me gustaba su vitalidad pero yo no podía ser así, no tenía tantas energías como ella para hacer las cosas. Muchas veces se quedaba conmigo en la silla a ver la tele pero yo sé que no le gustaba, que se quedaba allí para hacerme compañía y por eso algunos días me iba con ella a la calle a correr y saltar aunque en el fondo no me apetecía. En la escuela yo no tenía muchos amigos. Bueno, mejor dicho, ninguno. Pero gracias a Berenice, fui jugando con otros niños y al final tuve muy buenos amigos, tan buenos que hoy lo siguen siendo. Yo me quedé a vivir en el pueblo pero Berenice se fue a la cuidad y de vez en cuando venía a hacernos una visita pero ya hacía muchos años que no la veía e incluso puedo decir que casi ni me acordaba de ella. Hace poco me dijo mi madre que mi prima Berenice iba a venir a vernos. Fue en ese momento cuando empecé a recordar todo lo que he dicho antes, me acordé de mi infancia y Berenice estaba en ella. Me puse muy contento. Ahora yo no era el mismo niño al que no le gustaba salir de casa o el que se ponía malo casi todos los días. Ahora ya sí que quería ir con ella por la calle en vez de estar sentado en una silla. Le debía muchas cosas del pasado y ahora podía dárselas. Berenice llegó y se puso tan contenta como yo. Estuvimos un buen rato hablando de nuestra infancia y luego le dije que podíamos dar una vuelta o tomar algo o que podía conocer a mis amigos. Ella no quiso, prefirió quedarse sentada viendo la tele. Yo había cambiado y vi que Berenice también. Ya no era la niña que siempre estaba deseando jugar o correr. Ya no tenía esa vitalidad que yo tanto admiraba. Me gustó volver a ver a Berenice después de tantos años pero hubiera preferido no hacerlo. Me gustaba mucho más el recuerdo de aquella niña que hizo feliz mi infancia.

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